jueves, junio 16, 2011

Tu libro favorito


Ya no se pregunta por el libro favorito de nadie, ¿verdad? No estoy seguro pero no recuerdo que nadie me haya hecho esa pregunta en años y yo, por algo parecido a timidez o deseo de no quedar mal, no la hago nunca. En ello puede influir también el miedo a no soportar la respuesta. A veces, en conversaciones más o menos distendidas, con gente que ya conoces más, puede aparecer el tema, pero es muy inusual. Recuerdo el tipo que se iba de cita con la amiga de Winnie Cooper y no dejaba de preguntarle por listas: tus cinco colores favoritos, tus cinco lugares de vacaciones favoritos, las cinco canciones que escucharías...

Aquello era ridículo pero puede que necesario.

No, ahora nadie pregunta porque nadie quiere molestar y desde luego nadie quiere molestar y además resultar pedante. Doble delito.

Si no recuerdo mal, los libros favoritos de mis cuatro novias oficiales eran "Malena era un nombre de tango", "Historias de Marta y Fernando", "La regenta" y... lo siento, de la cuarta no me acuerdo y me parece ridículo llamarla para decirle: "Estoy escribiendo un post sobre los libros favoritos de mis ex-novias, ¿te importaría echarme una mano?" Me acuerdo de muchas otras cosas que no voy a contarles, no me crean tan cruel.

No sé bien cuál es el mío. Supongo que es una cuestión de sensaciones más que de jerarquías. En una librería todos los libros resultan apetecibles pero en casa acaban cogiendo polvo más de lo que me gustaría. Mi podium habitual solía ser "Opiniones de un payaso", de Heinrich Böll, "El guardián entre el centeno", de J.D. Salinger y "Cien años de soledad", de García-Márquez. Nada demasiado original, se supone. Mi relato favorito, ahí sí hay consenso y todas mis neuronas levantan las manos moviendo las muñecas a la vez, es "The short happy life of Francis Macomber", de Hemingway.

El problema es que eso deja fuera experiencias maravillosas: la lectura de "Sobre la razón histórica" de Ortega y Gasset, apasionante, un verano en Santander, "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?", de Carver, en una buhardilla de Londres, "Menos que cero", en la versión española y en la inglesa, "Tres versiones de Judas", de Borges, "Tender is the night", de Scott Fitzgerald, "Mientras agonizo", de Faulkner, "Historias de cronopios y de famas", de Cortázar, "Koba el temible", de Amis, "Mantra", de Fresán, "Tokio ya no nos quiere", de Loriga, "Si una noche de invierno, un viajero..", de Calvino, e incluso, por qué no, "Ciudada rayada", de Mañas.

Todos esos libros que no volveré a leer jamás para no estropear los buenos recuerdos.

Sí puedo establecer bien claramente el libro cuyo recuerdo más me emociona, es decir, aquél con el que disfruté más que con ningún otro: "Momentos estelares de la humanidad", de Stefan Zweig. Mi idolatría llega hasta tal punto que no solo no me he atrevido a volver a leerlo en siete años sino que ni siquiera me he atrevido a leer nada más de Zweig. Aunque una vez le compré uno a la Chica Langosta. Ya saben: esa solemnidad de no regresar jamás a los lugares donde fuiste feliz.