viernes, marzo 26, 2010

El Escritor, de Roman Polanski

Siguiendo con la dinámica del refrito, tan eficaz en Nocheviejas, huelgas generales y cuadros de agotamiento, copio aquí mi reseña de "El escritor" que también encontrarán en este enlace de la revista Notodo.com

La teoría de la conspiración como forma de pensamiento político y social ha dado para muchas películas: la gran mayoría, mediocres y aceleradas. Alguna, como El escritor, absolutamente soberbia. Polanski da una auténtica lección de cómo hacer un thriller mezclando una supuesta ficción con política y realidad. Nada nuevo en el cineasta francés de origen polaco, de acuerdo, pero no deja de sorprendernos con cada nueva entrega. El escritor (The Ghost Writer en inglés, es decir, literalmente, “el negro”) empieza con algo sumamente banal: un escritor de autobiografías a sueldo es contratado para redactar el confuso manuscrito que resume la vida de un ex presidente británico. El anterior encargado ha aparecido muerto en un accidente. Quizás un suicidio. A partir de ahí se empiezan a complicar las cosas y uno se siente como el protagonista, preguntándose: “¿Dónde demonios me he metido?”

Las similitudes con la figura de Tony Blair y la guerra de Irak son inevitables pero por otro lado están insinuadas con bastante sutileza. Es decir, todos sabemos que ese ex primer ministro tan americanófilo solo puede ser Blair, pero por otro lado el personaje de un magnífico Pierce Brosnan es tan distinto en carácter y formas al original que la película en ningún caso roza el panfleto reivindicativo. Es cierto que las distintas vías investigadoras se acaban liando un poco al final, pero a ese final llegamos tan entusiasmados que realmente nos da igual. Es una película de las de disfrutar con la boca abierta y pegados al asiento. Otra buena noticia: Ewan McGregor, un actor que a veces deja dudas, está realmente soberbio aquí, más relajado, más tranquilo, más actor, en definitiva.

Tampoco se puede evitar un cierto morbo e ironía al ver una película de Polanski hablando sobre los Estados Unidos y sus tejemanejes, pero ya decimos, el morbo, la ironía, la reflexión política no dejan de ser una parte más en un engranaje muy completo. No están concebidos como fin sino como medio y eso se agradece mucho.