sábado, abril 30, 2011

Prospect Park


Los biorritmos se disparan, probablemente producto también de una mala noche. Después de un despertar relativamente enérgico, acabo de nuevo en la cama a las 10, mareado, y no consigo levantarme defintivamente hasta las 14,30. Inés está en casa con María, una compañera de estudios, descifrando numeraciones en unos pentagramas. Bebo agua e intento desaturdirme, sin demasiada suerte. María es de Tudela, vive aquí desde agosto, estudia musicología. "Yo soy filósofo", digo, casi como disculpa, igual que le dije ayer a la chica sudafricana del avión cuando me explicó sus flirteos con la matemática pura y la ingenería financiera.

No me busquen ahí, en una frase.

Salimos a comer muy tarde, pero el follón de horarios hace que no sepa si es pronto o tarde. De hecho, no tengo hambre. Cruzamos Prospect Park, un sitio precioso, mezcla entre el intimismo del Retiro y los espacios inmensos de Kensington Gardens. Al final de la escapada vemos el famoso arco de la Grand Army Plaza, el arco donde se separan por primera vez Harry y Sally después de viajar en coche desde Chicago.

Tú eras Sally, recuerda, pero no creo que ya leas esto.

Buscamos un sitio para comer. No es fácil porque yo soy rarito, María es rarita y muchos sitios están cerrados. En el barrio de Inés todo el mundo es negro, esto es así, no andemos con eufemismos. Aquí, no; este es el Brooklyn pijo y cultureta, el de Paul Auster y todo el mundo es blanco, como nosotros, como en Manhattan. Encontramos finalmente otro restaurante mexicano llamado "Los pollitos". Me hace gracia tomar un pollo asado con arroz y lechuga en "Los pollitos" porque es como si no estuviera en Nueva York en absoluto y estar en Nueva York a veces me lo tomo como una responsabilidad exagerada.

Dios debe pensar que soy un tío cojonudo, como dijo Mourinho.

Se nos une Amy y al rato volvemos. Prospect Park por otro lado. Niñas con camisetas de la selección argentina jugando al fútbol, chicos pasándose un balón de fútbol americano, parejas intimando tumbadas en la hierba. Todo muy Londres, tremendamente Londres. Patos y estanques y puentes y caminos prohibidos, casi sin asfaltar, donde, dicen, la prostitución masculina abunda por las noches. Al salir, de nuevo, todo el mundo es negro. Amy dice que es una cuestión de dinero, le pregunto si se refiere a que la gente paga por poder vivir rodeado de blancos y me dice que no, que simplemente quiere decir que la gente paga por vivir en un barrio cuidado, limpio y con glamour como el de "Los pollitos" y que la gente que tiene ese dinero para pagarlo suele ser blanca.

En casa de Inés hace calor. Lo saben y tienen ventiladores por toda la casa pero parece no bastar. Es un calor algo pegajoso, que pide agua todo el rato. Creo que voy a leer, supongo que no dormiré y quizá luego baje al "local restaurant" a ver el partido de los Grizzlies. Quizá. No quiero hacer planes que luego me mareo. Mañana recojo a la Chica Portada en Times Square y nos patearemos Manhattan. Tengo una cuenta pendiente con Manhattan y lo mejor es que la resolvamos cuanto antes.