miércoles, septiembre 02, 2009

Madrid 2016 y la lucha antidopaje


No me he leído los informes de la comisión sobre las distintas candidaturas a los Juegos Olímpicos de 2016. Tampoco me hacía falta una comisión para saber que no le iban a dar la organización a Madrid. No pasa nada. Desde después de la II Guerra Mundial siempre ha habido variación de continentes y no tenía mucho sentido que la cosa cambiara ahora. Lo que no sé es quién ha engañado a Gallardón y a su equipo para seguir en la batalla, gastar más dinero, involucrar a tanta gente... todo para esto.

En lo que respecta al deporte español, hay una excelente noticia. Parece ser, o así lo destacan todos los medios, que el informe del CIO reprocha a España su política anti-dopaje. Ya iba siendo hora. La reputación del deporte español fuera de nuestras fronteras es pésima. La cantidad de médicos y masajistas españoles que se han visto envueltos en escándalos de dopaje es increíble, sobre todo si se la compara con la asombrosa ausencia de casos entre deportistas.

El último caso, el de Alejandro Valverde, por ejemplo. El CONI ha tenido casi que "robar" una muestra de ADN del corredor para demostrar que era uno de los clientes de Eufemiano Fuentes en la época de la Operación Puerto. Ni la justicia española ni los dirigentes deportivos hicieron nada por establecer esa obvia relación, y una vez que el CONI lo ha dejado claro, su reacción es defender al corredor y asegurar que los medios utilizados no son legales.

Nadie está diciendo que Valverde se haya dopado, por supuesto. Lo que extraña es que ni siquiera se investigue. Que la misma operación policial que acabó con las carreras de Ullrich o Basso no tocara ni de cerca a las grandes estrellas españolas.

Desde luego, aunque lleguen a extremos paranoicos, la preocupación en Italia o Francia supera con mucho la española. No dudan en sancionar aunque sea cautelarmente a sus estrellas si la sombra del dopaje está cerca. En España, Lissavetzky, un tipo capaz, se llena la boca de lucha y de permisividad cero, pero sorprende mucho que nunca haya casos españoles descubiertos por las autoridades de aquí. Hace poco, en Jamaica, pillaron a cuatro velocistas en controles rutinarios. En España, sólo hay casos de dopaje cuando nos pillan los de fuera y entonces, la reacción siempre es la misma: proteger al infractor.

Hace unos años, tuve la ocasión de leer el magnífico libro "Tour de Vices", escrito por Bruno Roussel, director deportivo del Festina en 1998, cuando el escándalo de dopaje masivo que afectó a ese equipo. El libro dejaba clara la relación de España con el dopaje: los masajistas y médicos españoles tenían trabajo en todo el mundo... porque eran los que más fácil acceso tenían a los productos dopantes y menos escrúpulos a la hora de administrarlos. ¿Todos los médicos y masajistas? Por supuesto, no. Pero la media era asombrosa.

El libro ni siquiera fue traducido al castellano. Nadie habló de aquello.

Sería injusto vincular la "Edad de Oro" del deporte español con el dopaje sistemático. Entre otras cosas, porque dicha Edad de Oro está más vinculada a nombres propios, a estrellas fulgurantes, que a estructuras. Ahora bien, es inevitable sospechar. Si sospechamos de Bolt, ¿por qué no de Rafa Muñoz o de Contador o de Nadal o incluso de Marta Domínguez? Por supuesto, estos deportistas están limpios hasta que no se demuestre lo contrario y pasan decenas de tests cada año, pero la mala imagen sigue ahí fuera, la duda constante sobre el deporte español y sus extraños éxitos.

Yo lo siento pero también tengo esa duda. Cuando veo a Astarloza dar positivo y dar una rueda de prensa rodeado de inocentes niños para demostrar su propia inocencia. Cuando Alberto García da positivo y todo el mundo le apoya. Cuando Gurpegui da positivo y su ciudad se lanza a la calle para defenderle. Cuando veo que no hay casos positivos jamás en controles rutinarios y no puedo evitar pensar cómo es posible que los haya en todos lados y que no los haya aquí, justo ahora que aquí empezamos a ganar algo.

Por lo que se ve, al CIO también le extraña. Y es una excelente oportunidad para demostrarnos que estamos equivocados.