martes, febrero 23, 2010

Aquellos maravillosos 90: "Lo peor de todo"

Supongo que saben que esto también está en mi nuevo blog, pero por si acaso se lo dejo aquí:



Yo no leía mucho. Leer era un incordio porque equivalía a reconocer que había otra gente que sabía más que yo y no estaba dispuesto a tolerar que nadie me sacara de mi arrogante burbuja adolescente. Si leí "El guardián entre el centeno" fue por el empeño de la Chica Langosta. No recuerdo mucho más en aquellos años, algunas imágenes de Pedro Páramo, quizás. Poemas de Pablo Neruda. Lo típico, qué voy a contarles.

Un día, poco antes de unas vacaciones de verano -probablemente, las de 1995-, A. me regaló un libro que se llamaba "Lo peor de todo". "El protagonista me recuerda a ti", dijo, y sonrió. A mí me alegró muchísmo porque al fin y al cabo era un regalo y nada me hacía más ilusión en el mundo que imaginar a A. recordándome, pensando en mí durante casi doscientas páginas, pongamos tres tardes. Cuatro, si hacía mucho calor. El protagonista resultó ser un inmaduro psicópata capaz de arruinarle la vida a todo el mundo y encerrado en su mundo de recuerdos absurdos. Algo parecido a un autista, pero encima un autista llorón.

En la contraportada decía "Por fin, una novela sobre una juventud que no es la del 68". Obviamente, el libro se había publicado antes que "Historias del Kronen" y he de reconocer aquí una primera imprecisión: aparte de sudamericanos más o menos románticos y misteriosos, también había leído a Mañas. No sólo eso, me había gustado. ¿Cómo que "me había gustado"? Me encantó. A mí y a mi grupo de amigos no cocainómanos, no conductores suicidas, no follarines compulsivos. Nosotros, los moralistas, los que nos reuníamos en la parte de abajo del Jazz Madrid y compartíamos penumbra, humo y lo que nosotros llamábamos "existencialismo", algo que en realidad era poco más que aburrimiento.

Poco antes de acabar COU, mi mejor amigo y yo nos reunimos para escribir el guión de una película. Sí, éramos entrañables. Como no sabíamos dónde se escribían esas cosas, eligimos un Wendy en la calle Francisco Silvela, justo al salir del metro de Diego de León. Planificamos la primera escena y la última. El resto tendría que ser una especie de improvisación constante sobre nuestros problemas y nuestros dramas pijo-grunges.

Volvamos al libro: "Lo peor de todo" no tenía nada que ver con "Historias del Kronen", desde luego. Una juventud que no era la del 68 y tampoco era la de Alameda de Osuna. Sin banda sonora de Australian Blonde y con esas maravillosas llamadas de "VÁYASE USTED A TOMAR POR CULO". Una cosa distinta y rara. Luego Benjamín Prado intentó hacer lo mismo pero no lo consiguió. Le pasa a menudo.

Lo que no recuerdo es si me gustó o no. Creo que no. No solo por el hecho de que A. me estuviera llamando psicópata niñato egomaniaco, que tampoco ayudó en absoluto, sino porque demasiadas cosas se me escapaban. Me sentía más cómodo en la literatura de GPS: "Cogo la M-30, me salgo en la tercera desviación, paso por Pío XII, en trescientos metros tuerzo a la derecha...". Sí recuerdo que me encantó "Héroes", solo un año después. No sé qué me llamó a leer "Héroes" si no me había gustado "Lo peor de todo", probablemente la exagerada campaña de promoción que Plaza y Janés hizo de "Caídos del cielo". Loriga iba por delante, como siempre, y yo intentaba ponerme al día en Santander y Malpica.

Me quedé fascinado. Leía diez páginas y tenía que volver atrás. ¿Qué demonios era eso? ¿Traducciones de letras de rock? ¿Cuentos? ¿Un amago de novela? Me daba igual: me encantaba. Toda aquella estética. Por las tardes recitaba: "Arriba y abajo es mejor que la tristeza" y por las noches, en el Desert, me emborrachaba e imitaba a Michi Panero en "El desencanto". Siempre digo que entonces decidí ser escritor pero puede que eso también sea estética y lo diga porque queda bien decir esas cosas. "Héroes" era un poco de todo, pero solo años más tarde nos dimos cuenta de que era un blog. Un blog precioso y sin sentido, como todo blog que se precie.

Todos aquellos pobres chicos -Maestre, Etxebarría, Mañas, Prado...- esforzándose por ser brillantes y Loriga con esa suficiencia irritante. Tuvo que ser desolador para él entrar en todas esas comparaciones. Mis propias comparaciones, claro: Loriga y Bret Easton Ellis, por ejemplo. El Kronen y "Menos que cero". La literatura en dos dimensiones, todo en el mismo plano. Desde el punto de vista del adolescente, la única frase válida era: "La literatura soy yo".