sábado, julio 31, 2010

Bibiana Aído y la gente de derechas


Bibiana Aído, ministra de Igualdad -¡de Igualdad!- confiesa en una entrevista en El Mundo -¡en El Mundo!- que "nunca podría tener una pareja de derechas". La persona que se supone que vela por que a los ciudadanos se les vea como ciudadanos sin importar su raza o su sexo o su religión sí tiene claro que en política sí hay que poner límites. En cualquier caso, está en su derecho. Si solo quiere parejas de izquierdas, tampoco lo tendrá tan difícil para encontrarlas.

Yo creo que he tenido novias de izquierdas y de derechas. Soy un tipo raro, quiero a la gente y no a las ideas. He tenido parejas muy de izquierdas y algunas que no reconocían ser de derechas pero que para Aído estarían en ese grupo, seguro. Ya saben que no tengo nada claro lo que la gente quiere decir cuando dice "izquierdas" o "derechas", aparte de las obvias connotaciones religiosas.

Tampoco querría llevar esto al extremo. Efectivamente, puedo asegurar desde ya que "nunca podría tener una pareja asesina en serie" o "nunca podría tener una pareja que violara ancianas". En resumen, nunca podría estar con una miserable. Aído dice que ella claro que puede tener amigos de derechas aunque sea a costa de no hablar de determinados temas con ellos "porque ya se sabe" o limitar su relación a ir al cine. La gente miserable -y la de derechas- es lo que tiene, que en los cines, entre la oscuridad y las palomitas, molestan menos.

Otra cosa es tenerles al lado todo el rato. Ah, no, eso sí que no.

No me gusta criticar a Bibiana Aído porque me parece muy fácil. Demasiado fácil y en demasiados aspectos. Hasta cierto punto, me provoca cierta ternura y no consideren que hay machismo en esta afirmación, más o menos lo mismo me pasaba con Pellegrini. Pero alguien capaz de decir todas estas chorradas no solo deja claro qué visión tiene de la vida como persona sino que prácticamente la inhabilita como política.

O, como poco, no deberían dejarla gobernar nada.

Menos algo llamado "igualdad" en lo que ella, está claro, no cree en absoluto.

viernes, julio 30, 2010

El silencio de Lorna

Como siempre, copio la reseña que he publicado hoy en Notodo.com

La crueldad, cuanto más sórdida, más efectiva. Si hay que denunciar, o resaltar algo de la sociedad que no nos gusta, abyecta y miserable, mejor mostrarlo sin más, sin comentarios ni moralinas. La mayoría de las cosas que suceden en el mundo, día a día, suceden sin pistolas ni tiroteos de por medio. Suceden con una crueldad quirúrgica, de miradas y palabras justas. Cuando uno está en el infierno sabe perfectamente lo que tiene que hacer y no necesita que se lo expliquen demasiado. Eso le pasa a Lorna y eso nos pasa a nosotros que al fin y al cabo hemos estado en el infierno mil veces aunque haya sido dentro de mil películas.

Los hermanos Dardenne hacen en El silencio de Lorna un impagable elogio de la distancia. La narración empieza a la mitad de la historia y ellos no se preocupan en sobreexplicar nada. El espectador poco a poco va descubriendo los problemas de esta inmigrante en busca de la nacionalidad belga a cambio de dinero y favores oscuros, descubre a los mafiosos que la rodean y que juegan con ella igual que ella en ocasiones juega con los demás. Descubre al novio que en realidad es un inversor. Descubre al marido de conveniencia: un yonki a punto de la sobredosis cuya muerte se espera como agua de mayo para poder inmediatamente concertar otro matrimonio y así sucesivamente. Un juego de fichas de dominó.

Todo lo que pasa en El silencio de Lorna lo hemos visto mil veces antes: redes mafiosas de italianos y rusos jugando con los destinos de jóvenes chicas albanesas o similar. Sólo que los Dardenne prescinden del espectáculo del horror para mostrarnos su cotidianeidad, cómo todas esas relaciones de poder podridas se van desarrollando sin más ante la aparente apatía de todo el mundo: sin orejas cortadas ni tatuajes ni musculosos guardaespaldas. Simplemente, la cámara está ahí y graba todo lo que va sucediendo. Hasta que se cansa. Cuando se cansa deja de grabar como empezó en su momento, sin razón aparente.

Por supuesto todo esto no sería posible -o sería posible, vaya, pero no de manera tan efectiva- sin la perturbadora actuación de Arta Dobroshi, nominada a mejor actriz en los Premios del Cine Europeo de 2009, y cuya mirada distante impregna toda la película. Una mirada que se empeña en no ver, y si ve algo, desde luego, no se le nota.

jueves, julio 29, 2010

Strange news from another star



Nuria escribía cartas desde el futuro. Estábamos en Cuenca, casi tres años después de todo-lo-feo y hablaba de escribir cartas desde el futuro. Cartas desde 1997, 1998. Un decalaje admisible. A mí me encantaba la idea. Una vez escribí que un buen blog personal no es el que cuenta lo que alguien hizo ayer sino el que se atreve a pronosticar qué va a hacer mañana. Adelantarse.

Nuria y Estíbaliz y Cuenca y San Mateo. Yo estaba con mi depresión adolescente de 16 años y me fui a pasar unos días allí con un amigo. Mediados de septiembre. Vaquillas y peñas. Ellos bebían mucho y yo no bebía nada, supongo que era algo parecido a un bicho raro, como siempre. Días de Los Rodriguez y "Numb", de U2. En el juke-video-box de un bar del centro acabábamos poniendo "Valentín", de una tal Vanessa, que años después cambió las eses por equis, el romanticismo por cierto cinismo y el pop por algo parecido a hip hop.

En fin, eso fue tres años antes de que Nuria se pusiese a escribir cartas desde el futuro, en la Semana Santa de 1997. Fue el año en que Blur sacó su mejor disco: "Blur". Fue el año de "Beetlebum", "Song 2" y para mí, sobre todo, "Strange news from another star". Me gustaba la idea del futuro porque representaba la ausencia de expectativas, representaba una especie de Edén desde el que se miraba todo a una distancia infinita. Con tiempo, precisamente. Esperando a que los demás lleguen.

Yo vinculaba el futuro a "Strange news from another star" por unas líneas autocompasivas y brutales: "All I´ve ever done is tame, will you love me all the same, will you love me though it´s always the same?". Yo tenía miedo de que en el futuro mirara atrás y me diera cuenta de que todo lo que había hecho estaba por debajo de lo que se esperaba, que no hacía más que repetirme y lo que es más grave, que la gente dejaría de quererme por todo ello. Dejaría de quererme por no ser genial.

Coquetear con el futuro era, en parte, coquetear con la mediocridad o, más bien, coquetear con que la mediocridad ya no importara, ya hubiera pasado, ya hubiera llegado ese momento de "¿me querrás pese a todo?" Es probable que ninguno de ustedes vean la relación. Trece años después incluso a mí me cuesta. Pero trece años después, insisto, aún me acuerdo de Nuria, de sus cartas, de la sensación vaga y todavía, en mi Facebook, escribo, muerto de miedo, la letra de la canción, esperando que alguien conteste: "Sí".

Pero nadie lo hace.

miércoles, julio 28, 2010

La vida en tiempos de guerra

Vuelvo a Neo2, que siempre es un placer y un orgullo. Aquí tienen el enlace a la reseña de "La vida en tiempos de guerra", de Todd Solondz. Y más abajo tienen la reseña, sin más.



El cine independiente americano debería tener cuidado de no repetirse en su intento continuo de ser original. Uno puede resultar pesado incluso en la genialidad, y algo de eso hay en “La vida en tiempos de guerra”, de Todd Solondz, el hombre que nos maravilló en “Happiness” y que aquí nos deja más bien perplejos. La película está compuesta por historias cruzadas y ácidas. Muy ácidas. Demasiado ácidas, diría yo, porque igual lo de la “crítica a la sociedad americana y sus absurdas costumbres” empieza a estar más visto que Jean Claude Van Damme repartiendo patadas voladoras cual centrocampista de la selección holandesa. Y es que a veces los extremos se tocan, ya se sabe.

“La vida en tiempos de guerra” pretende ser una película ingeniosa y en ocasiones lo consigue. Tiene personajes al límite, situaciones familiares trágico-cómicas al estilo “American beauty”, diálogos mordaces, grandes actores y una entrañable colección de perdedores, cada uno en su estilo. No da la impresión, en cualquier caso, de que estemos ante algo nuevo sino más bien ante algo pasado de tuerca. Sinceramente, algunas de las escenas resultan un poco excesivas y rozan el mal gusto. Épater le bourgeois. Hay algo de John Waters del siglo XXI en la película y eso puede entusiasmar o cansar. Yo respetaré por completo al que quiera entusiasmarse. Si el espectador consigue entrar por completo en el juego de Solondz, sin duda disfrutará de su gusto por el esperpento. Si, por el contrario, no puede dejar de recordar películas y películas anteriores de familias desestructuradas, niños que ejercen de adultos porque sus adultos ejercen de niños, perdedores en el amor y en la vida y ese largo etcétera, le costará un poco más.

Dentro del exceso, el personaje de la niña pequeña es un hallazgo y aquí lo dejo para no destripar la película. Sólo faltaría eso. Un hallazgo algo ochentero pero bien presentado y sin cargar. Eso es lo que quería decir al principio en realidad: el cine independiente tiene margen y buena prensa, y si quiere repetirse que lo haga… Pero que no cargue demasiado.

martes, julio 27, 2010

Las vidas posibles de Mr. Nobody



Supongo que uno se empeña en tener una opinión clara con respecto a todo y sencillamente eso no es posible. Por ejemplo, ayer, viendo "Las vidas posibles de Mr. Nobody". No tengo ni idea de qué decir sobre la película y desde luego no en términos de "es buena" o "es mala". Por momentos, me pareció aburrida, sobre todo al principio, en otros momentos, me pareció una obra maestra. Los recursos de realización son inmensos, el guión es algo enloquecedor pero no importa. Me recuerda muchísimo a Medem. Muchísimo. Al primer Medem, me refiero, al de los viajes por los ojos de las vacas y las casualidades constantes.

Al Medem de Ana y Otto, y no creo que sea ninguna casualidad -valga la redundancia- que una de las protagonistas de la película se llame Anna.

El atractivo del caos y la entropía.

Es una película de sensaciones y sentimientos unidos a un despliegue impresionante de efectos visuales y ciencia ficción. Un punto de Benjamin Button, un punto de Terry Gilliam, un punto de Luc Besson. Pero todo muy bien hecho, un montón de historias, de ensoñaciones a través de los ojos verdes de Jared Leto. Al menos una historia de amor preciosa y otras dos desquiciantes. Un metraje algo largo, quizás. En fin, si yo leyera en alguna parte que Mr. Nobody es una película buenísima probablemente pensaría que está exagerando. Si leyera que es un tostón diría que ese comentario es muy injusto.

Simplemente, es un deleite de imágenes y sensaciones sin demasiada hilazón pero sin caer en surrealismos baratos. Y lo que es a mí me gustó mucho. Al final casi todas las críticas acaban en algo tan simple como eso: "me gustó / no me gustó" y que cada lector se atenga a las consecuencias.

lunes, julio 26, 2010

Despedida a Raúl González Blanco


Raúl debutó con el Madrid el segundo año que yo me hice antimadridista, es decir, el año de consolidación. Temporada 1994/95, con Valdano en el banquillo y toda esa información de Wikipedia. Siempre me gustó, aunque solo fuera por afinidad de edad -fue el primer deportista de élite nacido en 1977- y por el mérito enorme de todo lo que hacía. Por Raúl he peleado mucho, más con madridistas que con antimadridistas, como me pasó con Guti o en su momento con Casillas, hasta su beatificación definitiva.

La historia de Raúl en el Madrid y en el fútbol español es impresionante. Cualquier extranjero que repasara datos en 2008 decidiría sin lugar a dudas que era el mejor jugador español de todos los tiempos y sería difícil quitarle la razón: olvidemos las seis ligas y las tres Copas de Europa. Olvidemos incluso los dos Pichichis aunque casi nunca le pusieran de delantero centro, donde de verdad hubiera rendido al cien por cien. Olvidemos que vivió a la sombra de los galácticos de Lorenzo Sanz -Mijatovic, Suker, Roberto Carlos...- y los galácticos de Florentino Pérez -Figo, Zidane, Ronaldo...-, con el resquemor que eso provocaba en la prensa, siempre ávida de caras nuevas.

Olvidemos todo eso y centrémonos en algunas estadísticas demoledoras: Raúl abandona el Madrid siendo el máximo goleador de la historia del club, el máximo goleador de la historia de la Copa de Europa y el máximo goleador de la selección española. Ha sido decisivo en prácticamente todos los títulos que ha ganado su club: marcó en la final de París y en la de Glasgow, marcó en Copas Intercontinentales y derbis en el Camp Nou. Sentenció innumerables partidos con un 1-0, 2-1 o 3-2 en los últimos minutos. Créanme, un antimadridista recuerda todas esas cosas. Incluso en el último título blanco, la liga de 2008 con Schuster, acabó con 18 goles. Los mismos que marcó el año siguiente, el de la debacle del 2-6.

Raúl pasó por rachas dudosas en lo deportivo -continuos cambios de posición para acomodar a los nuevos fichajes, dudas constantes sobre su capacidad técnica- y en lo personal. Aún recuerdo cuando en los campos se cantaba "Raúl es un borracho" con la música del "Laura no está" de NEK. Raúl tenía 21 años, ¿qué podía pedirse de un chico de 21 años que lo había ganado todo, multimillonario y con modelos a su alrededor? Superó todo aquello con un matrimonio, un montón de hijos y una sobriedad envidiable en cada una de sus declaraciones.

La pena es que Raúl no pasará a la historia por todo eso. Me da la sensación de que se le recordará como el tipo al que hizo falta echar para que España ganara algo. Su ausencia en los triunfos de 2008 y 2010 tiene un punto cruel, precisamente él, que sostuvo a la selección de 1997 a 2006, los años oscuros. Creo que aquellos equipos hubieran ganado con Raúl igual que ganaron con Güiza o Juan Mata. Pero el caso es que Raúl tuvo que pagar el pato y a la vista de los resultados, nadie puede quejarse.

En fin, a Raúl se le han achacado buena parte de los males del Madrid, pero para mí siempre ha sido lo contrario. Para mí, Raúl era el Real Madrid y viceversa: un equipo con talento justo, con genialidad justa, que no hacía nada demasiado bien pero que tenía una competitividad asombrosa, capaz de disputarle la liga al mejor equipo del mundo hasta el último partido dos años consecutivos. Un equipo -y un capitán- que no se rinden nunca. Eso es lo que más he envidiado siempre del Madrid y me temo que lo van a echar de menos.

domingo, julio 25, 2010

Sunshine cleaning

Copio aquí por su interés la reseña que publiqué el pasado viernes en Notodo.com:


Los parecidos de Sunshine cleaning con Little Miss Sunshine van más allá de la palabra repetida en el título y la coincidencia de productores: en ambos casos estamos ante películas de medio presupuesto, divertidas con un punto amargo -o amargas con un punto divertido- y que hablan de la familia y el fracaso en las relaciones personales. Por si a alguien no le quedaba claro, incluso Alan Arkin repite en el papel de abuelo excéntrico, viudo y con un curioso concepto de lo que consiste ser un emprendedor, siempre lindando con la picaresca.

La película de Christine Jeffs cuenta la historia de dos hermanas muy distintas: Amy Adams es organizada, trabajadora, sensata... pero vive anclada en su pasado de cheer-leader y novia del quarterback del instituto, con el que sigue manteniendo una relación adúltera varios años después. Relación, por cierto, que la ha convertido en madre soltera. Por el contrario, Emily Blunt -la inolvidable Emily de El diablo viste de Prada- es infantil, caótica y perezosa. Los roces están asegurados, más aún cuando ambas colaboran en un mismo proyecto que se supone muy lucrativo: limpiar los lugares donde ha habido una muerte violenta. Sangre y vísceras. Olor y tristeza.

En medio de todo este ambiente decadente queda el pequeño Oscar, quien, para variar, también presenta una personalidad disfuncional, con transtornos obsesivo-compulsivos que le impiden seguir una educación normal en la enseñanza pública. ¿Cómo es posible hacer de todo esto una comedia? Bien, pues Christine Jeffs lo consigue. De hecho, si fuera un drama queda claro que sería insoportable. Los personajes tiran hacia adelante como pueden y sacan de donde no tienen. ¿Triunfan siempre? No, de hecho, no triunfan casi nunca, pero como en Little Miss Sunshine, y pedimos disculpas por la enésima comparación, el resultado del concurso -de la vida- es lo de menos. Lo que importa es el camino. No solo cuenta el talento sino sobre todo el valor.

sábado, julio 24, 2010

Alberto Contador gana su tercer Tour de Francia


Cuando eche un vistazo atrás, Andy Schleck se dará cuenta de que él perdió el Tour de Francia de 2010 y se tirará de los pelos. Esto no es quitarle méritos a Contador. Ganar cuando eres el más fuerte es complicado, así que ganar cuando no lo eres ya es la leche. El de Pinto llevaba diez días tomando antibióticos y sufrió una pájara monumental en la última contrarreloj, mezcla de dolores estomacales, ataque de ansiedad y una evidente incomodidad en la bici -se iba para adelante en el sillín, tenía que volver a colocarse, miraba a izquierda y a derecha para coger aire o vomitar, no se sabe bien...-. Aun así ganó a Schleck, y por 39 segundos, justo los que el luxemburgués perdió el famoso día de la cadenita.

Haría mal Andy en centrar su ira en aquel día. 39 segundos de mala suerte en todo un Tour no es demasiado. Me parece incluso poco. Contador se quedó cortado por una caída ajena en la etapa del pavé y todavía tuvo tiempo para una avería en el último kilómetro. En total perdió un minuto y trece segundos con respecto a su rival. Schleck tendría que pensar en todas las demás oportunidades perdidas por su incomprensible conservadurismo, por la falta de fe en sus fuerzas. Repasemos: los 42 segundos perdidos en un prólogo de 8 kilómetros solo por evitar una caída me parecen excesivos y, a la postre, claves. Se ha visto que en 8 kilómetros, Schleck puede estar más o menos a la altura de Contador, diez segundos abajo como mucho.

Ahí empezó un festival del amarre. Tras el pavé, con la ayuda de Cancellara, se puso líder. En Morzine, con Contador tocadísimo, solo le atacó a falta de 500 metros. Bjarne Riis, director deportivo del Saxo Bank, reconocía ayer que ahí perdieron el Tour, que él le había pedido a Andy que atacara antes pero que éste se había negado. "Mejor esperar a los Pirineos". Schleck ha sobreestimado a Contador y su leyenda durante todo el Tour y en esa etapa también: un solo ataque y el madrileño no pudo ni responder. La ventaja en tan poco espacio no pudo ser superior a los 10 segundos. Cinco kilómetros antes aquello podría haberse convertido en una minutada.

Más cosas incomprensibles: llega a los Pirineos con 31 segundos de ventaja. No ataca en la primera etapa de montaña. Ataca en la segunda pero se le sale la cadena, vale, es lo que tiene cuando lo fías todo a un solo ataque y, para variar, a un kilómetro de la cima. Lanzas una carrera que luego la mala suerte o la torpeza técnica te impide seguir. Dejas pasar la tercera etapa pirenaica -pedazo de etapa- y lo vuelves a fiar todo a un ataque en el Tourmalet, aunque esta vez al menos el ataque viene de abajo. Un ataque, eso sí, y el resto a ritmo. Dejar a Contador, incluso a este Contador a ritmo, es mucho dejar. En la contrarreloj final digan lo que digan no ha estado soberbio. Ha estado en los tiempos de Samuel Sánchez, el problema es que Contador ha estado dos minutos peor que Menchov.

¿Qué se puede decir sobre Alberto? Es obvio que no ha estado bien en todo el Tour. Nervioso como el resto de su equipo, en una especie de lucha contra sí mismo y la prensa y el público. Parece demasiado frágil, igual que lo pareció el año pasado en la lucha interna con Armstrong. Pero no, no es frágil. Se aguanta como un campeón. Si Schleck va a todo gas en el Tourmalet, él va a todo gas y hace el paripé de atacarle para marcar terreno. Si llega a la contrarreloj hundido físicamente saca fuerzas de donde sea para acabar el 35º sí, pero por delante de su rival.

Da la sensación de que Contador es un luchador más que un superclase. Todas sus victorias en grandes vueltas han tenido un punto agónico: ganó su primer Tour en 2007 después de la descalificación de Rasmussen, que lo tenía ganadísimo, y viniéndose abajo también en la última crono. Evans quedó a 23 segundos, Leipheimer a 31. Ganó el Giro de 2008 con lo justo, salido de vacaciones, aguantando como pudo a Riccò y Di Luca en la montaña y decidiendo esta vez en la última crono, a la que llegó con cuatro segundos de ventaja. Parecía no tener rival en la Vuelta 2008 pero se complicó la vida muchísimo, dejando a Leipheimer -de nuevo- a solo 46 segundos. El Tour 2009 se decidió en la última semana y con una cierta holgura pero tras una tensión con todo su equipo incomprensible. Ahora, en el Tour 2010 volverá a subir a lo más alto del podium sin haber ganado una sola etapa -como en el Giro 2008- y con una diferencia menor de 50 segundos, como en el Tour de 2007 y la Vuelta de 2009.

No sabemos cuál es el futuro de Contador. Sabemos que gana, que es completo en todos los terrenos y que lucha como el que más. También sabemos que hasta ahora ha sido más un gestor que un hombre de exhibiciones y sus apretadas victorias así lo demuestran. Ahora bien, ha ganado su quinta gran vuelta a la edad a la que Induráin y Armstrong ganaron su primera. Es difícil pedirle que, además, las gane todas de paliza. ¿Saben cuántos corredores habían ganado tres Tours a los 27 años? Eddy Merckx, que llevaba 4 más 3 Giros, y Bernard Hinault, otros 4 Tours, 2 Giros y 1 Vuelta.

Es decir, no lo regalan.

La carrera de Contador debería empezar ahora y sin embargo ya ha llegado donde muy pocos han llegado en toda su vida. Pedirle además contundencia y exuberancia sería mucho. Veamos qué pasa a partir de ahora. Cuando un tipo gana siendo el mejor y vuelve a ganar cuando no lo es, ese tipo está llamado a pasar a la historia.

Impossible is nothing


No me gustó "Just do it". Puede que no lo entendiera o puede simplemente que me pareciera demasiado agresivo, como si estuvieran pidiendo demasiado de mí y además con prisas. Creo que hay que tener cuidado con las formas. Me encantó, sin embargo, el "Impossible is nothing" de Adidas. Probablemente fue el primer eslogan que asumí como propio e incluso me lo puse como mensaje de bienvenida en mi Nokia decrépito. Me gustaba incluso el cambio rimbombante de estructura sintáctica: "Nothing is impossible" sonaría demasiado a Disney o Harry Potter, supongo.

No sé de quién fue esa campaña de los jugadores de la selección española de fútbol tatuándose las excusas de siempre sobre el cuerpo: "Nunca pasamos de cuartos", "Siempre se vienen abajo en los momentos decisivos", etcétera. Era muy buena. Recuerdo los anuncios de Puyol con todos los tópicos tatuados, mirando fijamente desde las paradas de Metro y el eslogan definitivo: "Ser español ya no es una excusa, es una responsabilidad". Me pareció genial, aquello. La gente debería entender que en lo de "yo soy español, español, español" hay mucho más de reivindicación de marca comercial que de exaltación de algún tipo de patriotismo fascista.

Sigamos alternando Adidas y Nike para entender el mundo contemporáneo: en los Juegos Olímpicos de 2008, incluso con mi detestado lema "Just do it", Nike sacó la campaña "Courage": "Everything you need is already inside". La sintonía era "All these things I´ve done" de los Killers, incluyendo la repetición machachona del "I´ve got soul but I´m not a soldier" y la inserción acertada del "Time, truth and heart" en el momento oportuno, poco después de ver a Lance Armstrong lleno de electrodos, pálido, calvo y esquelético en la cama de un hospital y décimas de segundo después, de amarillo ganando un Tour.

Aquello era impresionante. Ríanse de los vídeos de motivación.

Últimos apuntes de estética, y recordemos que la estética lo es prácticamente todo: cuando el Barcelona ganó la última liga, sacaron unas camisetas en las que se leía -traduzco del catalán-: "No piensas en una temporada, piensas en la historia". Aquello, se demostró después, era un alegato en favor de la cantera. En el anuncio correspondiente, chavales de las categorías inferiores del equipo iban entrelazando sus compromisos con los de los canteranos ya establecidos en la primera plantilla. Algo así  como "no somos mercenarios, queremos dejar un legado".

Para terminar, el impresionante anuncio de Nike en la Puerta del Sol de Madrid durante tres semanas, pese a Suizas y Relaños: "Es nuestro año, será nuestra era". Por supuesto, había algo pretencioso y excesivo en aquel anuncio. Algo ridículo si al final Chile... No quiero ni pensarlo. En fin, por supuesto que había algo de estética "300" en aquello, pero era un compromiso y era nuestro compromiso. Los eslogans políticos desaparecen y se convierten en algo más suave. El fútbol sustituye a la guerra y todo ese largo etcétera. Si se fijan, todos esos eslogans que yo he admirado durante los últimos años simplemente porque creía que sacaban lo mejor de mí o al menos algo de mí que merecía la pena los podría haber firmado Goebbels hace ochenta años.

"Es nuestro año, será nuestra era", al extremo, debería haber sido el lema del Tercer Reich y no es descartable que en los sótanos de Asia donde adolescentes o niños fabrican Jabulanis en serie a alguien se le haya ocurrido poner en letras bien grandes "El trabajo os hará libres".

En fin, me pierdo. Yo no quería hablar del nazismo ni de su indudable atractivo estético, y esto lo reconocerá cualquiera que haya visto "En busca del arca perdida". Mucho menos quería hablar de explotación infantil. En el fondo, no tengo ni idea de lo que quería hablar pero seguro que hay gente mucho más inteligente que yo que coge toda esta información, toda esta serie de eslóganes de Napoleón sobre colinas egipcias -cuarenta siglos nos contemplan- y sabe sacar conclusiones. Épica, estética y adoración del ídolo. Aunque sea Cristiano Ronaldo. Escribe el futuro, le decían en un vídeo absolutamente maravilloso. Y él escupiendo a las cámaras, le parecerá bonito.

viernes, julio 23, 2010

La intuición y la constancia (una crónica post-opositora)

Voy a ser sincero: llevo cuatro convocatorias seguidas examinándome a profesor de la Escuela Oficial de Idiomas y siempre he aprobado el examen. Ahora bien, jamás me aprendí un tema de memoria, ni lo escribí previamente, ni lo recité, ni me aprendí otras programaciones didácticas ni preparé las unidades más allá de unas pocas fotocopias y ejercicios que sabría luego exponer ante el panel. Simplemente, no me veo capaz, me falta constancia.

La constancia gana plazas de empleo público igual que la defensa gana campeonatos de la NBA. Uno puede sacar un 7,8 -mi mejor nota en estas convocatorias- a base de intuición y talento incluso en un año en el que ha pasado dos veces por quirófano, ha luchado a brazo partido con una prostatitis bacteriana -una enfermedad que, créanme, puede volver loco a cualquiera- ha pasado por varias enfermedades familiares y no familiares que aún siguen coleando y ha lidiado con un agotamiento casi crónico, acentuado por un final de curso más que estresante.

En definitiva, un año en el que no diré que no he tocado un libro pero la mayoría de las lecturas han sido en trayectos de Cercanías o de metro entre acupuntores y fisioterapeutas.

El hecho de haber sacado mi mejor nota en mi peor momento -recuerden hace dos años: toda aquella inmensa vitalidad- no deja de hacerme sentir orgulloso. Supongo que eso dice algo de mí, mi intuición a la hora de manejarme por un examen y lo que de alguna manera vaga podría llamarse talento. Pensar que podría llevar otra vida o que podría ser de otra manera es hacer metafísica. Sencillamente, las cosas son como son y nada ocurre sin razón, que diría Leibniz. Sí echo de menos algo de esa constancia. La constancia de los cursos y los méritos. La constancia que no da 7,8 sino 9,5. Admiro esa constancia. No lo digo siempre porque uno no va diciendo siempre que los métodos de los demás son los mejores, sería una manera absurda de delatarse, pero la admiro, claro que sí.

Supongo que la nota me bastará para trabajar el año que viene aunque sea con la mochila a cuestas. Supongo que eso me vale, porque sigo siendo un hombre con extrañas prioridades. Pero de alguna manera prometo reformarme y sumar cosas al repertorio. En resumen, que estoy contento y quería compartirlo, pero también quiero felicitar de corazón a los que se lo han currado y han llegado hasta donde yo no. Un extraño sentido de la justicia me invita a creer que se lo merecen más.

martes, julio 20, 2010

El affair Contador-Schleck


En el deporte, uno se acostumbra a que los competidores se lamenten de su mala suerte de manera constante. Como si perder no fuera con ellos, solo ganar. Lo que es inaudito es que se culpe a otro de la mala suerte propia. Realmente, creo que esta es la primera vez que lo veo. Hagamos un repaso: Andy Schleck, líder del Tour, ataca a dos kilómetros de la cima del último puerto de la etapa. Vinokourov y Contador salen a su rueda embalados y parece que le van a alcanzar cuando intenta cambiar el desarrollo, la cadena se sale y se queda clavado. Intenta arreglarlo con la mano pero no puede, se baja, se pone nervioso, pierde casi un minuto y vuelve a salir disparado.

Mientras tanto, los demás siguen su camino. Contador mantiene su ritmo y se le pegan a la rueda Samuel Sánchez y Denis Menchov, tercero y cuarto en la clasificación general. Entre los tres van a relevos y, aunque Schleck se deja la vida, acaban sacándole 40 segundos al final de etapa.

Yo no niego que eso sea una mala suerte terrible. Pasas de poder sacar tiempo a perder el maillot amarillo. Es una desgracia. Lo que no entiendo es qué parte de culpa tiene Alberto Contador en esto: los tres se van para adelante y no solo los tres, sino hasta quince corredores que luego Andy tiene que ir superando. Están llegando a la cima del puerto y van a toda velocidad, desperdigados por ese último kilómetro. ¿Qué es lo que se supone que debe hacer? ¿Esperar a Andy? ¿Qué quiere decir "esperar a Andy"? Porque Andy iba con más corredores. De hecho, cuando corona lo hace en un grupo de seis, ¿espera a los seis? ¿Y Menchov y Sánchez qué hacen, esperan también a todos a los que han dejado de rueda en la ascensión y empiezan todos de cero?

Me parece una de las discusiones más ridículas de los últimos años. Ya me extrañó cuando después de que varias caídas dividieran en tres el pelotón en una etapa llana y tanto Andy como su hermano Frank se habían quedado cuatro minutos atrás, todos decidieran neutralizar la etapa y esperarles. Caerse también es mala suerte, pero no es culpa de los demás. No veo por qué en una carrera hay que esperar a alguien, pero bueno, había margen, quedaban 50 kilómetros, no pasa nada... La siguiente etapa pasa por tramos de pavé, Frank Schleck se cae, corta a Contador...y Cancellara y Andy aceleran. Armstrong pincha... y Cancellara y Andy aceleran. No miraron atrás entonces ni pidieron "fair play". No, para adelante como los de Alicante. En aquella etapa, Contador pinchó cuando no quedaba ni un kilómetro y perdió 20 segundos más con respecto a su grupo -un minuto en total con respecto a Schleck-. ¡No le esperó ni su compañero de equipo Vinokourov!

Ya saben que tolero la bondad pero el "buenismo" me repatea. Que le espere, dicen. No entiendo nada, de verdad. Todo el mundo silbándole como si él fuera solo en la escapada y encima, el pobre, va y pide perdón. Inaudito.

lunes, julio 19, 2010

Juan Luis Guerra - Me sube la bilirrubina



"Guerra" fue la palabra de 1991. Empecemos: a principios de año aún coleaban las noticias sobre Juan Guerra, hermano del vicepresidente del Gobierno. Despachos utilizados de manera ilegal y posible aprovechamiento del apellido para medrar e incluso coaccionar. Cosas que ahora a más de uno le harían partirse de risa pero que, en su momento, suponían el principio del final del idílico sueño del PSOE de los 80 y acabaron con la dimisión de Alfonso Guerra un 12 de enero.

La primera de unas cuantas, porque los años siguientes, y no hace falta irse tan lejos como Roldán y Laos, fueron una sucesión de escándalos e incompetencias. Crímenes y castigos. La pérdida de la inocencia, para algunos críos como yo que creíamos firmemente en que todo lo que hacían los que mandaban estaba bien hecho. Por definición.

En verano, aunque la cosa había empezado un poco antes, llegó la explosión de la bachata con Juan Luis Guerra. Consiguió estar en todos lados con dos discos distintos. Lo bueno del anonimato es que de repente un éxito se transorma en varios: en el actual y en todos los pasados que quedaron desapercibidos. Guerra, con sus 4-40, había dado un primer aviso con "Woman del Callao", pero aquella excentricidad post-ochentera se mezcló con otras extravagancias centroamericanas del tipo "Mi abuela", aquel maravilloso amago de rap de Wilfred y La Ganga, o "Devórame otra vez" del esperpéntico Lalo Rodríguez y se perdió un poco en el recuerdo.

Entre 1990 y 1991, Juan Luis Guerra arrasó en España con "Ojalá que llueva café en el campo" y "Bachata Rosa". "Arrasar" es quedarse corto. Guerra estaba en todos lados: en especiales de verano, de Navidad y de primavera, en plazas de toros y estadios, en radiofórmulas y estaciones pirata. Incluso en películas de Nanni Moretti. Eran dos discos muy buenos. Muy carnales. Muy de "me sube la bilirrubina cuando te miro y no me miras". Había decenas de buenas canciones en esos dos discos y yo pasé buena parte de mi adolescencia tarareándolas. Aún en 1994 salía de las fiestas haciendo torpísimos movimientos de cintura y desafinando "Rosalía, dímelo pronto, tengo un conuco de arcoiris bajo el arroyo".

Querida mujer (dos puntos) no me hagas sufrir (coma).

Diría que su gran éxito, aparte de la bailable bilirrubina y el emotivo café lluvioso, fue una canción tremendamente sexual llamada "Burbujas de amor" o "Quisiera ser un pez", según la edición, y que dejaba bien claro que aquel hombre lo que quería por encima de todas las cosas era follar y nos parecía bien, en eso estábamos todos con él. Luego se volvió ultrarreligioso y dejó algunos discos mejorables. La fiebre, como todo en esta vida, se pasó.

En fin, Juan Guerra, Alfonso Guerra, Juan Luis Guerra... y la Guerra de Irak. Menudo 1991 nos dio la Guerra de Irak. Era nuestra primera guerra, por supuesto. La primera televisada, en cualquier caso. Los niños bien del Willoughby poníamos la CNN para enterarnos en directo de los scuds de ida y de vuelta. "Un scud para el Joventut" cantábamos en los partidos del Estudiantes. Comparado con lo que hemos visto después -y desde luego con lo que no habíamos visto antes- aquello era de una cutrez inmensa, corresponsales con máscaras anti-gas protegiéndose de imposibles ataques químicos en pleno Tel-Aviv. Ángela Rodicio informando desde Bagdad para Televisión Española.

Al día siguiente comentábamos la jugada. Eso y la crisis del Madrid. Cinco ligas seguidas para acabar en esto. ¿Y por qué demonios no pasaba la bola Hagi? Gica Hagi y Sadam Hussein. Conversaciones de fin de ciclo.

domingo, julio 18, 2010

Más allá del puente


Mi admiración irredenta por Álex Brendemühl viene de un visionado fugaz en La 2 de "Un banco en el parque". De aquello debe de hacer casi una década y derivó primero en un artículo y luego en una más extensa entrevista. "Más allá del puente", la obra dirigida por Roger Gual -"Remake"- y que se representa estos días en el Teatro Lara de Madrid es un ejemplo más de la calidad y los registros de este actor.

La obra tiene ese encanto de las cosas ya descubiertas. No hay nada demasiado original en "Más allá del puente": dos chicos se conocen y se enamoran. Son maniáticos e inseguros. Ella más insegura y él más maniático. Las cosas a veces van bien y a veces van mal. Ya saben, el amor. Sin embargo, funciona. Funciona gracias a un libreto fantástico, con diálogos realmente soberbios, a una excelente puesta en escena y sobre todo gracias a la actuación de Brendemühl y la sorprendente Marta Torné, en la que, he de reconocerlo, no confiaba mucho.

Aunque a veces dé la sensación de que a Brendemühl le pones de acompañante al pulpo Paul e igual te sale una obra redonda. Esa clase de actor.

Mención aparte para los elegantes juegos con el público, sin el mal gusto del "épater le bourgeois" pero sabiendo provocar las risas y sobre todo para la banda sonora que acompaña los altibajos de la pareja. Honestamente, no sé hasta qué punto las canciones representaban fielmente los momentos de la obra, porque directamente me ponía a cantar: Violent Femmes, Joy Division, Radiohead y un largo etcétera. Treintañeros bohemios y sus canciones de adolescencia. Todo muy Guille Ortiz.

En fin, que puede resultar un poco tarde porque "Más allá del puente" solo se representará hasta el 25 de julio, pero es una oportunidad imperdonable de pasar una muy buena hora y pico de teatro con risas, ingenio y buen gusto.

viernes, julio 16, 2010

El lado oscuro del corazón

"Pero eso sí, y en esto soy irreductible. No les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo". Oliverio buscaba a la mujer imposible en lupanares y rincones de Montevideo y Buenos Aires. Recitando poemas a los coches atascados mientras los niños vendían kleenex. Iba a las fiestas a mirar a las vacas. Vivía a una distancia estética de todo, incluso de la muerte. A su alrededor, la gente se enamoraba y follaba. Él follaba y pedía imposibles. Todos ponemos listones.

Oliverio recitaba a Benedetti continuamente. "Mi táctica es mirarte, aprender cómo sos, quererte como sos". Qué gran mentira todo eso. ¡Querer a alguien como es, y además un poeta! No, Oliverio no las quería como eran, las quería como él quería que fueran. Por eso se las buscaba putas. Por eso nunca volaban. Hasta que...

Hay en "El lado oscuro del corazón" toda la pedantería que me resultaría insoportable en este momento y sin embargo mi cariño por la película sigue intacto. Darío Grandinetti, sublime, con pelo largo, andando lento y pausado, gabardina y cigarro, arrastrando casi los pies y entrando por vaginas gigantes. Benedetti, el mismo Benedetti al que yo veía comprar papel higiénico y comer tortitas con nata en el VIPS de Clara del Rey, haciendo de veterano marinero alemán, susurrando, nostálgico, "Weil ich dich habe... und nicht habe".

Nos aprendimos todas las poesías de la película y si descubrimos a Don Mario, si en algún momento nos llegamos a coger de la mano en Santander, bajo la lluvia, y recitamos "Táctica y estrategia" o "Corazón coraza". Si alguna vez amé y si algún día después de amar, amé, probablemente fuera por esos versos y esa pose. La pose de perdedor encantador de serpientes. Estética, estética, estética. 1993. Vi la película tres, cuatro veces, no lo recuerdo. Mi línea favorita era "Porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes".

Porque eres linda desde el pie hasta el alma, porque eres buena desde el alma a mí.

Weil ich dich habe...


Recitábamos Neruda también, casualidades. Mi visión de la literatura era en dos dimensiones. Un tuerto de la poesía, todo plano, sin matices. Neruda y Benedetti, punto. A la gente que no nos gusta la poesía nos gusta Benedetti y Neruda, igual que a la gente que no le gusta la música clásica les gusta Pachelbel y Albinoni. Esta frase es de mi madre, al menos la mitad, pero es que es muy buena. La Chica Langosta, en aquel banco de Príncipe de Vergara, me miraba a los ojos, como si no pudiera entender nada y se limitaba a decir: "En tu casa, ir al teatro es algo bueno, en la mía es perder el tiempo".

La Chica Langosta no fue mi novia de los 90.

Igual la Chica Langosta volaba, ponerme a pensar en ello ahora mismo me resulta un poco obsceno, la verdad, porque los personajes quedan pero las personas siguen vivas. Volvamos a Oliverio y su programa de máximos. Puede que todos debiéramos tener un programa de máximos. Hace poco escribí: "He conocido a una chica con una vitalidad envidiable. Le perdono cualquier cosa a una chica de 21 años salvo que no tenga una vitalidad envidiable".

Yo no tuve la culpa, la chica apareció literalmente de ninguna parte. Jamás pude imaginar que sabría alemán.

jueves, julio 15, 2010

Para qué sirve una Constitución


Voy a ser un rancio y un inmovilista. Es lo que tiene la edad. Y el miedo, claro. Hay gente Hobbes y hay gente Rousseau, eso está claro, y probablemente yo sea de los primeros. Al grano: cuando era pequeño, la Constitución era lo más grande que había. Enorme. Un avance en todos los sentidos. Una garantía frente a la amenaza militar y golpista. Un acuerdo entre todos para garantizar la convivencia basándose en unos mínimos.

Por supuesto, hubo concesiones. Negociar implica conceder. Los que tenían todo el poder tuvieron que ceder ese poder y compartirlo, los que habían estado en la ilegalidad durante décadas tuvieron que renunciar a cualquier venganza y convivir como si nada. Ninguna de las dos cosas era fácil y sin duda, las dos partes tenían miedo. Pero había que hacerlo y había que hacerlo entre todos.

¿Puede modificarse la Constitución Española? Por supuesto. En cuanto nos pongamos todos de acuerdo otra vez y este matiz no es trivial. Una Constitución sirve esencialmente para evitar los caprichos. Los caprichos de los gobernantes y de los gobernados. Evita que la mayoría se coma a la minoría y hace respetar unos derechos y unas obligaciones.

A algunos les molesta que no recoja el derecho de autodeterminación de sus partes. Esa es otra garantía. La autodeterminación es un proceso en dos direcciones, me explico: puede que Cataluña en un momento dado decida, mediante sus instituciones y con el respaldo de la mayoría de sus ciudadanos -no digo un millón y medio, digo la mayoría- que no quiere ser España y punto. Del mismo modo, el presidente del Gobierno español mirando las cuentas podría decir: "Joder, es que Extremadura nos sale carísima" y decidiera, con el respaldo de su mayoría parlamentaria y un eventual referendum que Extremadura a partir de ahora no era España y que ahí se las tuvieran.

Las Constituciones se pueden modificar pero por supuesto que tienen que durar. Esa chorrada de "La Constitución no puede ser un monolito" no se sostiene. La Constitución es un monolito, o al menos una piedra fundacional. No se entiende de otra manera. ¿Se puede cambiar la Constitución a petición solo de una parte? Imposible. Entonces no estaría constituyendo nada. Exactamente eso es lo que se les exigía a los militares y post-franquistas en 1978: tenéis que respetar a los demás, aunque vosotros penséis exactamente lo contrario de esto, aunque os parezca una salvajada izquierdista.

El hecho de que ahora mismo la asonada militar no sea un riesgo no quita para que el pacto siga siendo el mismo: hay cosas que a mucha gente no le gustan pero que tiene que acatar para poder convivir con el resto. No me parece que esté diciendo ninguna barbaridad. En el fondo, el hecho de que ahora defender la Constitución sea una cuestión de fachas retrógrados y las acusaciones de coacción represiva a la hora de llegar al acuerdo original surjan por todas partes parece implicar una petición a que la otra parte también rompa el acuerdo. Quebrar una Constitución unilateralmente, sin consenso, supone quebrar el acuerdo democrático y de convivencia y es la antesala de una Guerra Civil.

¿Es eso ahora mismo una amenaza en España? No, claro. Pero no le veo el gusto a andar con esos juegos en un país que consiguió sumar tres guerras civiles y cinco golpes de Estado en lo que fue de 1833 a 1936.

Por supuesto, la Constitución es un traje incómodo porque no está hecha a medida. Al jovencito Aznar no le gustaba en absoluto. A mis abuelos, tampoco. Probablemente, los suyos tampoco estaban muy de acuerdo, pregúnteles si puede. Los cambios consensuados me parecerán perfectos. Pero mucho cuidado con los cambios no consensuados, los cambios basados en el "somos el 51% y a partir de ahora se hace lo que yo digo". Una Constitución, un Estado de Derecho, legisla para el 51% y para el 49%. Más que nada porque igual el mes que viene el 51 se convierte en el 49 y viceversa. De lo contrario, al final, unos tendrían que acabar matando a otros y que gane el más fuerte.

Eso me apetece más bien poco. En cualquier caso, si lo desean, en los comentarios pueden empezar a llamarme fascista.

martes, julio 13, 2010

Sombrero y Mississippi, de Ray Loriga

Quiero dejar claro desde el principio que poner mal un libro de Ray Loriga es para mí doloroso. No digo que sea un compromiso ni un mal trago, digo que es doloroso, sin eufemismos. Yo crecí con Loriga y me parece uno de los mejores escritores a los que he leído nunca. Pero me encargaron la reseña de este libro y no me gustó. No ya como crítico sino como lector. Espero que si Ray lee esto alguna vez pueda entender que no a todos nos gusta lo mismo y que mi admiración por él sigue intacta. Disculpen el desahogo pero para mí, como persona, era necesario. Tienen la reseña en formato completo en CulturaMas, su portal amigo.



No me puedo quitar de la cabeza una frase de Ray Loriga a finales de la pasada década y lo peor es que ni siquiera me acuerdo de cómo era literalmente. Venía a decir que llegó un momento en el que cada vez que un nuevo escritor sacaba un libro había un crítico dispuesto a darle un palo a él, aunque ni siquiera pasara por ahí. Creo, sinceramente, que la crítica fue muy injusta con la primera etapa de Loriga y creo también que Loriga se tomó muy en serio todas aquellas comparaciones con Mañas, Lucía Etxebarría y un largo etcétera.

¡Cómo culparle!

Habría que calibrar cuánto daño hizo aquello en el escritor y cuánto en sus lectores, entre los que me hallo. No voy a ser objetivo con Ray a estas alturas y si quieren pueden dejar de leer aquí pero se van a perder un montón de cosas. “Sombrero y Mississippi”, publicado por El Aleph Editores, continúa una marcada senda barroca que se vislumbraba en “Trífero”(2000) y que alcanzó su esplendor en “Sólo habla de amor” (2008) y sobre todo en aquellos prolijos relatos que formaban “Los oficiales y el destino de Cordelia” (2009). Puede que sea un camino correcto pero no se ven señales. Se ve a un hombre caminar entre la niebla y eso tiene un punto valiente, casi estoico, pero a la vez angustioso.

No voy a llevar esta reseña a una apología del minimalismo. Tampoco está claro que lo que hiciera Loriga en sus primeros libros, en aquel “Tokio ya no nos quiere” o el magnífico “El hombre que inventó Manhattan” fuera minimalismo, pero sí daba la sensación de resultar simple y vivo. Había vida por todos lados en la prosa de Loriga. Había ritmo y había sangre. Incluso en las peores páginas de “Héroes” había algún sentimiento que rescatar, algo que habías vivido en algún momento, probablemente en torno a los 18 años.

Yo entiendo que, como Lichis, Loriga acabara “hasta el culo de los Doors, la Velvet y Malasaña” y que, como cantaba Sabina, yo corro aquí el riesgo de convertirme en el crítico que indignado le acusa de jugar demasiado a la ruleta rusa. Sí me extraña cierta necesidad de reivindicación que en este libro se hace demasiado patente. No es un libro sobre literatura, es un libro sobre sus lecturas. Por supuesto, lecturas interesantes y normalmente bien entendidas pero que a menudo provocan digresiones que llevan al solipsismo. Yo sé que Loriga quiere decir algo pero no acabo de entender el qué. No lo explica. No hay ninguna voluntad de explicación en el libro y así ningún ensayo o tratado o crítica tiene posibilidad de avanzar.
En los mejores momentos, cuando Loriga baja a las cosas mismas, “Sombrero y Mississippi” es un libro interesante, que descubre aspectos del oficio de escritor que probablemente solo un escritor con 20 años de carrera ya a sus espaldas pueda ver. En los peores, no es más que una sucesión de nombres propios sin demasiado sentido. 

Solo en las primeras 13 páginas se cita a 21 autores distintos. La cifra en las 25 primeras se acerca a los 50 y en el total del libro debe superar con creces los 100. Insisto: no pretendo criticar la erudición. Suficientes mediocres tenemos en el mundo y eso incluye a la literatura como para pegar otro palo más a los que sí saben algo sobre algo y hablan con conocimiento de causa. Critico la enumeración. El afán por la lista. Todas las cosas que he hecho. Todo lo que he leído. Todo lo que sé.

Sinceramente, abruma.

Es curioso porque Loriga sigue siendo un excelente articulista. Las cosas mismas, de nuevo. La realidad. Es un cirujano maravilloso y un teórico con problemas. No sé en qué momento decidió evitar el entusiasmo o fingir que lo evitaba. Se ha vuelto en un escritor inaccesible y esto no es una crítica, insisto, es la constatación de un lector.

Es muy probable que todos estemos equivocados, y yo el primero. Es muy probable que estos libros, esta etapa, este encontrar de nuevo su voz, su estilo desemboque en algo grandioso. Eso esperamos. De momento miramos el río como los suicidas, desde una distancia infinita.

lunes, julio 12, 2010

El once ideal del Mundial


No voy a ser el tipo más original del mundo, pero sí me servirá para comentar algunas cosas más sobre el Mundial al hilo de cada jugador. Formamos con un 4-4-2 más o menos clásico.

Portero: Iker Casillas (España).- No ha sido un gran Mundial para los porteros, desde luego. Llámenlo Jabulani o como quieran, pero las cantadas han abundado en casi todos los partidos. Con Buffon lesionado, Cech en su casa y Julio César buscando todavía el gol del empate de Holanda, el trono ha quedado libre para Casillas, que ya estuvo inmenso en la Eurocopa y lo volvió a estar en el Mundial. Con 28 años es el jugador que más veces ha vestido la camiseta española, acumula una Eurocopa, un Mundial, cuatro ligas y dos Champions. Algunos dicen que es el mejor jugador español de la historia. No está muy lejos. El mejor portero, seguro. Acostumbrado al milagro diario desde hace una década en el Madrid, aquí ha tenido menos exigencias pero las ha resuelto con el mismo éxito. Suplente: Sketelenburg (Holanda), pese al gol que le cuela Forlán en semifinales.

Laterales: Maicon (Brasil) y Lahm (Alemania).- Uno de los pocos "grandes" que han estado a la altura en el Mundial. Durante cinco partidos, Maicon estuvo sensacional, sólido en defensa y subiendo continuamente al ataque en una exhibición de fuerza y de técnica. Ni siquiera la pronta eliminación de su equipo -cayó en cuartos, tampoco fue tan pronta pero parece que hace un mundo de aquello- hace discutible su puesto como mejor lateral derecho del mundo. Lahm cambió la banda izquierda por la derecha, pero su amplia trayectoria como lateral zurdo le hace un sitio en esta lista. Cumplió como siempre hace con su selección y solo sufrió cuando Del Bosque le colocó detrás a Pedro y le impidió subir alegremente al ataque. Suplentes: Sergio Ramos (España), impresionante en ataque, algo descolocado en defensa y Capdevila (España), nadie ha hablado de él pero no ha cometido ni un solo error en siete partidos, impresionante.

Centrales: Carlos Puyol y Gerard Piqué (España).- Cuando un equipo pasa cuatro rondas consecutivas, incluida una prórroga, sin encajar un gol y concediendo pocas oportunidades es porque sus centrales han estado soberbios. Ambos han sabido anticiparse a las jugadas, tirar el fuera de juego cuando era preciso e imponerse una y otra vez al juego aéreo del rival. Solo pasaron apuros en los contraataques, donde la colocación -ninguno de los dos, pese a las apariencias de Puyol, es demasiado rápido- es más diícil de controlar. Como lunar negro quedará el penalti absurdo de Piqué ante Paraguay, pero lo arregló Casillas. Suplentes: Juan (Brasil) y Metersacker (Alemania).- lo de Juan, durante cuatro partidos, fue un auténtico espectáculo.

Mediocentros organizadores: Xavi (España) y Schweinsteiger (Alemania).- Y mira que lamento no meter a Busquets, pero tampoco conviene abusar. Xavi es tan perfecto que se nos olvida que es perfecto. Además, no sabemos qué pedirle, porque no regatea, no tira, no marca goles... se limita a tocar e irse, conducir a la perfección, buscar siempre el pase imposible... y el posible. Sabe que solo de pases geniales no se vive y genera toda la fluidez de la selección. Probablemente el mejor jugador del Mundial junto a Iniesta. Schweinsteiger dio una demostración de poderío físico y técnico. Siempre ha sido un jugador amenazante por su verticalidad y su disparo, pero este año, junto a Khedira, dominó el centro del campo de su equipo en casi todos los partidos y ante Argentina, en concreto, dio una auténtica exhibición. Suplentes: Busquets (España) y Van Bommel (Holanda). Sí, da hostias como panes, pero sin él no se entiende que Holanda llegara a la final.

Mediocentros ofensivos: Sneijder (Holanda) e Iniesta (España).- Sneijder me gusta por lo que no aparece en los resúmenes y no me vuelve loco lo que sí aparece. Me explico: la gran mayoría de sus goles, como le pasaba a Deco en el Barcelona, son churros. Ahora bien, si consigue que el tiro rebote en tres tíos y acabe dentro es porque siempre está al rechace, siempre sabe colocarse, siempre controla todo el campo. Aparte de sus tres goles y medio (cinco según la FIFA), Sneijder fue clave en otros cuatro goles de Holanda, dando el pase final o iniciando la jugada definitiva, casi siempre a la contra. Probablemente, un jugador infravalorado en el Madrid y ligeramente sobrevalorado en la actualidad. El enfrentamiento directo con Xavi e Iniesta debería dejarle fuera de la lucha por el Balón de Oro.

En cuanto a Iniesta, poco que añadir. Es complicado que a lo largo de una carrera uno pueda ganar el Mundial, la Eurocopa, la Champions, el Mundial de Clubs, la Liga y la Copa. Más aún lo es que todo eso se haga en un lapso de dos años y marcando goles clave. Es esa clase de jugador especial que hace que todos los espectadores se levanten del sillón en cuanto toca el balón porque saben que va a pasar algo. Le falta creerse que puede marcar más goles. En realidad, no se le da tan mal, pero casi nunca lo intenta. Camino de ser el mejor jugador de la historia del fútbol español, recordemos que solo tiene 26 años y recién cumplidos. Suplentes: Müller (Alemania) y Robben (Holanda), la gran sensación del Mundial y un jugador determinante que, si falló en la final, fue porque al menos apareció en la final. Fue de los pocos.

Delanteros: David Villa (España) y Diego Forlán (Uruguay).- Mundial difícil para los porteros... y para los delanteros. No ha habido prácticamente sorpresas: Villa, Forlán y Klose se han encargado de los goles, pero sí que ha habido decepciones enormes como Torres, Van Persie, Rooney, Drogba o incluso Eto´o, a pesar de sus dos goles. No incluyo a Messi porque jugó de medio centro y jugó un Mundial más que digno, sin ningún tipo de apoyo. Villa metió a España en semifinales monopolizando el gol. No sólo eso, jugó muy bien pegado a la banda izquierda. Es el que da el pase a Iniesta para su gol frente a Honduras y supo entenderse a la perfección con sus nuevos compañeros del Barcelona. Forlán fue un ejemplo de constancia y orgullo: después de una agotadora temporada con el Atlético de Madrid, de 60 partidos oficiales, en la que fue decisivo, lleva a una selección casi desconocida a las semfinales del Mundial y además marca en los tres partidos finales: cuartos, semifinales y final de consolación. Impresionante. Probablemente no sea el mejor jugador del mundo y no mereciera el MVP del Mundial, pero también es verdad que poco más se puede hacer. Suplentes: Klose (Alemania) y Asamoah Gyan (Ghana), la experiencia y la juventud.

España, campeona del Mundo


Por un momento, nos volvimos a olvidar de que España era España. De que Iniesta, Xavi, Xabi Alonso, Busquets, incluso Navas, son los jugadores que son y no otros. La pasan, la dominan, la tienen, buscan al mejor compañero, avanzan casi como un equipo de rugby moviendo de banda a banda mientras el rival persigue como puede. Pero no chutan a puerta. Y cuando chutan, lo suelen hacer mal.

Por un momento, renegamos, igual que lo hicieron tantos ante Suiza. Tanto toque para nada. Tanta horizontalidad absurda. Tanta generosidad y tan poca mala leche. Los chicos buenos se acabarían yendo a casa con las manos vacías frente a los chicos malos en cualquier contraataque de Robben.

Pero no. Es probable que España haya jugado el mejor fútbol en décadas y sin embargo sea el campeón que menos goles ha marcado en un Mundial: ocho en siete partidos, y uno de ellos en la prórroga. España no es un equipo goleador pero es el mejor equipo del mundo. Es el equipo que es y no sé por qué nos asustamos a estas alturas. A todos nos gustaría que Ramos metiera los cabezazos solo ante el portero, que Iniesta mirara la portería, que Xavi tuviera llegada desde segunda línea, que Busquets se animara de vez en cuando, que Navas regateara hacia dentro en vez de hacia afuera, etcétera...

Pero gracias a Ramos, a Iniesta, a Xavi, a Busquets, etc. somos campeones del mundo. Campeones del mundo.

La final adquirió tintes trágicos. Honestamente, yo no los esperaba: yo esperaba un 2-0 o un 3-0 cómodo. Esperaba el gol de Pedrito de cada competición, algún balón suelto de Villa e incluso la reivindicación tardía de Torres. No fue posible. Holanda demostró ser un rival agotador y peligroso en todos los sentidos: que el árbitro les permitiera jugar con once hasta el minuto 109 fue un milagro y una vergüenza. Perder una final siempre es lamentable pero perderla así, además. Sin jugar a nada. Dando patadas alevosas y con mala intención. Buscando tan solo un error y el contraataque.

Corrieron mucho, eso sí. Y corrieron con suficiente organización como para no descomponerse nunca. A España, como es habitual, le faltó el primer gol y empezaron los nervios. Robben pudo marcar dos veces, pero jugarte toda una final a la carta Robben es lo que tiene. En España pudo marcar Ramos dos veces, Navas, Villa completamente solo y en el área pequeña, Cesc en un mano a mano con el portero... imposible. Lo impresionante de esta selección es que ha sabido aceptarse como es. Algo que no han hecho muchos de sus aficionados. ¿No tenemos facilidad para el gol? Muy bien, pues entonces esperaremos con la puerta a cero hasta que caiga.

Permítanme que insista en un detalle. Entre las eliminatorias de la Eurocopa 2008 y el Mundial 2010, España ha jugado siete partidos con dos prórrogas. En total, 690 minutos más descuentos. Ha metido solo ocho goles y tres vinieron en un solo partido... pero no le han metido ninguno. A mí me parece espectacular que un equipo volcado al ataque, con la posesión constante del balón, sin ningún miedo, con la convicción de ir a ganar siempre y ser valiente pueda a la vez mantener un registro así. 690 minutos de eliminatorias al más alto nivel sin recibir un gol.

Y me gustaría contar las oportunidades concedidas, prácticamente todas al contraataque.

España es el fútbol total. Es la armonía de la defensa, la creación y el juego ofensivo. Obviamente, le falta la brillantez del gol, pero su superioridad con los demás equipos es tan grande que aun así acaba ganando. 1-0 a Portugal, 1-0 a Paraguay, 1-0 a Alemania, 1-0 a Holanda. ¿Ustedes saben la presión que supone jugar siempre al filo en una competición así? No, ninguno tenemos ni idea. Estrellarse una y otra vez en los postes, los porteros contrarios o los botes raros del balón. Ver que dominas y dominas y no hay manera. Y sin embargo, sigues dominando.

Reconozcamos que la final fue aburrida. Para todo el que no fuera español u holandés tuvo que ser algo parecido a un suplicio. Rugby en estado puro. Reconozcamos, incluso, que el juego español, con su falta del espectáculo del gol corre el riesgo de no calar demasiado hondo. Pero el que sabe de fútbol, el que ve a Iniesta y a Xavi, a Puyol y a Piqué, a Sergio Ramos en su mejor partido y a Busquets y Alonso sabiendo qué hacer en todo momento, lo apreciará. No solo eso sino que se acordará, con los días, de que Torres, Cesc y Silva, llamados a ser tres grandes estrellas de la Premier del año que viene, apenas participaron en el campeonato, aunque el pase de gol de Cesc de hoy hace justicia con un hombre llamado a ser el futuro de la selección.

Y hablando del futuro, tengamos claro que esto no acaba aquí. Yo no digo que vayamos a ganar siempre. Ganar es algo muy azaroso. Robben la ajusta un poco más y en Amsterdam ahora estarían de fiesta. Yo digo que este estilo sigue y que sus jugadores también: Ramos, Iniesta, Cesc, Piqué, Busquets, Navas, Mata, Pedro, Llorente, Silva, Javi Martínez y Albiol no tendrán ni siquiera 30 años en el próximo Mundial de Brasil. Casillas tendrá 33, una edad perfecta para un portero. Villa y Xabi Alonso, con 32 llegarían justos, y obviamente habrá que relevar a Xavi, Puyol, Capdevila y Marchena. Pero aparecerán, seguro. Están apareciendo: los Bojan, Muniaín, Jeffrén, Thiago, Canales, Domínguez...

El anuncio de Nike de la Puerta del Sol, siempre tan exagerado, decía "Es nuestro año, será nuestra era". A veces, pienso que, después de todo, puede que no estén tan desencaminados.

domingo, julio 11, 2010

Los Rodríguez -Disco Pirata

"Mis amigos me dijeron Andrés, no te enamores la primera vez". No entendíamos esa frase. Yo no la entendía y hasta donde recuerdo, Vicente directamente la reformulaba: "Andrés, no te enamores por primera vez". Eso era más fácil porque estábamos en edad de enamorarnos por primera vez todos. Lo de los rollos de una noche con continuidad sufriente nos pillaba un poquito lejos a los 15 años, si hay que ser sinceros.

Todavía lo llevamos mal.

La primera vez que escuché a Los Rodríguez fue en el coche de mi tío Pancho, algún día de mayo. Él tenía una cinta grabada y a su vez me la grabó a mí. Me encantó. ¿Cómo se llamaba aquel disco? ¿"Buena suerte"? Escuchaba "Mi enfermedad" y "Engánchate conmigo" como un loco adolescente. Voy a sacar a pasear mi dolor como un tonto hasta acabar conmigo. Eso y Nirvana, ya ven, una alegría de chico. Era uno de esos grupos que gustaban a todo el mundo: suficientemente comerciales -"Hace calor"-, suficientemente rockeros -"el canal 69"-, suficientemente reivindicativos -"No podemos hacerlo" y suficientemente depresivos para la época que les tocó vivir, es decir, los 90.

Viví el éxito de "Sin documentos" con ese orgullo de los idiotas que dicen "yo ya lo dije antes". Como si hubiera descubierto América. Fue un éxito redondo, de concierto en Las Ventas con Manolo Tena, cuando Manolo Tena era Dios. Aquel loco año de 1993. En aquel concierto conocí en persona a Christina Rosenvinge y Ray Loriga. Obviamente, ellos no se acuerdan; yo, sí. El caso es que viví sus éxitos como algo propio y los incluí en mi cuarteto de grupos favoritos junto a los ya muy mencionados Nirvana, U2 y Radio Futura.

Aún no me había empapado suficientemente de los Pixies y Radiohead llevaban camino de "one-hit wonder".

Para mantener ese encanto secreto, confidente, de descubridores de tesoros, Vicente y yo nos poníamos continuamente el "Disco Pirata". No fue un disco muy popular: caras B y versiones en directo de todos los éxitos, incluyendo el clásico y desgarrador bolero "La copa rota". En la portada había unas mozas muy guapas vestidas de pirata. "Eso sí que son piratas y no lo de Sabina", decía un comentario del anuario de la música que sacaba Los 40 Principales.

Su gira de despedida fue precisamente con Sabina. Les vi un par de veces: en Las Ventas, otra vez, en medio de una marea de gente y en Santander. Lo de Santander fue especial porque todo era más familiar y yo pululaba por el hotel y en una de esas me encontré viendo con Calamaro y Roth la final de los Juegos Olímpicos de 1996. Argentina-Nigeria. El Piojo López y el Burrito Ortega. Ganó Nigeria, por cierto, pero eso no importa. Mi recuerdo de ese concierto es Andrés Calamaro completamente serio y concentrado antes de salir a versionear "Princesa" y haciendo eses en cuanto salió al escenario.

Estética.

Aquello me encantó.

Juré repetirlo algún día. Probablemente lo haga.

sábado, julio 10, 2010

Gainsbourg. La vida de un héroe


Desde luego, Serge Gainsbourg no tenía nada de héroe, salvo la estética. Más que de héroe, uno diría de semi-dios, hijo consentido de algún dios de segunda fila o, como mucho, de héroe muy, muy pícaro, es decir, un Prometeo más que un Heracles. La de Gainsbourg es la vida de un esteta, por completo. Un hombre con talento que vence sus inseguridades a base de tirar hacia adelante sin pararse nunca a pensar por qué. Sin pararse nunca.

El bio-pic de Joann Sfar es formidable. Con un personaje así era difícil hacer una película aburrida, desde luego, y puede que haya quien eche de menos más dramatismo y más introspección. Más sufrimiento. Si Gainsbourg sufría, lo intuimos. Él jamás lo reconocería, así que dejemos que sus biógrafos no desvelen el secreto. Gainsbourg ser limitaba a destruirse y en eso era muy bueno. El rey de la auto-destrucción: tabaco, alcohol, mujeres, barba sin afeitar, muecas al hablar, gestos irónicos de desesperación...

Un seductor, en definitiva.

La película sigue claves francesas, por supuesto. Es inevitable. Eso no le resta interés, todo lo contrario. Supongo que si alguien me contara la vida de alguien conocido acabaría aburriéndome. Lo bueno de la sucesión de composiciones, romances y episodios polémicos de Gainsbourg es que son relativamente desconocidos en España. Aquí, este hombre es el que escribió Je t´aime, moi non plus y se tiraba a Jane Birkin, razón suficiente para odiarle. El caso es que para entonces ese hombre era un compositor multimillonario -Poupée de cire, Comment te dire adieu, Baby pop...-, había vivido un sonoro adulterio con Brigitte Bardot y era un habitual de las pantallas de televisión francesas como hombre ingenioso y extravagante.

Sfar hace mucho hincapié en la fealdad de Gainsbourg. Que un feo tenga éxito es algo desconcertante y mucho más que lo tenga con las mujeres. Más que desconcertante, es una esperanza para todos: si él ha podido... Lo bueno de Gainsbourg es que decidió no ser feo desde que era un niño y eso le ayudó mucho. Si usted tiene complejos y ve esta película con 33 años, bueno, sencillamente le diré que ha llegado tarde pero aun así puede aprender algo.

No presta la misma atención a su decadencia, cuando todo en él -incluyendo orgías en habitaciones universitarias- era de una decadencia abrumante. Si algo se puede reprochar a esta película es que pase por encima de sus últimos años con una velocidad vertiginosa, de manera que uno acabe creyendo que se puede ser Serge Gainsbourg sin acabar como Serge Gainsbourg. Por supuesto, están las peleas, los divorcios, los infartos, el deterioro y la muerte. Hasta ahí podríamos llegar. Pero uno tiene la sensación investigando sobre el personaje de que tenía que ser un auténtico hijo de puta y que por alguna razón, Sfar no nos ha querido mostrar a un auténtico hijo de puta. Sin matices. Y no acabo de entender por qué, el propio Gainsbourg no tuvo nunca ningún problema en mostrarse en público como un borracho imbécil y maleducado sin ningún tipo de empatía. Miren este vídeo con Whitney Houston y piérdanse en la inmensidad del YouTube.

En fin, todo esto son detalles y uno no va al cine a perderse en los detalles. Gainsbourg, con su estética de judío venido a más y a menos, con sus aires de galán orejudo y su voz acazallada, sus trepidantes romances y sus aventuras bohemias, sigue siendo un personaje de referencia en el siglo XX. Algo así como el francés que todo estadounidense querría ser. La película refleja todo eso a la perfección y nos da un montón de información que sería aburridísima de buscar por nuestra cuenta sobre el personaje. Disfrútenla. Es, sin duda, una de las grandes películas del verano.

viernes, julio 09, 2010

¿La generación del Barbú?


Llego a casa y tengo un email de Jeffrey Brown. Jeff es un escritor de comics americano, de Chicago para más señas, que va contando su vida por entregas en distintas novelas gráficas o incluso libros de relatos (gráficos). Un tipo algo maniático, hipocondríaco, obsesivo y con frases del tipo "Empujo a las chicas al matrimonio con otros". En Evanston, Inés me compró "Clumsy" y "Little things", no sabía decidirse. A mí me gustaron -los he leído en tres días- y me decidí a escribirle y desearle una buena vida.

Él me da las gracias y me la desea a mí también.

Mi vida: Santi Balmes en los antiguos cines Luna, ahora reconvertidos en un espacio de Nike para vídeos promocionales y conciertos acústicos. La cola da la vuelta a la calle Desengaño y con la ayuda de Laura consigo entrar por los pelos. Incendios de calor y nieve. La segunda canción es "Domingo astromántico", que sería la canción en español más bonita de la década si no fuera por "Allí donde solíamos gritar". Me cuesta un poco entrar en el concierto porque últimamente me cuesta entrar, así, en general, pero al final logro disfrutarlo y silbar y cantar y cerrar con los demás fans de John Boy, salir con una sonrisa, hablar con Hache sobre distintos cataclismos sentimentales y desembocar en el Búho solo quince minutos después.

Reencuentro con Rafa Pons y no solo con Rafa Pons. La maravillosa sensación de poder cantar a grito pelado "Tú eres malaputa, malaputa, eo" como cuando éramos jóvenes, en aquellos inciertos meses de 2007 y 2008, con Nuria Galimany sentada en la barra y arrogantes pibones adolescentes pidiendo el teléfono de Fito Cabrales. Ahora, la que está sentada en la barra es Rosa y algunos de mis ex compañeros de Solmeliá bailan por la pista y piden canciones. Es curioso todo esto. Rosa, ocho años después. Juan Carlos, ocho años después. Yo, ocho años después, y de nuevo la melancolía.

Rafa está brillante, como siempre. No toca "Rafita Perestroika" y aún no sé por qué porque sigue siendo un pedazo de canción. No tanto como "Nieve en la ventana" pero un pedazo de canción.

Me despido de Andre y Antonio y me voy para el Barbú, andando, así que llego tarde no, tardísimo, y Ceci me mira con cara de "has sido un niño malo" y yo ni siquiera tengo tiempo para explicarle. En el Barbú todo el mundo es guapo y amable. Es el sitio donde uno querría morir un jueves por la noche: Ceci, Karola, Tere, Azucena, Manuela, Rut, Aitana, Terri... Sometimes there's so much beauty in the world I feel like I can't take it, like my heart's going to cave in.

Hay una generación ahí por descifrar y no sé si soy el más indicado. Belleza, sí, pero también mucho valor y talento. Las chicas y los chicos: Alejandro, Kiko, Javier, Ángel, Carlos... Yo aquí doy nombres pero tampoco sé si son todos los nombres. Sinceramente, no sé quiénes son. Ellos tampoco saben quién soy  yo y eso es divertido. Hay algo de baile de máscaras en el Barbú y me parece bonito. Por lo menos hay algo y lo hacen ellos y yo me considero un agradecido invitado.

El clásico invitado que llega tarde y se va pronto.

Es decir, un maleducado.

jueves, julio 08, 2010

España, finalista del Mundial


No hubo nada de épico. Ese punto rutinario de las victorias aplastantes, como la de hace dos años. Balón, organización, profundidad, bandas, remate... todo. España jugó hoy contra Alemania el mejor partido de su Historia, mucho mejor que el de la final de la Eurocopa y aun así dio la sensación de estar guardándose algo, probablemente goles.

El partido tuvo muy poca historia. Como en un Barcelona-Valladolid, la duda era cuándo caería el primero. Solo eso. No hay palabras suficientes para definir lo que está haciendo esta generación de jugadores, sencillamente, no las hay. Es muy difícil encontrar a un equipo en la historia reciente que domine los partidos de esta manera y que además consiga ganarlos casi todos. Pensar que eso se consigue solo con talento es mucho pensar. Es una mezcla de talento, de valor y de orden.

Talento: para empezar el de Xavi e Iniesta. Habría que volver a ver el partido entero y darse cuenta de los pases a un toque de Xavi. Es un espectáculo. El único hombre capaz de hacer un regate sin siquiera tocar el balón. Una jugada en la segunda parte resumió el talento español: Pedro tira, para Neuer, el propio Pedro coge el rechace, la pasa atrás a Xavi, que amaga con irse a un lado, se va al otro, pega un taconazo a Iniesta que entra en velocidad, llega a la línea de fondo y centra hacia atrás, donde hasta tres jugadores españoles se tiran sin tocar el balón. Todo esto ¡en el área alemán! Con 0-0. En unas semifinales de un Mundial.

Valor: lo pedimos antes de debutar y lo agradecimos después del varapalo con Suiza. Esta selección siempre es valiente. Eso no quiere decir que vaya a ganar. Quiere decir que casi siempre va a merecerlo. Sale a unas semifinales -y saldrá en la final- como el que sale contra un Segunda B: mandando, atacando, arriesgando. El balón es mío y ya veré lo que hago. A veces, no queda más remedio, tendré que dar toques insustanciales porque el contrario también juega y presiona. De repente, picadura hacia delante y oportunidad de gol. No ha habido en todo el Mundial, ni siquiera en las peores rachas de acierto, la menor duda acerca del modelo y sus posibilidades. Había que tocar el balón y jugarlo. En algunos partidos se hizo muy mal, en otros, muy bien. Pero se hizo siempre. Y mientras Italia, Francia, Inglaterra, Brasil y compañía se iban yendo a casa, España pasaba rondas y mejoraba el juego.

Orden: España ha recibido dos goles en seis partidos. En los tres partidos de eliminatorias, aún no le han marcado un gol. Si juntamos estos tres partidos a los tres que nos dieron la Eurocopa, son seis partidos (uno con prórroga, ante Italia) sin recibir un gol. 570 minutos más los correspondientes descuentos. Redondeen en 600. Eso no se consigue sin orden y sin sistema. A Del Bosque se le ha dado sin piedad, olvidándose de hasta qué punto fue relevante en el Real Madrid. La Champions de 2000 la ganó casi él solo. Supo gestionar lo ingestionable y conseguir que el equipo jugara a un nivel que no se ha vuelto a ver desde 2003.

En la selección no ha innovado mucho. Se limitó a mantener los pasillos de seguridad que creó Luis Aragonés, pero mejorando los jugadores. Quitó a Senna y le dio toda la responsabilidad a Busquets, pese a las críticas del primer partido. Quitó a Marchena y dio paso a la exuberancia de Piqué. Lo impresionante de España, como sucede con el Barcelona, no es la cantidad de veces que llega al área o la cantidad de pases que puede llegar a dar con sentido, sino su facilidad para recuperar constantemente el balón, ahogar en la presión, tapar todos los huecos.

"Pero nos hacen oportunidades", dirán algunos. Sí, claro. Unas dos por partido. Esto es un Mundial, señores. No solo quieren ganar el Mundial con la portería a cero sino que ni siquiera quieren que le chuten a su portero.

En definitiva, España ha conseguido pasar a la Historia. Durante años, la gente hablará de estos locos bajitos que ganaron la Eurocopa y llegaron a la final del Mundial: Villa, Torres, Iniesta, Xavi, Ramos, Casillas, Puyol, Piqué, Cesc, el infalible Capdevila... La gente hablará de este equipo y lo recordará como recordamos a la Holanda del 74, al Brasil del 70, a la Hungría del 54. Lo que no puedo asegurarles es que vayamos a ganar el Mundial. Eso no se lo puede asegurar nadie y si alguien lo hace, desconfíen. Es un embustero. No voy a decir que me dé igual porque sería una mentira como un piano. Solo puedo decir que estoy tranquilo. En la final no habrá miedos ni angustias ni esperas: pitará el árbitro, cogeremos el balón y Holanda tendrá que fiarlo todo a nuestros errores.

Si es que hay errores.

miércoles, julio 07, 2010

Fuera de Contexto (II)

Segundo Fuera de Contexto en el Costello. Una mala planificación. Algo dejado. Prueba de sonido a las seis y media y charla opositora hasta las nueve. Una Coca-Cola de más. Pequeña taquicardia. Ensayos, cero. En el Costello la encargada nos dice que tenemos hasta las once, como mucho hasta las once y cuarto. Es un pequeño desastre porque el otro día empezamos a las diez y media y estuvimos más de una hora y cuarto. El nuevo horario -que no es nuevo, es lo habitual, lo que debería haber sido desde el principio- nos obliga a empezar a las diez y no sé quién va a estar a las diez.

Ni siquiera yo contaba con estar a las diez.

Además, hay fútbol.

Me da un ataque de ansiedad. Horroroso. Cuando recito y cuando no recito. Nadie se da cuenta. No entiendo por qué pero nadie se da cuenta. Sonrío, soy encantador, recito, bebo agua, me sujeto al micrófono para no caerme, y hago como que es un recurso de orador. La gente aplaude, yo ingiero ansiolíticos. Le toca el turno a Emite Poqito, que está soberbia, luego a Laura, que ha tenido que reducir la cantidad de poemas por las prisas. Luego, Alfon, elegante y sobrio. Estoy contento de que estén ahí y tengo la sensación de que me han salvado. De que han salvado el espectáculo, pero sobre todo a mí, que estoy superado.

Sólo que ahora me toca volver a leer y no hago más que sudar por la nuca. Empapado, me siento en el taburete, frente a los focos, sin poder distinguir caras y recito poesías. Tres. Cuatro poesías. Pienso en el desmayo como opción pero llego a la quinta y acabo. Una chica me escribe "se te vio suelto, tranquilo y socarrón". So fucking charming. Ese es el que yo parezco y este es el que yo soy. "Hasta yo sé que no soy yo", dice mi última poesía, y aquí el ejemplo. El que soy yo se mete en el camerino a echarse agua. Agua sobre agua. La gente aplaude a Alfon de nuevo, aplaude a Laura, que está magnífica y se queda de piedra cuando Emite Poqito acaba con "No me quiero enamorar del mal" y "El día llegó".

Para entonces, el ataque de ansiedad ha pasado. Todo el mundo está contento. Arriba y abajo. Nosotros y ellos. Yo, en mis múltiples versiones. Sonrisas y alegrías. Y sólo puedo darles las gracias, a los de arriba por estar ahí conmigo y ayudarme, aunque no supieran nada. A los de abajo, por estar, casi 40 personas en un martes de julio, una locura, y por tener tanta confianza en mí que ni siquiera contemplan la posibilidad de que en vez de jodidamente encantador sea jodidamente frágil. Sure we all make mistakes, but people see me so large they think I´m immune to pain.

Lo dicho, gracias y de corazón. Del que lo parece y del que lo es. A Alfon, a Laura, a Julia, a Andre, a Alma, a la otra Laura, a Vega, a Álida, a Fer, a Gloria, a Gure, a Simón, a Clara, a Dani, a Irene, a Nieve, a Aída, a Tere, a Guille, a Jorge, a José Manuel, a Ceci, a todos los que ahora no recuerdo o no conozco y a todos los que sé que hubieran venido si hubieran podido.

El 7 de septiembre es nuestro aniversario. Y estaremos ahí arriba de nuevo, pase lo que pase. Porque merece la pena.

Pronto, fotos y vídeos, cortesía de Andrea Aller, esa delicia de muchacha gallega.

martes, julio 06, 2010

Abierto hasta el amanecer



A mí me encantaba Tarantino y no tanto Robert Rodríguez. Me encantaba como director, claro, pero también como actor: sus apariciones más o menos fugaces en "Reservoir Dogs" y "Pulp Fiction" prometían grandes cosas. En "Abierto hasta el amanecer" hacía pareja con George Clooney, justo en la primera película que Clooney hizo mínimamente en serio, hasta entonces solo era un guaperas de la tele salido casi de la nada. Los dos estaban soberbios.

Vimos la película a principios de verano de 1996. Sesión de noche. No de madrugada, de noche. Al día siguiente nos íbamos de acampada y yo estaba dispuesto a que mi vida cambiara. Acababa de leer a Carver, en definitiva.

La primera parte era soberbia, aquella historia de dos hermanos delincuentes: el asesino bueno y el asesino malo, la clase de Clooney y la mirada desquiciada de Tarantino. Juliette Lewis encerrada en una caravana con Hervey Keitel haciendo de padre y sorteando controles policiales. La tensión y los diálogos rápidos, directos. Luego la cosa decaía porque "la cosa" pasaba a manos de Robert Rodríguez y se convertía sin más en una película de vampiros.

Algunas cosas sobre Robert Rodríguez: vi "El mariachi" en su momento, 1993 creo, y me dejó completamente frío. Probé de nuevo con "Desperado" y, aun apreciando la fantasía, me pareció una chorrada. De hecho, no me reconcilié con Rodríguez hasta "Planet Terror", más de diez años después. Tuvimos una entrevista en el Hotel Ritz de Madrid: él llevaba un gorro de vaquero, botas con espuela y no paraba de comer patatas fritas con ketchup.

Lo dicho: la parte de Robert Rodríguez se limitaba a Salma Hayek bailando con serpientes y un montón de tiros y chistes fronterizos. Más de lo mismo. Mató a Tarantino al poco de empezar y convirtió aquello en una sangría de serie B. Me imagino lo bien que se lo pasaron haciéndolo. No les culpo. Para la historia ha pasado el baile y la sugerente balada country-chicana que la acompañaba. Ni rastro de Clooney ni de caravanas ni de sonrisas pervertidas. Nada de niñas malas buscando aventuras.

Por las noches veía "Amor a quemarropa" en versión original y me preguntaba por qué, en el fondo, todas las películas de Tarantino tenían un punto tan triste.

domingo, julio 04, 2010

España vence a sus demonios


Seamos sinceros. España no jugaba hoy contra Paraguay. Si hubiera jugado solo ante Paraguay, aunque hayan demostrado ser un muy buen equipo, bien organizado, con una colocación y un despliegue físico admirables y una indudable nobleza en todas las acciones, probablemente el partido hubiera sido más bonito y más fácil. Pero no. España jugaba hoy contra Corea del Sur, Italia y Bélgica. Contra Al Ghandour, Tassotti y Jean-Marie Pfaff. No solo eso: jugaba incluso contra sí misma. Jugaba contra la España de la Eurocopa que sí consiguió pasar esa ronda y ganar el título.

Jugaba contra el fracaso y contra el éxito. Contra los titulares de prensa del día siguiente.

Yo no voy a decir que España jugó un buen partido. Sería mentira. Jugó atenazada, nerviosa, imprecisa, especialmente en la primera parte y hasta el cambio de Torres. Yo sé que Torres es un buen chico, un jugador muy bueno y que ha sido y será clave en muchísimas competiciones internacionales, pero dudo que esté ahora mismo para jugar a este nivel en un Mundial. Si hace unos días, Fernando Llorente revolucionaba el partido como sustituto, en esta ocasión la entrada de Cesc ha hecho que España jugara por fin con once. Y digan lo que digan, con once se juega mejor.

A lo que iba, no fue un buen partido. Lo que he dicho siempre del acierto. Si hay propuesta, pero no hay acierto... mala cosa. Pases cortos fallados, controles defectuosos, tiros que iban a las nubes. Acierto. España seguía teniendo la pelota, seguía apostando por la victoria, sin concesiones, pero no tenía ningún acierto. La gente se cree que uno llega a los cuartos de final de un Mundial y juega como contra el Rácing de Santander, pero lógicamente no es así.

Paraguay ayudó mucho a este desconcierto. Ya sé que los analistas sin matices dirán que a Paraguay hay que ganarle siempre y fácil. Eso es porque no han jugado contra este Paraguay. A este Paraguay no le gana nadie fácil: da siempre la sensación de que juegan con más hombres y solo sus evidentes problemas ofensivos le privaron de dar aún más guerra. El árbitro fue figura clave. No hizo nada por ahuyentar los demonios, antes al contrario. Todas sus decisiones fueron imprevisibles: no pitó faltas clarísimas y pitó otras inexistentes. Señaló un clarísimo (y absurdo) penalti de Piqué pero no ordenó repetir el lanzamiento tras el fallo cuando tres jugadores españoles invadieron claramente el área antes del disparo. En la jugada siguiente, pita un penalti a Villa que a mí me deja dudas. Cierto es que cuando un defensa pierde de esa manera la posición queda a expensas de que el delantero se tire. Pero que el delantero se tiró está más claro que el agua. Penalti y expulsión. Sólo que la cosa se quedó en amarilla, Xabi Alonso marcó... y el árbitro ordenó repetir porque un español había metido ¡un pie! en su carrera por el posible rechace.

Siguiendo la maldición de cuartos, Alonso falló en la repetición y a Cesc le hicieron un penalti escandaloso que se fue al limbo.

No quiero decir que España fuera perjudicada por el árbitro. Al contrario. El gol anulado a Paraguay me deja unas dudas enormes y ya digo que el penalti de Villa también. Lo que digo es que un arbitraje imprevisible no ayuda a un equipo con ansiedad, angustias y una afición detrás movida por el melodrama histórico. Pese a todo, España fue la que propuso y la que mantuvo la posesión. La que combinó y profundizó. La que venció los nervios y se lanzó adelante. ¿Pudo haber perdido en una contra? Desde luego, pero España es un equipo que solo deja al contrario la opción del contraataque y eso para mí es ser valiente y decidido.

¿Qué pasará en la semifinal contra Alemania? Imposible saberlo. Alemania es un equipo que parece vivir por encima de sus posibilidades, como si sus propios jugadores no se creyeran que están jugando tan bien al fútbol. Y es que juegan como los ángeles. El mejor equipo del Mundial con diferencia. Ante Inglaterra y Argentina abusaron del medio campo rival. Ante España no podrán. Ante Inglaterra y Argentina marcaron muy pronto y pudieron salir a la contra. Eso aún no sabemos si pasará pero sí sabemos una cosa: a España, por fin, le vale el 0-0. Puede tocar sin miedo porque España no tiene que ganar ese partido. No es su obligación. No habrá quejas nerviosas conforme pasen los minutos: "Esto tiene mala pinta, ya estamos otra vez igual". No, ante Alemania, no habrá urgencias.

Será un partido para disfrutar. Y un partido para disfrutar lo puede ganar cualquiera.

sábado, julio 03, 2010

La soledad de Messi


Antes de empezar el Mundial, Maradona acallaba las críticas a su selección con un demoledor: "Messi está mejor acompañado este año que yo en 1986". Por supuesto, la frase tenía dos intenciones: una, resaltar el mérito que tuvo lo suyo, faltaba más, y dos, motivar a Messi, decirle: "No nos puedes fallar". Teniendo en cuenta la desconexión evidente de Messi en los partidos de Argentina, comparado con los del Barcelona, decidió que el equipo jugara alrededor suyo dándole la posición de mediapunta centrado, como juega en ocasiones con Guardiola.

Ahí empezó el problema: Messi jugaba de mediapunta, es decir, de enganche, en un equipo que no tocaba la bola. Argentina no toca la bola. Ni lo hizo hoy contra Alemania ni lo hizo contra Nigeria, Corea del Sur o México. Los defensas despejan, Mascherano hace lo que puede y los delanteros -cuatro por partido- en cuanto cogen la bola meten los cuernos y para adelante. Messi mira lo que pasa. Cuando está más fresco, en las primeras partes, baja a recibir a 50-60 metros del área contraria e inicia una jugada. Contra equipos más flojos esas jugadas han acabado en gol. Contra Alemania resultaban intrascendentes: Messi llegaba, se daba la vuelta, buscaba un compañero con un toque y se movía para recibir la vuelta de la pared en velocidad.

Solo que el balón nunca volvía.

Efectivamente, esta Argentina tiene mejores jugadores que la de 1986 y es probable que eso la haya matado. Tévez, Di María, Higuaín, Maxi Rodríguez, Pastore... son excelentes futbolistas. El problema es que los cuatro primeros son idénticos: necesitan recibir e irse en carrera hacia adelante. En arrancada, son imparables, se supone. Cada uno de ellos a lo largo del Mundial y en especial hoy se han creído lo que la prensa decía de ellos y han decidido ser Messi. Todos querían ser el mejor jugador del mundo, algo impensable en el 86 o en el 90.

Messi, entre tanto, solo y deprimido. En el Barcelona ha marcado tantos goles que resulta difícil buscar generalidades, pero digamos que sus puntos fuertes son: 1) recibir en velocidad después de una pared con un compañero, 2) tirar una diagonal al hueco cuando entra desde la banda, 3) recibir cerca del área, recortar y soltar un zurdazo. Nada de eso fue posible ante Alemania porque 1) nadie le tiró una pared, 2) jamás pisó la banda y las diagonales las tiraban -cuando había suerte- Higuaín y Tévez 3) teniendo en cuenta que empieza las jugadas a cincuenta metros del área, cuando realmente consigue que se la pasen cerca de la frontal está asfixiado o con cuatro rivales -y dos compañeros- molestando en medio.

Maradona ganó cuatro partidos intrascendentes y se convirtió en un buen entrenador. Él se lo creyó el primero. Se creó esta moda absurda de "hay que jugar vertical y tener pegada" y se fió del destino. La Copa del Mundo es su habitat natural y siempre habrá un Tévez que la clave en la escuadra. O no. El desprecio de Argentina por el fútbol, por el balón, en este Mundial, ha sido tremendo. Nunca hasta ahora había visto jugar a un equipo con un 4-1-5, solo con Mascherano en medio. Solo hay fútbol cuando Messi baja a organizar y entonces pasa todo lo que se menciona arriba.

Por supuesto, a la hora de defender es lo mismo: equipo roto, Mascherano desquiciado -aunque jugó francamente bien- y todo fiado a unos defensores tirando a regulares. Si Alemania no metió cuatro goles antes fue porque realmente no se creían lo que estaba pasando. Ellos, tan jóvenes, tan de tapado, y ganándole a Maradona y Messi. En cuanto se lo creyeron, cayeron uno tras otro.

Argentina tiene ahora cuatro años para moldear un equipo, un equipo de verdad, alrededor de Messi, que tendrá 26 años en 2014, es decir, los que tenía Maradona en 1986. Está por ver que lo haga. Lo más probable es que se pierda en reproches y críticas y desapegos. "No pudiste hacer lo que Diego", le dirán al traidor. No, no pudo. Ni siquiera se acercó. Ni siquiera le dejaron.