lunes, enero 03, 2011

Barcelona 2-Levante 1


La gestión de un vestuario, de su día a día, sus egos, sus necesidades… Todo eso se nos escapa a los periodistas y cualquier comentario no es más que una aproximación basada más o menos en el sentido común. Sin duda, Guardiola considera que Messi rinde más cuando se le trata como a alguien especial y los datos le dan la razón. Basta con ver lo que pasa cuando le haces jugar un Mundial entero acompañando a Mascherano en el medio del campo.

Sin embargo, la decisión de Pep de dar más vacaciones al argentino creó dudas durante muchos minutos del partido contra el Levante: ya sin Puyol ni Piqué, en el temido primer partido del año –el propio Guardiola acabó 2010 advirtiendo de su peligro- y teniendo en cuenta que en esta Liga de los 100 puntos no hay margen para el error, la verdad es que dejar que Messi pasara 24 horas más de veraneo en Rosario pareció algo temerario.

Obviamente, cualquier equipo necesita a Messi y el Barcelona también. En la primera parte no supo qué hacer para sorprender, no encontró a ese chico que recibe entre líneas, tira el desmarque, encuentra al compañero o busca la jugada en individual, empieza en la banda y acaba remachando cualquier balón suelto… Ese punto de genialidad, de sorpresa, que al Barcelona le faltó durante 45 minutos hasta que Pedro decidió asumir ese rol.

Y es que Pedro es lo más parecido a Messi que hay en el Barcelona y en el fútbol español. Ya se demostró en aquella semifinal contra Alemania en la que descolocó por completo a la defensa teutona. No es una comparación de talento, por supuesto, pero sí de capacidad de sorpresa. Pedro aparece desde cualquier lado, indetectable, y vuelve loca a la defensa, que no sabe cómo interpretar sus cambios constantes de posición. Dos jugadas suyas con Dani Alves, sacadas prácticamente de la nada, dieron al Barça una ventaja de 2-0 que debería haber sido definitiva con un poco más de acierto local: Villa jugó un partido horrendo y a Iniesta se le vio algo desconectado, aunque con la calidad que tiene, siempre deja algo.

El partido debió acabar 3-0 ó 4-0. No hubiera sorprendido a nadie. Sin embargo, el Levante se aprovechó de la relajación defensiva del Barcelona y del enésimo desencuentro entre sus centrales para acortar distancias. No es que los valencianos llevaran mucho peligro pero sí tuvieron tres o cuatro ocasiones curiosamente similares: balón bombeado desde la banda a media altura justo entre los dos centrales y lejos del portero para que alguien entrara desde segunda línea. Los culés, con su defensa de estreno, Busquets-Abidal, no se enteraron demasiado de la jugada.

El gol de Stuani puso de los nervios a los locales. Por supuesto, pudo llegar el tercero al contraataque pero curiosamente los de Guardiola se olvidaron de su principal arma: defender con el balón. En lugar de triangular aprovechando la presencia de Thiago, Xavi e Iniesta, prefirieron jugar un partido de ida y vuelta, con numerosas faltas y balones colgados. Ninguno de ellos causó peligro para Valdés pero fue una manera absurda de complicarse la vida.

En definitiva, partido tramposo, apenas tres días antes del decisivo choque de Copa en San Mamés y que el Barça solventa como era de esperar: sin brillo, con despistes, con mucha Navidad aún en la cabeza… pero con victoria, la undécima seguida desde que empatara también en casa contra el Mallorca en un partido muy parecido. El lunes será turno para el Madrid de demostrar en Getafe que sigue en la lucha.