miércoles, marzo 09, 2011

Barcelona 3-Arsenal 1



Arsène Wenger salió a la cancha con dos jugadores recién salidos de una lesión y la presunción de entrenador que apuesta por el espectáculo y “no sabe defender un resultado”. De hecho, en las dos primeras jugadas del Barcelona, el Arsenal metió hasta seis jugadores en campo ajeno para presionar y recuperar, en lo que parecía una declaración de intenciones que invitaba al buen fútbol.

No fue así en absoluto. El Arsenal recordó a la Holanda de la final del Mundial: jugadores de gran calidad haciendo lo que no saben, es decir, correr tras el balón, abusar del juego físico y caminar perdidos por el campo. Sabemos que Cesc jugó porque regaló el primer gol a Iniesta, poco más. Van Persie estuvo sembrado: no tocó el balón en ataque, no dispuso de ninguna oportunidad de gol, pisó el tobillo de Messi en una acción deplorable, se peleó con Busquets, luego con Alves y acabó su festival pegándole una patada al balón para perder tiempo, en el minuto 55, y con una amarilla ya en su haber.

Se podrá criticar lo que se quiera a Bussaka, cuyo arbitraje fue mediocre, incluyendo un penalti a Messi justo en su cara, pero la verdad es que lo del holandés es de juzgado de guardia.

Por supuesto, Wenger se refugiará en la expulsión para explicar el resultado. ¿Quién no lo hace en estos días? Todo menos fútbol, esa fue la propuesta del Arsenal, que se encontró con una versión tensa y agarrotada del Barcelona. En la primera parte, el balón fue monopolio de los azulgranas, pero sin demasiada profundidad. Es cierto que mantuvo a raya por completo a los “gunners” –no es que no tiraran a puerta en la primera parte, es que no tiraron a puerta en todo el partido-, tiró una vez al poste por mediación de Adriano y vio cómo a Messi no le pitaban un penalti, fallaba un gol cantado y por fin, en el descuento, y en una maniobra genial, marcaba el 1-0.

Ahora mismo, Messi es el máximo goleador, empatado o en solitario, de Liga (27 goles), Copa del Rey (7) y Champions (8). Si le suman los tres de la Supercopa, tienen 45 a falta de dos meses de competición.

El gol invitaba a pensar en un Arsenal más ofensivo para la segunda parte. Nunca lo sabremos. Busquets anotó en su propia portería, en lo que fue la única jugada de peligro en todo el partido, epítome de la mediocridad. Después del gol, que colocó las cosas casi igual que al principio, llegó la expulsión de Van Persie y ahí sí que fue ya el descontrol. Si se criticó a Mourinho el año pasado por su planteamiento en el Camp Nou tras la expulsión de Motta, lo de Wenger fue de escándalo: el Arsenal siguió sin atacar y defendió como una verbena.

Durante 25 minutos solo vimos a jugadores del Barcelona plantarse en cadena solos delante de Almunia. El portero español estuvo sembrado, con unas intervenciones de gran mérito. Falló Messi, falló sobre todo Villa, falló incluso un gran Dani Alves… pero no había para más. La cantidad de las llegadas era comparable a su sencillez: llegaban solos, tiraban solos, pasaban solos. Aquello era cómico: ver al Arsenal defender como un pelele y al Barcelona incapaz de marcar.

Guardiola movió fichas y acertó: Alves y Adriano quedaron como extremos y Mascherano cambió posición con Busquets, agilizando la circulación. Así hasta que llegó Iniesta, como casi siempre, se regateó a dos o tres, tiró una pared y habilitó el gol de Xavi. Minutos después, Koscielny, que ya pudo haberse ido antes a la calle, tumbó a Pedro dentro del área y Messi marcó el 3-1. Debió haber sentenciado entonces el Barcelona, pero la presión era enorme. Noto esa tensión en el entorno culé casi desde el sorteo. Había pavor al Arsenal y lo siguió habiendo incluso con 3-1 y un jugador más. Por supuesto las oportunidades siguieron llegando porque la defensa visitante era una feria, pero igual que en Londres, el Barça optó por un peligroso término medio: controlo, me la paso, que discurran los minutos, arriesgo lo justo… y en una de esas, a cinco minutos del final, calamitoso error de Adriano que solo Mascherano pudo solucionar cuando Bendtner se disponía a marcar el 3-2 y certificar la eliminación culé.

En definitiva, habrá lloros, claro que sí. Se dirá que Van Persie no debió haber sido expulsado, se obviarán sus errores, los de su entrenador, los de sus compañeros y el hecho de que el Arsenal, insisto, no tiró a puerta en todo el partido. Ni contra once ni contra diez. La diferencia, eso sí, es que, con diez en el campo, solo le llegaron cinco veces con claridad y con diez le llegaron cada tres minutos. Muy pobre bagaje para un equipo que quiere ser grande y quiere serlo además defendiendo una idea de fútbol que este martes no se vio por ningún lado.