jueves, abril 29, 2010

El Barça se deja la piel (y la Champions)


Yo entiendo el sentimiento anti-barcelonista. Entiendo perfectamente que haya gente que le moleste su continua pose de superioridad moral y estética, su mirarse el ombligo, su divinidad catalanista y ese largo etcétera. Lo entiendo porque no me gusta lo contrario y me molesta el madridismo, con su chusquería, su prepotencia, su rancia necesidad de ganar a cualquier precio...

Por supuesto, esto no es más que una retahila de tópicos: ni todos los aficionados del Barcelona son unos puristas ni todos los aficionados del Madrid escupen tabaco en tascas de Lavapiés.

De hecho, en Lavapiés, la gran mayoría de la gente es del Atleti.

Pero, vamos, que lo entiendo. Es un deporte y lo divertido es tomar partido y querer que gane un equipo o que pierda otro. Después de casi dos años, por fin, el que ha perdido ha sido el Barcelona y eso ha provocado un gran jolgorio madridista y una profunda incomprensión y desilusión culé. Es lo que tiene intentar elevar el fútbol a ciencia o arte cuando no es más que un juego en el que se gana o se pierde.

Por ejemplo, el Barcelona ha jugado este año 55 partidos oficiales y ha perdido cuatro. No son muchos pero sí los suficientes como para perder la Copa del Rey y ahora la Champions, incluso para perder la Liga si empata algún partido más de aquí a final de temporada. Los 51 partidos no perdidos no servirán de nada y como diría el clásico "el fútbol es así".

Con todo, decir "aquí no pasa nada" sería absurdo. Hay varias cosas que analizar y que van más allá del azar del juego:

- No he entendido nada de la previa. Ni entendí lo de las camisetas ni la movilización del público ya movilizado, ni las apelaciones al orgullo, la remontada, dejarse la piel, odiar la profesión y demás declaraciones al uso. Ni siquiera entendí por qué se veía como algo heroico lo que no dejaba de ser algo casi normal: ganarle 2-0 al Inter en casa, es decir, igual que hace cuatro meses. Tampoco he entendido, ni me ha gustado, la agresividad en medios y ciudadanos. Ese punto casi violento y hostigador de caceroladas, insultos y aspersores. Todo eso me suena a equipo menor y los números ya citados indicaban lo contrario.

- ¿En qué influyó eso en el campo? En nada. Podría decir que vi al Barcelona un poco más tenso de lo normal, pero tampoco sé si atribuirlo a eso. Jugó su partido, pero lo jugó mal. Tuvo el balón pero sin profundidad, apenas abrió con sentido a las bandas y se empeñó en convertir el partido en un embudo. Jugó mal, en definitiva. Estas cosas pasan. Si me preguntaran por qué el Barcelona acumula tantos malos partidos últimamente, con posesiones más bien estériles, pérdidas de balón y dificultad ante la portería contraria, repetiría el número de antes: 55 partidos. Y quedan cuatro. Más los de las selecciones. Y el año pasado fueron 62. Jugar 117 partidos en veinte meses y todos casi como finales es más que agotador. Casi inhumano.

En las eliminatorias, por supuesto, siempre te la juegas en cada partido, pero es que además, la liga, en los dos últimos años, ha sido un pulso constante con el Madrid, que no se rinde nunca y que obliga a que hasta el encuentro en casa contra el Xerez sea decisivo y angustioso. Demasiada angustia para tan poca plantilla. Messi está desfondado, por ejemplo. No es el único. Imposible pensar y desequilibrar con ese nivel de cansancio físico y mental, así de sencillo. Si al final ganan la liga, eso sí que será una heroicidad.

- ¿En qué afecta al futuro? No hacía falta ser muy listo a principios de temporada para saber que al Madrid le faltaban mediocampistas y al Barça le faltaba profundidad de banquillo. Guardiola acabó el partido más importante del año con Jeffren, Bojan y Pedro de delanteros. Jugadores en formación que es lógico que tengan sus oportunidades pero que parece raro que tengan que decidir unas semifinales ante el campeón de Italia a una edad a la que deberían estar con el filial aún. El problema es que no había nada más: Henry, ni está ni se le espera; Iniesta, lesionado; Ibrahimovic, en dejación de funciones...

El cambio del sueco en el partido de ayer fue probablemente la decisión más dolorosa de Guardiola en estos dos años porque era el reconocimiento meridiano de una equivocación: él, personalmente, se empeñó en echar al máximo goleador del equipo y cambiarlo por un jugador completamente distinto. Fue un error. No lo digo yo, lo dijo él ayer con el cambio. Si tu fichaje estrella te estorba en el partido decisivo, mal estamos. Y desde luego ayer Ibrahimovic estorbó todo lo que pudo. Incluso Bojan, voluntarioso pero con carencias, dio mucha más sensación de peligro. Protagonizó el único desmarque digno de ese nombre para rematar fuera de cabeza un gol cantado. Minutos después, clavó en la escuadra un balón suelto, pero la jugada estaba invalidada.

Tras los fiascos de Chigrinsky e Ibrahimovic es de suponer que la línea de fichajes del Barcelona irá en otra dirección este verano. Más aún con elecciones de por medio. Hacen falta más jugadores, es innegable. Cesc se hace imprescindible, y probablemente un Mascherano también. Arriba, hay que traer a un extremo y a ser posible fichar a un goleador que sustituya a Ibra. El sistema funciona tan bien que funciona hasta con Jeffrén y Bojan, pero no conviene tentar a la suerte. Ni conjurarla con ofrendas populistas y cacerolas.

Volvamos al fútbol, por favor.