domingo, enero 31, 2010

Federer se hace con su "sweet sixteen"


Las crónicas se llenan de halagos a la profundidad de su derecha, a la regularidad -por una vez- de su revés, o incluso a sus subidas a la red para acabar los puntos. Todo eso estuvo ahí, claro. No se gana en tres sets a Andy Murray en pista rápida sin ser agresivo y acabar las jugadas. Sin embargo, dejarlo ahí no sería justo. La final del Open de Australia 2010 demostró otra cosa: cuando está centrado y con ganas, Federer puede llegar a ser el mejor defensor del circuito ATP.

Me explico: en Eurosport -sinceramente, paso de Nico Abad y sus comentarios de graciosete de barra- comentaban que Murray no estaba sacando igual que contra Nadal. Solo era en parte cierto. El problema no estaba solo en que el escocés no conectara suficientes primeros servicios sino que, incluso cuando lo hacía, la bola volvía casi en la línea. Pelotas imposibles que Federer devolvía a base de colocar la raqueta intuyendo la dirección, como un portero ante un penalti, aprovechando la velocidad y la fuerza con la que llegaban.

En Wimbledon 2009 pasó algo parecido. Aquel día Roddick sacó mejor que nunca en su vida. Aun así, hizo unos 25 aces menos que el suizo. ¿Razón? No supo defenderse igual de bien.

Cada vez que Murray quiso tomar la iniciativa -y no fue algo muy frecuente, su táctica de "pasabolas" fue impropia de la final de un Grand Slam- se encontró con un muro. A un ángulo abierto le respondía otro más abierto, a una bola profunda y ajustada le respondía otra cortada pero colocadita para que el británico no pudiera rematar el punto. Realmente, así a uno se le quitan las ganas.

Tengo un vago recuerdo de los primeros años de Federer, los primeros años triunfales, me refiero. Me impactó la final ante Lleyton Hewitt en el US Open 2004, cuando Hewitt era aún uno de los tres mejores del mundo. Le metió dos 6-0 y se quedó tan tranquilo. Nunca, en mi vida, había visto tal superioridad y tal belleza en una pista de tenis. El problema de tanto título y tanta final y tanto record es que se nos va a olvidar lo maravillosamente bien que juega Federer al tenis, el estilo en cada golpe. Cierto es que Nadal ha demostrado ser un excelente antagonista durante años, una especie de Deportivo de la Coruña que siempre se le atragantaba al Madrid, pero los datos son los que son: en los dos últimos años de Federer, que todo el mundo ha considerado como "regulares", el suizo ha jugado las mismas finales que Rafa en toda su carrera.

El debate Nadal-Federer no es justo para ninguno de los dos. Si uno mira el número total de títulos y la calidad del juego, Nadal parece un jugador mediocre y no lo es, ni mucho menos. Desde 2004, Federer ha ganado 16 grandes, Nadal ha ganado 6 y los demás han ganado como mucho uno por raqueta. Eso quiere decir algo. Por otro lado, si uno mira simplemente los enfrentamientos personales -la inmensa mayoría sobre tierra batida- parecería que Federer es un jugador menor incapaz de imponerse al único rival decente que ha tenido en estos años.

Simplemente, sobre tierra batida, Nadal es el mejor jugador de la historia. En las demás superficies, lo es Federer. Disfrutemos de los dos como ellos disfrutan de su competencia. No se volverá a repetir en décadas.

sábado, enero 30, 2010

Chéri, de Stephen Frears


Mi última colaboración hasta la fecha en Notodo.com, como siempre pongo aquí el enlace chulo y paso a copiar y pegar la reseña:

Stephen Frears es un amante de la decadencia y los códigos. Gente que vive fuera de su tiempo y ve cómo los soplos de aire fresco revolucionan su estado de cosas. El cerrado mundo de Valmont con su espantoso tedio en Las amistades peligrosas, la opresiva familia católica y sus valores morales en Café irlandés o la anticuadísima mentalidad de la corte británica y su empeño en mirar la realidad desde un bunker donde todo sigue igual que en 1945 en La Reina. Si uno se fija, todas esas películas tienen un punto en común: un mundo que se tambalea. Que agoniza y muere. En “Chéri”, la difunta se llama Belle Epoque y se sitúa en un momento impreciso entre finales del XIX y principios del XX. En realidad, es la historia de un grupo de gente que se empeña en vivir el siglo XX como si siguieran en el XIX. Lógicamente, las consecuencias son terribles.

El otro gran tema de Frears es el amor prohibido. El regusto por el amor prohibido y fuera de edad: Uma Thurman desvirgada por John Malkovich, Tony Blair derrumbado ante Isabel II entre los reproches de su mujer Linda… y ahora Michelle Pfeiffer, cortesana de élite –puta- enamorándose perdidamente de un bala perdida parisino, hijo a su vez de otra cortesana de élite y que dedica su juventud a mujeres y drogas. Casi todos los personajes de Frears sienten una común fascinación por la madurez. En vez de buscar lo nuevo en los jóvenes, lo buscan en los viejos. Decadentes, de nuevo. Los viejos, mientras tanto, disfrutan, se sienten halagados pero se dan cuenta: se dan cuenta de que ellos son los últimos juguetes de la infancia de esos niños y que más temprano que tarde les abandonarán. Precisamente porque son viejos son sabios. La gravedad siempre vence.

Chéri es una película agradable, bien hecha, y con el sello de un gran director. En ocasiones, resulta un poco plana. Emociones fuertes busquémoslas en otras películas. Es un retrato de un mundo que se acaba y no siempre es divertido observar un edificio derrumbándose. La soberbia actuación de sus intérpretes lo salva de todo. Michelle Pfeiffer, pasados de largo los 50, sigue deslumbrante; Rupert Friend ha tenido la suerte de nacer con mirada de enfant terrible y Kathy Bates remata lo que le tires. Así da gusto.

viernes, enero 29, 2010

Federer llega a su quinta final en Australia


En enero de 2008, a Roger Federer le tocaba jugar las semifinales del Open de Australia ante Novak Djokovic, pujante revelación serbia de apenas 21 años y que ya le había empujado al límite meses antes en la final del US Open. Aquello no fue un partido, fue una masacre: Djokovic pudo con el número uno y todo el mundo anunció el cambio de guardia. Era la primera vez desde Roland Garros 2005 que Federer no llegaba a la final de un Grand Slam y de poco sirvió la excusa de que había jugado con mononucleosis: el suizo perdió contundentemente la final de Roland Garros ante Nadal, volvió a perder ante el propio Nadal en Wimbledon y los aficionados y críticos coincidieron: está en la cuesta abajo de su carrera.

Con 27 años y 13 Grand Slams a sus espaldas.

¿Saben qué ha hecho Federer desde entonces? Seguro que lo saben y si no lo saben seguro que no han leído hasta aquí, pero déjenme que me deleite: ganó el US Open 2008, fue finalista otra vez en Australia 2009 (y sí, lloró de emoción, sí, cébense nadalistas), ganó Roland Garros 2009, ganó Wimbledon 2009 y solo perdió la final del US Open en cinco sets ante un jugador en estado de gracia, Juan Martín del Potro. En medio, se casó y tuvo gemelas. Por supuesto, recuperó el número uno del mundo.

Lo de las gemelas no pasó desapercibido para nadie. Para mí tampoco. Un año más (28) y dos hijas que cuidar. Resultados regulares en Doha y Abu Dhabi. Yo no diría que acabado, pero Federer parecía que estaba a otra cosa. Tras sus talones no solo Nadal, sino Djokovic, Murray, Del Potro y un enrachado Davydenko. ¿Acabaría su racha de 22 semifinales consecutivas en Grand Slam, desde Roland Garros 2004? ¿Quedaría eliminado antes de la final por primera vez desde el citado encuentro ante Djokovic dos años antes?

Pues no. Se cargó a Hewitt en su casa en tres sets, luego a Davydenko con un set en blanco incluido y ahora en semifinales se ha cepillado a Tsonga cediendo solo siete juegos en todo el partido. Jugará ante Andy Murray su vigésimosegunda final de Grand Slam, octava consecutiva: cinco en Australia, cuatro en París, siete en Wimbledon, seis en el US Open. No puedo saber si ganará o no. En principio, el partido debería estar igualado. Lo que me fascina es la resistencia de un jugador que en 2003 ya ganó su primer Wimbledon y siete años después sigue número uno y venciendo a todos sus rivales.

¿Dominará como en los años anteriores? Todo indica que no. Pero si quieren echarlo, va a tener que ser a raquetazos, porque está claro que él no se va. Siete años como número uno con un breve lapso de 45 semanas en medio. Ahí queda eso.

jueves, enero 28, 2010

La muerte de J.D. Salinger



Hemos estado aquí más veces así que ya saben: quien quiera datos que vaya a la Wikipedia. Ahora hablemos de mí una vez más. Me pasé la adolescencia oyendo hablar de "El guardián entre el centeno". Es más, oyendo hablar a la Chica Langosta de "El guardián entre el centeno", motivo más que suficiente para haberse lanzado sobre el libro de manera inmediata. No fue así. Creo que ya lo he comentado antes pero fui un lector muy tardío y probablemente la de Salinger fuera mi primera gran novela por placer... ya con 18 años y en la Universidad.

Obviamente, fue un palo. Fue un palo para todos, creo. Holden Caulfield, su hermanita, los patos de Central Park, putas en hoteles de mala muerte, esa estética del desamparo que luego hemos ido repitiendo una y otra vez todos los escritores peterpanistas del resto del siglo XX... Si dicen que la filosofía occidental es una nota al pie de página de la obra de Platón, gran parte de la literatura desde 1955 no es sino una nota al pie de  "El guardián entre el centeno".

Desamparo. Esa es la palabra. Adolescencia. Rabia. Orgullo. Lágrimas. Cariño. Responsabilidad desbordante. Que nadie caiga del campo de centeno, que los niños estén protegidos. La infancia que se niega a marcharse y tiene miedo de lo que viene. ¿Qué viene? Nueva York. Así, ni más ni menos.

Me volví loco con el libro. Tan loco que pocos años después, cuando empezó a popularizarse Internet yo coloqué "holden" como contraseña de todas mis cuentas (no se esfuercen, ya las he cambiado). Tan loco que me puse a escribir mi propia novela adolescente que no llegó a ningún lado pero en la que el protagonista se dirigía a los lectores de "usted". Tan tan loco que me leí frenéticamente "Franny and Zooey", ese tratado budista lleno de claves ocultas que, sinceramente, se me escapaban entre los dedos.

Me gustaba el personaje. La persona ya está suficientemente descrita por su hija y por la foto que encontrarán allí arriba. Pero el personaje estaba bien, ahí perdido, encerrado. Llegó una periodista y se la quedó. Luego nada más, hasta los 91 años. Iba a escribir sin más que su muerte no es relevante para la literatura porque total ya llevaba años literariamente muerto, pero puede que eso no sea cierto. Puede que su muerte y la llegada de los ávidos herederos suponga un florecer de inéditos maravillosos uno tras otro, garabateados en los papeles higiénicos de los distintos cuartos de baño de su casa perdida.

Lo digo en serio. Si Bolaño puede sacar nuevo libro en 2010, ¿por qué no Salinger?

En fin, a lo que íbamos, es decir, a mí. Conseguí una edición de Alianza Editorial llamada "Nueve cuentos". Los nueve eran soberbios. Dicen que había más, pero no recuerdo haberlos leído. De los nueve, me quedo con "Un día perfecto para el pez plátano", uno de esos títulos tan estadounidenses. Me produjo exactamente la misma sensación de desamparo. Un desamparo rutinario e incluso alegre, pero desamparo al fin y al cabo. El resto de mi vida lo he pasado esbozando diferentes Holden Caulfields en relatos, novelas, blogs, etc.

No he sido el único.

miércoles, enero 27, 2010

Arcadi Espada abandona Factual


Supongo que, por un lado, yo no puedo hablar de mi ex director porque está feo. Además, todo el mundo sabe de mi admiración por Arcadi, así que no puedo ser objetivo. Por otro lado, tampoco puedo contar nada de lo que sé ni de lo que pienso sobre el asunto porque estaría aún más feo. Pero, claro, que el director de un periódico digital que pretendía revolucionar la manera de entender el periodismo digital dimita a los dos meses es una noticia que no puede quedarse fuera de este blog.

Sobre todo, insisto, si el que hace el blog trabaja en ese periódico. O trabajaba, la verdad es que ahora mismo estoy totalmente en ascuas.

Nada nuevo, por otro lado.

Creo que el proyecto Factual, tal y como lo entendía Arcadi, merecía mucho la pena y sé lo que han trabajado todos por ponerlo en marcha. Pedimos utopías y cuando alguien se pone manos a la obra miramos a otro lado. La idea es que Factual continúe sin Arcadi como una especie de franquisimo sin Franco. No sé si el "contrato Factual" sigue vigente al menos mientras haya suscriptores o si los editores buscarán fórmulas más atractivas, rápidas y comerciales. Mentiras, en una palabra.

En Factual, la gente se esfuerza de manera brutal por conseguir algo que yo tampoco sé si es posible. Pero verles intentarlo era realmente motivante. Un ejemplo. Veamos qué sale de aquí, les iré informando dentro de lo posible.

martes, enero 26, 2010

Cerrado por convalecencia

Sin entrar en demasiados detalles, ayer me operaron en serio. No esas mariconadas de 10 minutos de sedación y ale, a casa, sino una operación de las de verdad, con epidural y todo. Ahora que lo pienso, eso a mi cirujano también le parece una mariconada pero él no tiene que pasar por un postoperatorio digamos que algo complejo en sus segundas horas.

Las primeras, a rebufo de la euforia, los restos de la anestesia y las incontables visitas, fueron deliciosas.

En fin, que estoy de baja en todos los sentidos. Suficientemente bien como para estar en casa escribiendo esto, no tan bien como para decir "mira, voy a escribir en el blog todos los días". Así que, bueno, sirva el aviso y ya iré volviendo poco a poco, según las heridas cicatricen.

Espérenme, por favor. Quedarían ustedes fatal.

sábado, enero 23, 2010

Canales al Real Madrid


Uno puede entender que el Real Madrid fiche grandes figuras y no haga caso a su cantera. Si tienen el dinero, ¿por qué no gastarlo? Al Barcelona le ha ido bien la estrategia contraria pero eso no quiere decir que le vaya a ir bien siempre. Todo gran modelo tiene sus ciclos. Desde que se retirara la Quinta del Buitre, el Madrid ha sacado poco más que a Iker Casillas, Raúl y Guti, y no se puede decir que estos dos últimos hayan sido los más populares entre la afición en los últimos años.

Sin embargo, los resultados no han ido precisamente mal: Ligas, Copas de Europa, Intercontinentales... Es un modelo caro, pero parece ser que siempre hay un patrocinador o un alcalde dispuesto a sufragar la inversión. ¿Cómo culparles?

Vimos un ejemplo reciente de esta mentalidad cuando se lesionó Pepe. El Marca propuso el fichaje de Roberto Carlos como solución y el 70% de los encuestados se pronunciaron a favor. No importaba que Roberto Carlos ya tuviera la imagen de un futbolista retirado hace tres años cuando dejó el club. Entre una figura extranjera y un jugador de la cantera como Marcos Alonso, siempre el de fuera. No importa que Marcos Alonso sea una referencia en las categorías inferiores de la selección española y uno de los mejores laterales jóvenes de Europa según todos los expertos. O Roberto Carlos o nada. Y se quedaron con nada y Marcos en el Castilla.

Lo que resulta más difícil de comprender es que, a la vez que no se da ninguna oportunidad a los canteranos del propio equipo, se ande buscando en las canteras de los demás. Un chiquito cántabro marca cinco goles en su primera temporada e inmediatamente es fichado por 5 millones de euros y con una ficha superior al millón de euros por año. Por supuesto, yo no sé si Canales va a ser un gran jugador o un buen jugador o incluso uno de los tantos jugadores que desaprovecha su talento. Nadie puede saberlo a los 19 años.

Sí me extraña que nadie se extrañe del fichaje y que todo el mundo lo reciba con ilusión. Florentino Pérez a veces me recuerda al Michael Jackson de aquel vídeo en el que entraba en una tienda y empezaba a comprar compulsivamente cosas que probablemente ya tuviera en casa. "¿Esto ya lo he comprado antes? ¿No? Entonces me lo llevo". Desde luego, el Madrid ahora mismo no necesita a Canales en absoluto. Un media punta que puede caer a banda y que tiene desborde y gol.

Estupendo. Lo mismo que Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzemá, Higuaín, etc. Lo último que necesita el Madrid es otro media punta individualista, pero si es lo que quieren, bien hacen en coleccionarlos. Me extrañaría que en toda la cantera madridista, ese monstruo que genera decenas y decenas de buenos jugadores de primera división no haya nadie, absolutamente nadie, capaz de meter cinco goles decentes con el Racing de Santander. Y no perciban desprecio alguno, que yo soy del Racing.

Pero no debe de haberlos. Ni uno solo. Una pena.

jueves, enero 21, 2010

Generación Ni Ni


Hace poco discutía con unos amigos por qué no se había hecho una segunda parte de "Confianza ciega". "Porque en la primera ya se descubría el pastel", dije yo, lógico y razonable, para después ponerme a pensar que igual eso daba lo mismo, que podrían haber hecho una segunda parte en la que las chicas, aunque saben que sus morenazos son actores contratados, siguen creyendo que se han enamorado de ellas y los chicos caen de rodillas ante sus modelos de 90-60-90 y mirada arrebatada. La persistencia de lo estúpido.

"Generación Ni Ni" es otro ejemplo de reality mal hecho bien hecho. Me explico: igual que "Confianza ciega" tiene un punto cutre indudable pero a la vez ese punto cutre y directo hace que te puedas concentrar en el espectáculo y que nada te desvíe la atención. A mí eso me parece que tiene bastante mérito. Saber echarse a un lado y contar la historia tal cual, en este caso la historia de ocho chicos presentados como unos parásitos en la vida real y que demuestran ser unos parásitos en la vida virtual.

Por supuesto, aunque se intente disfrazar de experimento sociológico, todos sabemos que es una comedia.

Y como comedia funciona bastante bien. Sin giros, pero bien. La persistencia de lo estúpido, de nuevo. Los psicólogos resultan increíbles, los padres parecen sacados de otro planeta y la colección de poligoneros que puebla ese indisimulado remedo de la casa de Gran Hermano son todo lo tontos que nos prometieron, si no más. Y orgullosos. Gritaban: "Somos unos irresponsables" "Síiiii, unos irresponsables".

Estaban tan contentos. Tan, tan contentos. Uno parecía que se les había olvidado que estaban en televisión.

Pero no, claro, tenían que acordarse.

De hecho, en eso consistía todo, en estética. Ser un irresponsable no es ninguna ventaja salvo que sea una reivindicación con red. Papá y mamá en el fondo estaban encantados: "Mira, mi niño". Hay algo obsceno en esa exhibición de adolescencia, de lágrimas buscadas y trivialización del drama. Niñas con dos abortos a sus espaldas y chicos con cicatrices. El espectáculo.

Me gusta.

martes, enero 19, 2010

Haiti


¿Quieren una buena polémica? De verdad, una buena. Con cientos de miles de muertos de por medio. Con cadáveres en cada portada y el periodismo convertido en rata que vaga por las montoneras y pega de vez en cuando un bocado al cuerpo. Hablemos un poco de Haití, en serio. Nada de vudú ni de historias de lágrima fácil.

Hablemos de cómo nos sentimos ante la desgracia. No hay más que vernos. Los que publican, los que emiten y los que leemos. Nos encanta. Nos la pone dura, que diría Tarantino. Cuantos más muertos, mejor. Y que nos cuenten cómo, queremos saber cómo, eso ante todo. ¿Huelen? ¿Cómo se llamaban? ¿Eran bebés? Por favor, que sean bebés, los bebés dan mucho juego, no hay más que ver a Stewie Griffin.

¿Llega la ayuda? ¿Cómo que no llega la ayuda? Voy a poner un mensaje ahora mismo en mi Facebook para indignarme. Voy a poner algo parecido a "... y ahora se derrumban sus chabolas pero nunca nos preocupamos de por qué vivían en chabolas". Voy a poner un enlace a "El Páis" y sus lacrimógenos titulares: "La tragedia entiende de ricos y pobres". Claro que sí. En Haití hay ricos y pobres. Es un vicio muy extendido en todo el mundo. También hay guapos y feos. Yo podría titular: "Las modelos entienden de guapos y feos" y todo el mundo entendería sin más.

Aquí no, aquí se indignan. Faltaría más: los chicos de las chabolas mueren y los ricachones viven en sus mansiones. ¿Hay mansiones en Haiti? Debe de haberlas, porque es otro vicio extendido. Deben de ser propiedad de los que durante los últimos 50 años, a las espaldas de cualquier Duvalier -padre o hijo- apoyado por Francia o por Kissinger o por quien sea, se han dedicado a propagar el terror, la miseria, la esclavitud... todas las condiciones previas a la tragedia. Sí, los tonton macoutes. Los jefes de los tonton macoutes, me refiero, porque si cada tonton macoute tuviera una mansión en Haiti, aquello sería Abu Dhabi.

En fin, nuestra ceguera ante las chabolas. Es triste que haya chabolas. Las chabolas, como todo el mundo sabe, tienen tendencia a derrumbarse. Nos preguntamos qué podemos hacer y eso es lógico. Es humano. Otra cosa es que nos preguntemos que hemos estado haciendo, porque hasta ahí quería llegar. Yo puedo mirar lo que está pasando en Haiti, taparme la nariz y sentir un dolor casi obligado. El dolor de los cementerios. Lo que no puedo es sentirme culpable, lo siento.

Estoy harto de sentirme culpable.

En Haiti reina el caos. Ahora y en los últimos 60 años. Alguien puede objetar que hemos dejado que reine el caos y tendríamos que haber hecho algo. Puedo estar de acuerdo, pero entonces el debate sería: ¿el qué? Porque a mí solo se me ocurre una cosa: echar al dictador, crear algo parecido a un estado de bienestar democrático y eliminar en lo posible el componente religioso o místico en lo que tiene de sumisión de unos a otros. En una palabra, "marines".

A veces la pregunta no es si invadimos demasiados países sino si invadimos demasiados pocos. Yo estoy dispuesto a sentirme culpable por una de las dos cosas pero por las dos a la vez, incluso occidental, me siento incapaz. Haiti iba a la deriva y les dejamos a su suerte. Cierto. Buena parte de las consecuencias del terremoto tienen que ver con la ausencia total de preparativos, estructuras, médicos, etc. en la zona. De acuerdo. En Haiti unos viven bien y la gran mayoría vive fatal. Está bien. ¿Qué vamos a hacer ahora que lo sabemos? ¿Nos quedamos o nos vamos? Y si nos quedamos, ¿para cuándo exactamente la manifestación anti-imperialista? Lo digo para ir preparando las pancartas.

Sancho y Don Quijote (o algo parecido)



Yo siempre he parecido un listillo. Eso lo sé. Una amiga de una amiga me llamaba "smart-ass", que viene a ser eso: listillo. Apenas me conocía pero me caló. No sé si es bueno parecer un listillo, diría que no. Si ser listo suele acarrear problemas, parecerlo es terrible, porque todo son expectativas. Con toda honestidad, afirmo aquí que a mí siempre me hubiera gustado ser el tonto. El tonto tiene muchas más ventajas, de entrada ese momento de duda y súbita admiración en el que la chica dice: "Vaya, pues no es tan tonto".

Para adelantarse hace falta estar detrás.

En fin, iba por el rollo de las expectativas y el lugar donde te colocas. Ya saben que todo este blog en el fondo no es más que una terapia psicoanalítica. Luego lo leo e intento saber quién soy. Mucho más importante: intento adivinar quién quiero hacerles creer que soy. A veces, ya digo, me empeño en parecer tan listo que la decepción es inevitable y cada propuesta nueva me resulta inmerecida (sí, hay propuesta nueva pero no puedo desvelarla). A veces, sin embargo, llega José María Albert de Paco y me hace sentir algo así como el "punching ball" de su talento.

Y es una sensación maravillosa.

Una sensación de Sancho en su ínsula Barataria. Sí, de tener que elegir elegiría Sancho y díganme si este señor no se merece que crea todo lo que él diga.

lunes, enero 18, 2010

Sherlock Holmes


Por su interés, etcétera, paso a copiar aquí la reseña publicada en la revista Notodo.com:

¿Qué se puede pedir antes de entrar a ver una película llamada Sherlock Holmes? Lo primero, misterio: deducciones imposibles, detalles que pasan desapercibidos, criminales sigilosos y policías torpes a los que enmendar la plana. Después de eso, diversión, por supuesto. Que no le tomen a nadie por tonto y todo ese misterio tenga algún sentido, esté bien resuelto, cree expectación y no frustre al espectador. Por último, algo de innovación: no queremos un señor con gorra de cuadros, abrigo sobre los hombros, pipa y un “Elemental, querido Watson” en los labios cada quince minutos.

En ese sentido, la adaptación de Guy Ritchie del clásico de Conan Doyle cumple todos los requisitos: opta por un Londres sucio, de cloacas, un Sherlock Holmes extravagante, inteligente con ojos de loco, genial, dispuesto a meterse en peleas barriobajeras si hace falta y con un Doctor Watson que es algo más que un mero acompañante deslumbrado. En esta película, Watson es un personaje con entidad propia y eso ya es algo. Nadie se dirige a él de manera condescendiente y es capaz de salvar a su íntimo amigo de más de un apuro.

Todo esto es mérito, por supuesto, de dos excelentes actores como Robert Downey Jr. y Jude Law. Ver esos dos nombres en un cartel ya es una garantía de solvencia interpretativa. Ambos están brillantes, incluso cuando el guión les exige escenas más propias de MacGyver, algo que muchos espectadores puristas –y no tan puristas-criticarán. Efectivamente, es Sherlock Holmes pero también es la Warner y es Hollywood y se nota. Tengamos un poco de paciencia. Estamos ante una superproducción en toda regla: reconstrucciones por ordenador, efectos sonoros y visuales impresionantes, planos espeluznantes… pero detrás hay un guión. Irregular, pero guión. Eso que se echa tanto de menos tantas veces. Se demuestra que lo caro no tiene por qué ser tonto. Robert Downey Jr. desde luego no tiene nada de tonto. He aquí un hombre llamando a las puertas del Oscar desde hace demasiados años como para que al final no le abran. Elemental.

sábado, enero 16, 2010

Mi vida como una cosa absurda


I

Me levanto a las 7,30 de la mañana para poder ir a la DAT Capital. Jerga administrativa. Hablamos del sitio donde deciden mi futuro, donde me envían a un sitio o a otro y me hacen firmar contratos, juramentos, nóminas... Es 14 de enero y mi destino resulta ser Jesús Maestro. No está mal. Puedo ir andando desde casa y no tardo más de quince minutos. Es un sitio grande y por lo tanto impersonal y eso le agrada a cualquier tímido. Hasta ahí todo bien. Me pasan el papel con los datos y leo "acaba el 19 de enero". Insisto, es día 14. Le pregunto a la señora: "¿El 19?" y sin mirarme dice "sí", y luego rumia algo que viene a querer decir "no es culpa mía, solo hago mi trabajo".

Depués de tres paradas de metro, llego a la Escuela. No es grande, es enorme. Hablo con mucha gente que tiene cargos que hasta hoy yo no sabía ni que existían. No hay llaves. No hay libros. No hay CD´s. No hay lista de clase. No hay manera de saber a quién preguntar nada. Por la tarde, como nadie ha avisado a los alumnos, doy clase a seis chicos de Intermedio 2 y a tres chicos de Intermedio 1. Son los únicos que se han molestado en llamar para preguntar. Un jueves. Desde la ventana puedo ver a un montón de adolescentes jugando a algo que parece hockey.

II

Llego a casa y llama Tere, la directora de Neo2. Me dice que no conseguía localizarme. Yo le digo que había estado en la Comunidad para un nuevo trabajo. Me ofrece ir al Festival de Sundance con gastos pagados. "Nos ha invitado Absolut, pero yo estoy en Berlín esos días y me gustaría que fueras tú". Le pregunto qué fechas. Sé que no voy a poder, sea la fecha que sea, pero le pregunto, por si acaso. "Del 20 al 24 de enero", dice. Yo me callo. Ella se da cuenta: "No vas a poder, ¿no?" "No". Luego me callo otra vez. Luego explico: "Tengo contrato hasta el 19 en la Escuela y si después me llaman de otro lado tengo que acudir al nombramiento, si no me saltan. Puede que me pase del 20 al 24 en Madrid sin hacer nada, pero no me la puedo jugar". Tere lo entiende. "El 25 tengo que ir al médico, además".

Sundance. Enero. Nieve. Robert Redford. La meca del cine independiente mundial. Fiestas Absolut con camareras mormonas. Vuelta a los Estados Unidos. Cuatro días, sólo cuatro días.

Pero no.

Al principio me desespero y pienso en lo que siempre dice Laura: "Lo importante no es por qué sino para qué". Esa es una afirmación trampa, porque el paraqué nunca es inmediato, sino que siempre es un "aposteriori". No sé. Algo me pasará en Madrid del 20 al 24 de enero que sea absolutamente maravilloso. Algo que me hubiera perdido si hubiera estado en Sundance.

Y al fin y al cabo, al menos me han llamado a mí.

III

Como no hay libros, tiene que haber improvisación. No pasa nada. He empezado curso siete veces en quince meses, así que tengo recursos. Llevo el CD de Nadal y un extracto de un libro de Giles Trimlett que habla del ruido en España y hasta qué punto es irritante para los extranjeros pero perfectamente normal para los propios españoles. Es un libro que compré en Portland, en una librería enorme, arrinconado entre otros "estudios hispanistas". Se llamaba "Ghosts of Spain" y me gustó la introducción.

Avanzando páginas, resultó que en el libro aparecía entrevistado mi psiquiatra. Uno compra libros en Portland, Oregon y resulta que esos libros hablan de su psiquiatra. Perfecto.

A punto de llegar a Diego de León, con las fotocopias en la carpeta, veo que una chica, al fondo del vagón, lleva un libro que parece llamarse "Ghosts of Spain" también. No me parece posible, así que me acerco un poco. La portada es distinta y puede ser cualquier otra cosa relacionada con fantasmas o con España. Pero no. Es el mismo libro. Hay una chica en mi mismo vagón leyendo en inglés un libro que no existe, que hay que comprar en otro país y del que yo tengo fotocopias en mi carpeta.

Contemplo las opciones: me acerco y le hablo en inglés, me acerco y le hablo en español y luego ya si eso que ella cambie al inglés. No le hablo, simplemente le paso una de mis fotocopias, señalo la fuente en cursiva y sonrío. Ella tiene que entender.

Sin embargo, no hago nada de eso. Me limito a esperar. "Si se baja en Diego de León yo también me bajo y le digo algo". "Si se baja en Ventas yo también me bajo y le digo algo". Pero no se baja. Y yo no me acerco. Y cuando se lo explico a Álida, ella, muy sorprendida me dice: "Es curioso, si conozco a alguien que hubiera dicho algo en esa situación ese eres tú".

El absurdo como una marca de identificación personal.

jueves, enero 14, 2010

La eliminación del Barcelona


La pregunta no era si el Barcelona iba a acabar perdiendo sino cuándo y cómo. El cuándo y el cómo son importantes. A todos nos gustaría vivir por siempre pero nadie lo ha conseguido hasta ahora, lo que nos hace pensar que probablemente nosotros no seremos los primeros. Tampoco será el Barcelona el primero en ganar siempre, todos los años, todas las competiciones. Una vez aceptado esto, hay que rendirse ante cómo ha perdido el equipo de Guardiola la eliminatoria frente al Sevilla, al menos el partido de vuelta.

Después de una primera parte tediosa, con agua por todos lados, la segunda mitad fue prodigiosa. Probablemente, el mejor fútbol del Barcelona en toda la temporada. Hasta 16 disparos a puerta en total, paradas inverosímiles, balones al poste, fallos a puerta vacía... una oportunidad tras otra y sin dar ni un solo pelotazo. Nunca. Minuto 80, 85, 90... y el Barcelona seguía tocando y tocando: Iniesta para Xavi, Xavi para Messi, Messi para Iniesta... La fe de este equipo en su proyecto es increíble y eso vale más que cualquier eliminatoria de Copa.

Por supuesto, es fácil culpar al entrenador de la derrota. El entrenador, ya lo sabemos, siempre tiene la culpa. El árbitro no, desde luego, que le birló dos goles legales al Sevilla. Guardiola muestra una fe en Henry que el francés se empeña en no merecer. Con Ibrahimovic pasa algo parecido: no es que el sueco sea malo, simplemente tiene días malos. Últimamente viene juntando muchos y después de ver el rendimiento de Pedro esta temporada y el último partido de Bojan, quizás hubiera sido interesante verles más tiempo sobre el terreno de juego.

Pero todo eso es hablar por hablar, claro. Lo que tiene que hacer un entrenador no es sólo poner once tíos y luego hacer tres cambios. Es definir un estilo y preparar un partido de manera que, juegue quien juegue, el equipo sea competitivo. Y más competitivo que lo que ha sido el Barça en el Pizjuán -¡en el Pizjuán!- es muy complicado.

Ante el Chelsea funcionó, ante el Shakhtar funcionó, ante el Estudiantes funcionó... contra el Sevilla dio en el poste.

¿Es tan grave?

Yo diría que no. Prefiero que Guardiola siga confiando en jugadores dudosos y haciendo los cambios tarde mientras siga mostrando esa fe en el buen juego y los jugadores le correspondan en el campo. La derrota, en cualquier deporte, tarde o temprano, es inevitable, pero no todo el mundo se puede permitir el lujo de caer a su manera. El Barcelona, sí.

martes, enero 12, 2010

Adelanto gratuito de "La estética del francotirador"

Perdonen que esté pesado con mi criaturita, pero tal y como prometí en su momento, ya están disponibles los dos primeros capítulos en PDF en mi página web. Solo tienen que registrarse en www.guilleortiz.com/accede.html.

Insisto: el registro es gratuito y solo hay que dar una dirección donde pueda contactaros yo para enviaros actualizaciones de reportajes y entrevistas, etc. Nada que no podáis borrar con un solo clic, por otro lado.

Espero que os guste el aperitivo.

lunes, enero 11, 2010

La muerte de Eric Rohmer


¿Qué entendemos generalmente por un snob? Alguien que se hace pasar por lo que no es a base de apariencias. Alguien que, por ejemplo, cree que el único cine bueno es el francés o alemán de los años 50, 60 y 70 y el resto -aunque no lo haya visto- es todo una mierda comercial.

Bien, pues yo siempre he sido un snob en el sentido contrario. Un snob anti-nouvelle vague, un snob anti- Hermann Hesse, un snob anti-Martin Heidegger. El asunto era criticar el esnobismo desde el esnobismo, es decir, desde la ignorancia.

Así, hasta Rohmer. Les voy a ser sinceros: este no va a ser un post sobre cine ni sobre directores de cine. Para variar, va a ser un post sobre mí. La primera película que vi de Rohmer fue "Les rendez-vous de Paris". Entretenida. La segunda fue "Cuento de verano", seguramente una obra menor, pero para mí lo más grande del mundo a mis 19 años. Les cuento un poco la historia: un adolescente viaja al norte de Francia -Mont Saint Michel- para encontrarse con una amiga-novia-rollo que veranea allí con su familia.

El chico va solo, un amigo le deja las llaves de su casa y compone canciones con la guitarra. Es un perdedor. Él se cree un perdedor. Un underachiever. Cree que las chicas nunca le harán caso y que su vida será una continua derrota sentimental. Es un romántico pero con posters de Oasis en su cuarto. "Definitely maybe". Mientras espera a la chica conoce a otra chica. A Dios rogando y con el mazo dando. Los perdedores somos muy de hacer esas cosas. La chica trabaja de camarera y empiezan a salir por ahí en sus días libres. Obviamente, él le cuenta cómo las chicas le maltratan y obviamente se acaba liando con ella.

En un momento dado, ella le dice la frase que guiará mi vida desde entonces: "Lo tuyo es un problema de edad. Todas saben que con 30 años serás genial, así que ninguna quiere adelantarse y prefieren pasar estos años con otros tíos que a los 30 serán unos inútiles". Así que había que esperar a los 30 años, eso era todo. Sólo que ahora tengo 32.

No importa. Mi tercera película de Rohmer fue "La rodilla de Clara". Ahí, el director francés tuvo la amabilidad de colocar un protagonista seductor que rozaba los 50 años. Rodeado de un montón de lolitas preadolescentes. Otra esperanza de futuro. Como ven, yo no soy un experto en la obra de Rohmer. No entiendo de nuevas olas y no he visto "Pauline en la playa" ni muchas otras, con lo que a mí su muerte no me debería afectar en absoluto, al fin y al cabo, me quedan demasiadas obras en vida por ver como para angustiarme por el cierre del grifo.

Pero sé de emociones y sutilezas. Sé de miradas y planos aguantados y el abismo de la seducción en cada sonrisa falsa. Lo que te pasa antes de convertirte en Bill Murray en "Lost in translation". Y en lo que a mí respecta, desde mi esnobismo ignorante, Rohmer era un genio.

sábado, enero 09, 2010

Primer borrador de "La estética del francotirador"


Excusen la rima interna en el titular. Bueno, pues ya está. Acabada. Con epílogo y todo. 36 capítulos, 276 páginas de Word a espacio y medio y un buen montón de personajes e historias con final disparatado.

Esto no es un roman-a-clef.

Esto, desde luego, no es "Historias del Kronen".

Cuanto más lo pienso, más me parece, como el título apunta, un tratado de estética. La estética del perdedor, la estética del soñador, la estética del hombre solitario y perdido. Estética en los escenarios y estética en las listas. Estética que guardar y estética que conseguir. Hay Madrid pero no hay GPS. Hay Toni 2 y Libertad 8. Hay Costello y hay Laidi Pepa´s. ¿Por qué no? A veces, uno tiene miedo a contar historias demasiado cercanas, con demasiados nombres reconocibles, pero las novelas generacionales es lo que tienen.

La generación sin generación. La generación en la que cada uno se busca la vida como puede. Del hágalo usted mismo. Francotiradores apostados tras cualquier esquina, sin nada que esperar, sin aspiraciones. Sólo una oportunidad, sólo una bala. Nada de "cambiaremos el mundo" sino "aquí y ahora". Eso es un francotirador. Olvídense de Dawson Crece y de las mariposas en el estómago. Aquí hablamos de Radiohead, Smashing Pumpkins y Nirvana.

Por supuesto, aún no sé lo que he hecho. Sé que he hecho algo bueno pero no sé hasta qué punto. Las primeras lecturas han sido positivas pero ahora llegan las de verdad: la de la novela completa. Y habrá que ver qué hacemos con los altibajos, con los personajes prescindibles, con las escenas excesivas, con el ritmo sostenido en 36 capítulos.

Yo quería escribir una buena novela. Con estilo, con calidad literaria, con historias, con personajes profundos... pero también quería hablar de Vetusta Morla y Emite Poqito y quería que comieran tostas en el Malaspina y se emborracharan en el Contraclub.

Yo no quería sexo, drogas y rock and roll, pero tampoco quería evitarlo de manera ridícula. Tienen 30 años, van a garitos de madrugada, ¿cómo no hacer ni una sola referencia? Pero no, repito, no es el Kronen. No hay grandes desamores ni grandes sobredosis ni hay un universo amoral dominándolo todo. Moralmente amoral. Hay una confusión espantosa y una tendencia al absurdo. Bastante humor, para lo que yo estilo. Mi sentido del humor, al menos. ¿Saben cuál es el libro que más me gustaría haber escrito? "La conjura de los necios", de John Kennedy Toole.

Pero hasta ahora no ha sido mi estilo.

En fin, habrá retoques, pero ya está. Todo empezó rumbo a Parla hace catorce meses y ahora está a punto de ser imprimido.

Contento.

Mi próxima versión, la soñada versión 2.0 de Guille Ortiz, seguro que es capaz de hacer algo mejor con la siguiente. Pensada ya está. Pero eso será a partir de verano de 2010, como poco. Esa sí que tiene pinta de best-seller. Y esta también, claro, ¿por qué no soñar?

viernes, enero 08, 2010

Fotos en cajas de zapatos

El tema de los treinta es la nostalgia. Espero que en los cuarenta, todo te dé un poco igual ya y el tema vaya pasando poco a poco al crepúsculo. Quizás no. Según mi novela, no. Según mi novela, una chica "es la crisis de los 30 de demasiadas personas y tiene miedo porque le han dicho que a los 40 la cosa no mejora".

El caso es que ahora todo está muy reciente, casi real. En una década, será la nostalgia de una invención, que siempre es otra cosa.

Fotos y cartas en una caja de zapatos que salió corriendo de casa de mi abuela, pasó por casa de mi madre y fue aparcada en la mudanza-express en un rincón alto de mi armario empotrado. Todo por un despiste absurdo: buscar una foto que enseñar. Cuando encuentras una foto abres un abismo y eres como uno de esos personajes de dibujos animados que va girando sobre sí mismo sin saber dónde va a caer.

Algunas conclusiones, por supuesto: la primera, la habitual, que el pasado no era lo que era. Que anticipamos demasiado. Que, por ejemplo, nunca fui tan feo. De hecho, en muchos momentos de mi adolescencia y de mi juventud fui incluso guapo, pero yo estaba convencido de que no. Supongo que de alguna manera podía refugiarme en eso para obviar otros comportamientos extraños.

Una excusa para lo que, pedantemente, hemos dado en llamar underachievement.

Luego, las tarjetas de cumpleaños de los 18. Las que decían, insistían: "No cambies" y yo las leo años después con la sensación de que lo que querían decir era: "Cambia". Algo así como "Vale, eres muy especial, un tipo singular, único, con gran talento, bla, bla, bla... pero si sigues resultando insoportable no vas a llegar a ningún sitio y desde luego no cuentes conmigo". Había algo especial en mí -la autocomplacencia de mi "especialidad"- que no les gustaba a los demás y sinceramente, leyendo otras cosas mías, no puedo culparles en absoluto.

De especial a "rarito" hay un paso muy corto.

Yo sé que hay mucha gente que me considera insoportable ahora mismo. Quizás no uniformemente insoportable, pero con mis días y mis noches. No saben de dónde venía. Honestamente, viendo lo visto estos días, me parece un milagro haber llegado a los 32 con tan pocos terapeutas, apenas tres o cuatro. Exagero, por supuesto.


Luego me dio por uno de esos pensamientos hippies -¡mis padres, esos beatniks!- y mandé un mensaje de paz a todos los que estaban en esas fotos y seguían en alguna red social. Un mensaje de paz y amor. Me he convertido en Rodríguez Zapatero. Un mensaje de "espero que todo os vaya bien, me acuerdo de vosotros, aún me emociono cuando veo las fotos. No sé qué pudo pasar, pero gracias". Porque en algún momento, toda esa gente gritó mi nombre un millón de veces y yo grité el suyo un millón de veces más y si hacemos caso a Loriga -¿por qué no?- de eso se trata.

martes, enero 05, 2010

Cafés en el Oquendo

La capacidad para conseguir que cada vez sea una vez distinta. Es decir, que no se repita. Pocas ciudades consiguen eso. De entrada, a mi ciudad le cuesta. Y a mi otra ciudad, Barcelona, también, lo comprobé hace poco. A San Sebastián, no, sea mérito suyo o mío. Sea por sus distintos universos en un solo universo decadente o sea por mi capacidad para la melancolía: el hotel en lo alto del Igeldo, la ikurriña en el Urugull, justo donde veíamos veleros en la distancia y tú te echabas a llorar. Los bares de la zona vieja y la sensación de que conoces algo pero de una manera superficial.

¿Y si todo fuera superficial, y si no hubiera misterio?

Esta mañana, por primera vez en mi vida, he pensado que podría venirme a vivir aquí; que si fuera escritor, o algo así, una profesión que me permitiera establecerme en cualquier lado, igual me cogía aquí un piso o algo y me quedaba a vivir unos años, a lo Iván Zulueta, en pijama por todos lados escandalizando a los burgueses.

Algo sobre el camino: estoy harto de trenes. De trenes y de autobuses. Y de aviones, no crean que me olvido de Almería. Cuando yo era rico -y ahora no es que no sea rico, es que soy manifiestamente pobre- viajaba en preferente y me encerraba en mí mismo. Ayer ni siquiera eso. Las conversaciones esporádicas y los niños llorando. Los móviles a todo volumen.

Los viajes dicen algo de mí. De entrada, para los demás, dicen que soy borde, porque no me involucro en ninguno de sus pasatiempos. No, ya digo, mundo interior. Luego dicen un montón de cosas confusas y difícilmente clasificables: empiezo leyendo "El Mundo", luego paso a "Blood Meridian", de Cormac McCarthy, en una de esas ediciones americanas con la tinta medio corrida y apelotonada, ninguna preocupación por la estética. Cuando consigo cambiarme de sitio y puedo bajar la mesilla me pongo con "El Mundo Deportivo" y a continuación avanzo por "Jirones", de Sonia Bartolomé. Poesía, por decir algo. No estoy seguro de que Sonia se defina a sí misma como poeta, pero sí es posible que esa etiqueta acabe funcionando.

Es de noche cerrada y una chica japonesa me pregunta algo en inglés. Estoy leyendo "Conversations with Don de Lillo" y fantaseando con mi segunda novela. QUIERO escribir esa segunda novela, quiero escribir muchas historias más y escribirlas sin miedo y sin ningún propósito. Si algo me fascina de los escritores estadounidenses es su tremenda capacidad para parecer distantes. No sé si es estética o qué es, pero la seguridad en sí mismos es impresionante, como si el resto -editores, ventas, lectores, críticos...- les diera lo mismo.

Frankly, my dear, I don´t give a damn.

Francotiradores.

Al llegar a San Sebastián, los recuerdos y la melancolía. No sé si los recuerdos y la melancolía son mejores que los dolores y las molestias físicas. Yo diría que sí, aunque solo sea porque llevan más tiempo y por tanto son más controlables. Pensión Añorga, huyendo de la habitación 110. Pepito de ternera y pincho de tortilla en el bar que hace esquina, el de las mesas enormes. Paseo hasta el Barrio Viejo. Bruma en La Concha. Unas luces al fondo que anuncian el Palacio de Miramar. Decisiones importantes: ¿Copa en el Be-Bop o café en el Oquendo?

Estoy solo. Toda mi vida sería maravillosa si no estuviera solo y eso lo pienso también en la cafetería del hotel, escuchando a Lichis en MP3 y comiendo dos donuts: ¿Cómo voy a cambiar nada de lo que hice el año pasado? ¿Con qué cara puedo decir que 2009 fue una mierda? ¿Con la cara de Medina, Málaga, Almería, Benicassim, Barcelona, San Sebastián, Malasaña, Badlands, García Noblejas? Imposible. Me hubiera gustado poder compartir algunas cosas, simplemente. Eso sí me hubiera gustado.

Llegar a ciudades acompañado. Esa maravillosa sensación que hace que la ciudad pierda en importancia e incluso tus recuerdos se queden en nada. Pero, ¿serían posibles todas esas ciudades, todos esos momentos si no estuviera solo? ¿No es la soledad la condición de posibilidad de toda esa hiperactividad?

¿Por qué la hiperactividad, en cualquier caso? Arriba y abajo...

En fin, café en el Oquendo. Es lo mejor un lunes a las once. El Be-Bop, además, está vacío. Paseo a casa, luego, por el Boulevard. La bandera española no ondea. Está colgada pero hecha un burruño. ¿Qué más da? "Blood meridian" antes de dormir. Unas diez horas. Por la mañana, otra ciudad, no tu ciudad sino la ciudad de los festivales.

Pero sin festivales.

sábado, enero 02, 2010

La venta de discos en España


Algunas cifras de hace 15-20 años: Julio Iglesias vendió un millón de ejemplares de "Raíces" en 1989, justo el mismo año en el que Mecano llegaba a esa cifra con "Descanso dominical" -un año después repetirían con "Aidalai"-. Rosana cruzó la línea del millón con un exitoso primer disco en 1993, Alejandro Sanz debutó con 900.000, Ella Baila Sola vendió 700.000, incluso un tipo casi desconocido en España como Phil Collins se marcó 750.000 unidades vendidas en 1990.

Por entonces, te daban un disco de oro si vendías 50.000 ejemplares y uno de platino si vendías 100.000. Tenía lógica. Números redondos.

Vayamos un poco más cerca: en 1999, Estopa debutó con 1.100.000 discos vendidos; en 1998, Mónica Naranjo rondó el millón de unidades e incluso Álex Ubago se quedó en 900.000 discos vendidos de su infame "¿Qué quieres tú?". Hablamos de 2003, coincidiendo con el fenómeno OT: Bisbal llegó al millón de copias, Bustamante rozó el larguero y Rosa al menos se quedó en la mitad.

Al año siguiente, 2004, Bebe sacaba nuevo disco y se convertía en un éxito masivo. Copó emisoras, televisiones, portadas... mercado comercial e independiente. Fue número uno, estuvo en la lista de ventas dos años y consiguió vender más de 600.000 discos. No eran las cifras de La Oreja de Van Gogh cinco años antes -exactamente el doble- pero no estaba mal.

Pues bien, por seguir con la misma artista: en 2009, Bebe saca segundo disco, repite en el número uno, lleva 26 semanas en lista, va a sacar su segundo single ya... y no ha llegado a las 60.000 copias. ¿Saben cuánto ha vendido el esperado nuevo disco de Alejandro Sanz? 150.000. Joaquín Sabina lleva un mes entero en el número uno, justo en la época de más ventas, que son las Navidades. Ha conseguido ya el triple disco de platino.

Sólo que ahora el disco de platino te lo dan con 60.000 y el de oro con 30.000. Y sí, eso incluye ventas on-line.

Sólo 14 de los 100 discos más vendidos de la pasada semana habían llegado al platino. Ninguno había superado los 200.000 de Sabina. Han oído hablar mucho de Macaco, ¿verdad? Una de las canciones del verano, casi un año en la lista de ventas, llegó al número dos, Javier Bardem salía en su vídeo, bla, bla, bla... Bueno, pues disco de oro. Y punto.

Según este enlace de El Periódico, en España, con cifras de 2008, la venta de discos se había reducido un 64% en apenas 8 años, es decir, sólo se vende uno de cada tres discos que se vendían en 2000. ¡En 2000!

Eso no es una crisis, eso es un desplome absoluto, un cataclismo. El manifiesto desastre de Escolar y compañía venía a culpar a la industria de esa catástrofe. No han puesto medios para remediarlo, decían. No se amoldan a las nuevas tecnologías. Inserte aquí su comentario sarcástico sobre la SGAE. De entrada, eso no es cierto. Las compañías discográficas han tomado como mínimo dos medidas inútiles:

1) Llegar a acuerdos con servidores del tipo iTunes para vender on-line sus productos en calidad MP3 y a un precio más barato. No ha servido de nada: al menos en España, la gente sigue prefiriéndose bajárselas gratis del eMule y luego ya las reproducirá con el iTunes o con lo que sea. Y si no, nos enfadamos.

2) Cargar sobre los artistas con penosas cláusulas que merman sus ingresos en directo. Habrán oído mil veces el comentario ese de "bueno, pero esta gente gana dinero en los conciertos". Desde hace un tiempo, ya no gana tanto, porque las compañías suelen llevarse una parte porque sí, en supuesto concepto de promoción, y además en casi todos los casos les llevan el management de la gira, con la comisión correspondiente.

El mundo de la música lleva camino de convertirse en un mundo de maquetas y promociones sin objeto. Un mundo de "Paquito, el chocolatero". De conciertos sin canciones. Yo sé que suena muy bien todo ese rollo de "acabemos con la industria" porque es como una invitación a tomar el Palacio de Invierno y a todos nos hubiera gustado estar ahí, pero volvemos a lo de siempre: sin autores no hay canciones, sin medios no hay producción de esas canciones, sin producción no hay calidad.

Ahora bien, productores, autores y músicos de estudio cobran según se venda el disco. ¿No hay algo raro en todo eso? Puede coincidir que un grupo componga sus canciones o que contraten a la misma gente para una cosa u otra pero no es obligatorio. No es lo habitual, tampoco. Sí, vale, ahora cualquiera puede coger su canción, colgarla en MySpace, hacer un vídeo, colgarlo en YouTube y conseguir muchas visitas. Eso está muy bien, pero no veo por qué hay que prescindir de lo otro: del talento en la composición, del cuidado en los arreglos, del tiempo en el estudio, de la calidad en el sonido...

Y eso, amigos, nos lo estamos cargando entre todos. Exigirle a cada artista que sea Vetusta Morla, es decir, que esperen nueve años, que se busquen sus propios gestores, abogados, productores, que pongan su dinero para sacar el disco, que busquen su propia agencia de promoción... es mucho pedir. Eso es lo que se supone que hace "la industria", sea eso lo que sea. Cargársela, sin más, sin tener ningún plan B preparado, es un suicidio.

viernes, enero 01, 2010

Héroes


Cronología de los hechos: en verano de 1995, A. me regala un libro que se llama "Lo peor de todo" porque dice que el protagonista me recuerda a mí. El protagonista es un chico límite con enormes carencias afectivas, anclado en su infancia, con unas reacciones insospechables y una cierta tendencia a la paranoia sentimental. El caso es que cuando A. dice que le recuerda a mí no lo dice como una venganza o un insulto sino como algo natural, como si yo ya me hubiera tenido que dar cuenta a los 18 años de que era así.

Puede que solape los años en el recuerdo, pero aquella fue la época de apogeo de Ray Loriga. En el metro, Plaza y Janés anunciaba "Caídos del cielo" como gran revelación de la temporada y a Ray le metían en todos esos tinglados generacionales con Lucía Etxebarría, José Ángel Mañas y posteriormente Pedro Maestre, sorprendente ganador del Nadal.

El libro me gustó. Me pareció distinto. "Un libro que trata sobre una generación que no es la del 68", decía la contraportada. Mi generación, hasta cierto punto. Había iniciales e historias de amor desesperadas. Había un tono de perdedor incomprendido que sí me sentaba bastante bien. Ese verano, en Santander, compré "Héroes", en la librería Estudio, justo al lado del Ayuntamiento.

Mi primera reacción fue de estupor absoluto. Recuerdo leer las primeras diez páginas y tener que volver a leerlas. Recuerdo no entender nada y pensar que aquello en realidad no era un libro de ficción sino la adaptación de letras de canciones en inglés. Eso sí que era literatura de traductor y lo demás son tonterías. Recuerdo ir avanzando con todas las prevenciones hasta que de repente me dejé llevar por ese mundo de metáforas, soledades, imágenes absolutamente brillantes, efectos especiales, música de otra generación -probablemente la del 68- chicas rubias, amistades inquebrantables, noches y mañanas que te pasan encima como trenes...

Y entonces decidí que quería ser escritor. Ahora, quince años después, lo puedo decir y asimilar: sin "Héroes" yo nunca hubiera querido ser escritor y mi obra hasta ahora es un fusilamiento continuo de ese libro. Hasta ahora. Por algún lado había que empezar. Nunca me he atrevido a decírselo a Ray, claro, pero sí se lo he advertido a todos mis lectores en algún prólogo o epílogo.

Hace unos años, justo antes de publicar "Cuando las cosas dejaron de tener sentido" que, en fin, es lo que es, una obra tremendamente "similar" y dejémoslo ahí, hablemos de influencias y no de plagios que siempre queda mejor, decidí volver a leer el libro de Loriga convencido de que me decepcionaría. Al fin y al cabo, aquello había sido una lectura adolescente y yo estaba en esa época en la que empezaba a leer por placer y cada libro me sobrepasaba. Fui un lector muy, muy tardío.

Pensaba encontrarme con un libro efectista y adolescente, con puntos brillantes y unas chorradas enormes. No fue así. Seguía siendo impresionante, solitario y autocomplaciente. Seguía siendo como yo, en definitiva. No sé cuántos hemos crecido con ese libro como referencia. Yo recuerdo que durante un año fue mi regalo en todos los cumpleaños. Absolutamente todos. Se agotaba en Crisol y lo volvían a pedir para mí.

Precisamente porque soy un lector tardío y poco consistente, supongo que habrá otros libros de esa época que revolucionarían la literatura contemporánea española tanto o más que "Héroes", pero yo no los conozco, así que, para mí al menos, no existen.