domingo, mayo 01, 2011

Washington Square y los sacacuartos


A la Chica Portada le gustaría que yo saliera en más fotos. Le parece lo lógico, la evidencia de que yo estuve ahí y eso no es una foto más sacada de una postal. Sin embargo, no, yo no me pongo, porque a mí no me gusta salir en fotos. Ni en Nueva York ni en Barcelona ni en Lavapiés. Efectivamente, el encanto del viaje es el encanto de poder ser otro y que nada sea reconocible. Solo me queda encontrarme con mi cara de empanado cada vez que intente recordar una cascada de Prospect Park...

Estamos en Washington Square y unos chicos hacen malabarismos y contorsionismo en una fuente vacía. Todos negros y un blanco. Brillantes. Nos sentamos para verlo mejor, junto a un buen montón de paseantes y turistas. Al rato, tres chicos con pantalón rojo y camiseta a rayas rojiblancas -pero horizontales, curb your enthusiasm- les van echando y recogiendo toda la basura de la fuente vacía. Se quedan solos y anuncian su show: uno está a la percusión y los otros dos, gemelos, se supone que hacen barbaridades circenses.

De hecho, las hacen, pero con cuentagotas. La mayor parte del tiempo hablan y hablan y hacen chistes estilo Eddy Murphy o Chris Rock sobre el hombre blanco y los negros y bla, bla, bla... En ocasiones son ingeniosos; en otras, sinceramente, repetitivos. Hacen algunas cosas espectaculares en medio de ese eterno monólogo: el helicóptero humano, que consiste en subirse uno sobre otro y acabar dando vueltas girando sin apoyarse ni con las manos, y un salto acrobático que supera a una selección multicultural: una preciosa chica rubia y blanca, una chica asiática, otra hispana, otra negra y finalmente un japonés. Todos, supuestamente, pasaban por ahí.

Antes del salto, pasan el cepillo. Casi todo el mundo pone: yo no, porque no tengo suelto. Entre la Chica Portada y yo calculamos que pueden sacar 200 dólares por numerito. "Y hacen cuatro o cinco al día", añade ella.

Volvemos hacia Union Square, paseando, ella colgada de su móvil, una Blackberry nueva porque la vieja se ha roto. Cenamos en un italiano muy cuidado y relativamente barato -esto es Manhattan- donde la propia camarera nos pregunta si somos de Italia. "No, de España", decimos, y percibimos una cierta decepción. La Chica Portada y yo en Manhattan, en cualquier caso, qué cosas. Si cuando Hache le dijo, hace cinco años y medio: "Ayer me lié con un tío muy raro" le hubieran dicho que ese tío raro acabaría con ella entre Park Avenue y Lexington Avenue obviamente hubiera flipado. Eso en un resumen muy burdo.

Tiene un cumpleaños, en un pub irlandés. La música está muy alta, yo no quiero beber alcohol y no conozco a nadie. Mi timidez es proverbial y me siento un poco aparte y cansado. Soy un hombre tímido y soy un hombre con miedos y tampoco quiero coger el metro a Prospect Park a las tantas, así que lo cojo a las once y en 20 minutos estoy otra vez en casa de Inés. Inés y Amy duermen, yo tengo aún el pequeño subidón de la Coca Cola. No hay jornada de la NBA. Nos sabemos de memoria todos los resultados deportivos. En España son las 6 de la mañana. Me quedo dormido, completamente rendido y agotado después de un día de tres horas andando.

El sol sale al poco rato -duermo en el salón y el salón da al este-, los trenes siguen pasando y el ventilador tira papeles al suelo. Da igual. Hasta las 10 no me acabo levantando. Para qué antes? Así puedo desayunar, ducharme y hacer tiempo hasta que empiece el partido del Racing que es, más o menos, ahora.