sábado, enero 30, 2010

Chéri, de Stephen Frears


Mi última colaboración hasta la fecha en Notodo.com, como siempre pongo aquí el enlace chulo y paso a copiar y pegar la reseña:

Stephen Frears es un amante de la decadencia y los códigos. Gente que vive fuera de su tiempo y ve cómo los soplos de aire fresco revolucionan su estado de cosas. El cerrado mundo de Valmont con su espantoso tedio en Las amistades peligrosas, la opresiva familia católica y sus valores morales en Café irlandés o la anticuadísima mentalidad de la corte británica y su empeño en mirar la realidad desde un bunker donde todo sigue igual que en 1945 en La Reina. Si uno se fija, todas esas películas tienen un punto en común: un mundo que se tambalea. Que agoniza y muere. En “Chéri”, la difunta se llama Belle Epoque y se sitúa en un momento impreciso entre finales del XIX y principios del XX. En realidad, es la historia de un grupo de gente que se empeña en vivir el siglo XX como si siguieran en el XIX. Lógicamente, las consecuencias son terribles.

El otro gran tema de Frears es el amor prohibido. El regusto por el amor prohibido y fuera de edad: Uma Thurman desvirgada por John Malkovich, Tony Blair derrumbado ante Isabel II entre los reproches de su mujer Linda… y ahora Michelle Pfeiffer, cortesana de élite –puta- enamorándose perdidamente de un bala perdida parisino, hijo a su vez de otra cortesana de élite y que dedica su juventud a mujeres y drogas. Casi todos los personajes de Frears sienten una común fascinación por la madurez. En vez de buscar lo nuevo en los jóvenes, lo buscan en los viejos. Decadentes, de nuevo. Los viejos, mientras tanto, disfrutan, se sienten halagados pero se dan cuenta: se dan cuenta de que ellos son los últimos juguetes de la infancia de esos niños y que más temprano que tarde les abandonarán. Precisamente porque son viejos son sabios. La gravedad siempre vence.

Chéri es una película agradable, bien hecha, y con el sello de un gran director. En ocasiones, resulta un poco plana. Emociones fuertes busquémoslas en otras películas. Es un retrato de un mundo que se acaba y no siempre es divertido observar un edificio derrumbándose. La soberbia actuación de sus intérpretes lo salva de todo. Michelle Pfeiffer, pasados de largo los 50, sigue deslumbrante; Rupert Friend ha tenido la suerte de nacer con mirada de enfant terrible y Kathy Bates remata lo que le tires. Así da gusto.