lunes, junio 06, 2011

Jesulín de Ubrique


Uno se convertía en un icono pop cuando los guiñoles le incluían en su programa. Aunque fuera como un tonto que solo sabe decir una frase. Jesulín apareció en los ruedos cuando aún no había cumplido la veintena y batió todos los records de corridas en un año -disculpen la expresión- en una especie de maratón hacia la gloria. Era el torero popular por antonomasia, salido justo al rebufo de El Cordobés hijo y sus intentos de remedar el "salto de la rana" paterno. Toreaba en cualquier plaza, cualquier día, traía loco a los críticos, empeñados en repetir "No es esto, no es esto". En cuanto llegó El Juli respiraron tranquilos.

Jesulín no cosechó sus triunfos ni en Las Ventas ni en la Monumental ni en la Maestranza sino en los platós televisivos, con esa figura desgarbada, sonrisa del pueblo. Jesulín y sus tórridos romances con las mujeres, una cuestión incomprensible. El atractivo del éxito desde abajo, más abajo imposible. Ambiciones y Belén Esteban. Todo empezó ahí. El horror. Jesulín estaba tan seguro de su atractivo que se encerró un día de 1995 en Aranjuez con seis toros y miles de mujeres. Una corrida solo para ellas. Una especie de bukake a la inversa para el ego del de Ubrique, que recogía bragas y sujetadores de la arena como si cantara en Los Pecos.

Como todo torero tuvo tardes mejores y peores. Cogidas. Abucheos. En San Isidro le tenían enfilado siempre y él creía que no se era justo con su trayectoria. Había llevado el toreo al pueblo, decía, mientras los puristas se debatían entre Enrique Ponce y José Tomás o los últimos coletazos de César Rincón. Espartaco, el fenómeno de masas de los 80, no acababa de recuperarse de sus lesiones. Entre Andreítas y Campanarios, Jesulín fue perdiendo la concentración y las ganas. Tenía dinero para ocho vidas, ¿por qué jugarse la primera delante de un morlaco?

Se pasó fugazmente a la canción, todo dentro de la estética Telecinco, festival de Benidorm incluido. Toda, toda, toda, te necesito toda, sin pronunciar las "d", total, para qué. Aquello, afortunadamente, no fue más lejos. Se le atribuyeron romances y una muy buena vida. Empezó a espaciar sus faenas y a anunciar retiradas. Había empezado a los 16 y a los 25 ya no quedaba rastro de motivación. Era lógico. Se cansó de verse en televisión a todas horas y se refugió detrás de su esposa. Viéndolo desde la distancia, nadie puede negarle que hizo lo que debía.