jueves, agosto 26, 2010

Vida de chalet III. No te olvides de recordar


Durante meses la duda fue si la chica más guapa que conocíamos era Irene o era Lury. Tampoco teníamos claro quién era la tercera, pero sabíamos que estaba lejos. Cada una tenía sus partidarios. Una morena y una rubia, hijas del pueblo de Madrid. Ahora que ha pasado el tiempo y he conocido a Karola o, incluso, durante algo así como una hora en el Costello, a Paula Prendes, supongo que el ranking merecería una revisión, pero creo que ya se me ha pasado la hora de esta clase de rankings así que no me pronunciaré.

Lo que hay que hacer para relegar a la Chica Langosta...

El caso es que Irene, como ya deberían saber, anda también por Moralzarzal con su familia, y volvemos a quedar en la Plaza de Toros, fascinados por las patatas fritas deconstruídas que sirven con los refrescos, hasta el punto de que pedimos dos rondas solo por poder tener dos tapas. Sigue siendo guapísima, no sabría ponerle un número. Es normal, tiene 26 años. Lo espantoso de todo esto es que yo tenga 33, pero ellas, que casi siempre aparecieron a los 21, se pueden permitir aún un tiempo de juventud y belleza.

Me estoy dejando el pelo largo, me siento más cómodo. Aún no sé por qué.

Más cosas: el documental de esta mañana ha sido "63 formas de matar a Fidel Castro", un repaso por distintos terroristas entrenados por la CIA y residentes en Miami que intentaron durante décadas matar a Castro y por el camino se llevaron todo lo que pudieron. Luis Posada y Orlando Bosch. Lo bueno de ser un venerable anciano es que a uno le da menos reparos admitir que es un hijo de puta, o que lo ha sido, al menos. "En una guerra todo vale", dice Bosch para referirse al atentado contra el vuelo 455 de Cubana en 1976, desde su residencia estadounidense.

Siempre he tenido cierta simpatía -en el sentido inglés del término- por los anticastristas de Miami, como se puede tener simpatía por cualquier grupo de exiliados que no pueden regresar a su país por cualquier razón, especialmente si esta es política y su vida, o su seguridad, peligra. Tener simpatía por exiliados no quiere decir tener simpatía por terroristas. En este país sabemos suficiente de exiliados por razones políticas como para intentar entender qué se siente, incluso entender el odio y las ganas de venganza. También sabemos cómo manejar la venganza. Excepto los terroristas, de nuevo.

Más política y nostalgia: 24 horas después de acabar con McEwan, devoré "No te olvides de recordar", de Peter Kuber, una de esas maravillosas novelas gráficas estadounidenses que rescata la editorial Astiberri del olvido. Me asombra la falta de pudor de los novelistas gráficos, su facilidad para coger y contar su vida, sin más, con pelos y detalles, nombres y apellidos, día, mes y año. Creí que esas cosas solo las hacía yo. Kuber habla de la adolescencia, las relaciones amor-odio, George W.Bush y de algo que se podría entender como "madurar", es decir, casarse, tener hijos, llevarlos al colegio... Un libro que me mantiene insomne entre la sonrisa y el ataque de pánico. Supongo que es lo que esperaban los que me lo regalaron.