domingo, febrero 27, 2011

Mallorca 0- Barcelona 3



El Barcelona viene teniendo problemas con las posiciones. Una mala ocupación de los espacios del campo especialmente al principio de los partidos, cuando las piernas están frescas pero también algo rígidas todavía. Si es una cuestión física o mental, de despiste, es imposible aventurarlo desde aquí pero sí se puede suponer que algo habrá de cada cosa. Recordemos una vez más que el Barcelona puede romper records de goles a favor y enlazar goleadas gracias a su talento arriba. Eso es indudable. Ese talento lo tiene el Barcelona y no solo el Barcelona: muchos equipos europeos tienen jugadores impresionantes en sus equipos. O al menos en teoría.

Lo que en realidad marca la diferencia del Barça es la organización. Uno puede marcar 40 goles en 12 partidos de casa a base de talento –aunque probablemente no solo a base de talento- pero es imposible recibir solo 5 sin un entramado táctico sobre el campo impresionante. Guardiola es un entrenador claramente minusvalorado. Como entrenador. Como gurú, probablemente su figura llegue a cansar: motivador, educado, contundente, elegante… sí, todo eso está muy bien, pero yo me quedo con cómo se coloca el equipo en el campo. Es un espectáculo. Fíjense en cualquier rechace y a ver de qué equipo es el jugador al que le cae el balón y normalmente al trote.

En efecto, siempre el mismo.

No fue así en los primeros 25 minutos del partido ante el Mallorca, que fueron posicionalmente terribles. Villa se ha colocado definitivamente en el medio, dejando al equipo en una especie de 4-3-2-1, y un importante embudo que solo pueden romper los laterales porque ni el asturiano abre el campo por la izquierda ni Pedro consigue entrar por la derecha como solía. Busquets empezó muy atrás, como protegiendo a sus centrales, y eso obligó a Iniesta y Messi a retrasar 20 metros sus posiciones naturales. Añadan un par de despistes de Maxwell descomunales y tendrán un partido más que competido, incluso con mayor sensación de peligro balear.

La clave estuvo en esos diez metros que avanzó Busquets. Es el jugador determinante del sistema, aunque no sea el mejor jugador del equipo. Cuando él se juntó arriba con Keita e Iniesta y se olvidó de proteger a Abidal y Piqué, curiosamente el equipo empezó a defender mejor… porque atacó mejor. Ni una oportunidad de los locales en todo el resto de partido, eso lo dice todo. Busquets se coloca pisando la línea del medio campo, los centrales se adelantan para no perder la referencia, no hay tantos espacios detrás de los laterales, Iniesta y Messi reciben en tres cuartos y Villa y Pedro pueden tirar desmarques y volver loca a la defensa sin más obligaciones.
Añadan a eso un Keita cumplidor en defensa cuando hizo falta y brillante en ataque. Sobre el jugador malí ya ha hablado mucho su entrenador así que no vamos a insistir: es un tapado que viene de lujo en determinados encuentros.

Así pues, de repente, como suele pasar, casi sin aviso previo, el Barcelona pasó de mostrarse vulnerable a arrollar. Esa manera de deambular siempre en los tres cuartos rivales con pase, pase, pase, en principio intrascendente pero que descoloca por completo al equipo contrario hasta que llega el desmarque definitivo. Pudo marcar Messi, que falló un gol cantado –imaginen el día que deje de fallar esos goles - pero acertó después en una decisión discutible de Aouate, que no achicó los espacios y permitió que Messi controlara primero y luego rematara con la cabeza por encima suyo casi en el área pequeña.

Ahí ya sí que se acabó el partido y empezó el monólogo. Lo han visto mil veces antes y no les voy a contar nada nuevo. Los primeros veinte minutos de la segunda parte del Barcelona fueron brillantes: concentración en el pase, acierto constante, recuperación inmediata, diagonales… Villa marcó el segundo en su clásica jugada al límite del fuera de juego y Pedro culminó la goleada con un tanto espectacular de folha seca que acompañó con un gesto de rabia: lleva un mes en el que las cosas no le están saliendo demasiado bien. Probablemente, ayer, fuera el más desacertado del equipo.

Le esperan ahora al Barça cuatro salidas de órdago: Sevilla, Valencia, Villarreal y Bernabéu. A su favor cuenta con la confianza de los siete puntos de ventaja, los 40 goles a favor en campo contrario y los 5 en contra. Muy mal se tendrían que dar las cosas para no rascar los puntos suficientes en esos partidos como para afrontar la temporada post-Bernabéu con una cierta holgura. Aunque puede pasar, claro. Llevo varias jornadas hablando de que el fútbol es un juego de aciertos y miren lo que pasó con el Madrid en Riazor. A veces las grandes conclusiones periodísticas se basan en una cuestión de centímetros. Milímetros, incluso.