martes, febrero 01, 2011

Drogas, sexo, familia y curas


Cosas de las que me he dado cuenta que no escribo jamás:

- Drogas.- En alguna ocasión mis personajes consumen drogas, pero como el que se sienta en una silla. No queda más remedio y sirve para justificar algún comportamiento, pero es cierto que me da reparo escribir las palabras "porro", "cocaína", "heroína" y mucho más la jerga "perico", "farlopa", "polvo", "bolsa", etc. Creo que sí he utilizado en algún relato la expresión "comebolsas" pero es que me parece maravillosa. Supongo que todo esto tiene que ver con que yo no consumo drogas. Drogas ilegales, quiero decir, las legales creo que las consumo todas y así dejo claro que esto no es un debate moral. El mundo apasionante y excitante o decadente y autodestructivo de las drogas simplemente no me interesa.

Como mucho, la parte autodestructiva, pero siempre hay otras maneras.

- Sexo.- En mis relatos y en mi novela se folla poco. Si eso quiere decir que yo follo poco, no se lo voy a contar aquí. Digamos que lo cuento poco. Detesto cuando algún amigo viene a contarme con pelos y señales estas historias. Soy un burgués escandalizable y por lo tanto debo de ser muy tonto. El caso es que cuando se folla en mis novelas se folla mal, como en las películas de Álex de la Iglesia: de una manera mecánica, forzada, de pelí porno. Mis personajes son más de cogerse de la mano y sonreírse y vivir una especie de intimidad romántica que supongo que aburrirá infinitamente a los lectores de Lucía Etxebarría.

- Familia.- Mis personajes no tienen padres ni madres. No solo eso: no tienen abuelos, ni tíos, ni primos, ni sobrinos. Alguna vez, hermanos, pero rara vez. Mis personajes son de generación espontánea: solos contra el mundo. No le veo ningún interés a la novela familiar más allá del salón del psicoanalista. Esto no lo digo con orgullo, ojo, igual que todo lo anterior: que yo no sea capaz de hablar de algunos aspectos de la realidad no quiere decir que haya que obviarlos. Podría hablar mucho sobre la influencia perniciosa -o salvadora- de la familia sobre el individuo, pero en realidad apenas sé nada sobre el tema, así que, ¿para qué impostarlo?

- Curas.- El hecho religioso en sí no aparece nunca en mis escritos. Es muy complicado que hayan leído algo mío en el que se hable de algo religioso siquiera como un hecho cultural. Desde luego no aparecen malvados curas ni mujeres del Opus deseosas de evangelizar a todo el mundo con su hipocresía. Si en la realidad existen, afortunadamente, yo no los he encontrado así que no veo la necesidad de inventármelos. Si no existen, mejor para todos. Estoy leyendo un libro en el que las primeras 50 páginas parecen dedicadas a burlarse de alguna manera de la moral cristiana y su intención hipócritamente salvadora. Sus fantasmas no son los míos, me temo, aunque prácticamente nacimos el mismo año.

Sinceramente, casi todo lo que hay que decir sobre la moral cristiana lo dijo Nietzsche hace muchos años. Allí me quedé y el resto me parece resucitar el tópico. El tiempo y la Historia, lo reconozco, me lo pusieron todo mucho más fácil.