lunes, junio 01, 2009

Elogio de Rafa Nadal


Entiendo la decepción. Y la sorpresa. Es mayúscula. Nadie podía imaginar que Robin Soderling, sin ningún resultado destacado sobre tierra batida y que venía de ser derrotado 6-1, 6-0 por Nadal hace menos de un mes fuera a derrotar al tetracampeón de Roland Garros. Yo, desde luego, ni lo contemplaba.

Quizá sea momento de darse cuenta de hasta qué punto es grande Rafa Nadal. Hasta qué punto tiene mérito todo lo que viene haciendo. Nos había hecho creer a todos que era invencible, lo dábamos por hecho, simplemente. Roland Garros = victoria. No, no es tan fácil. Figuras como Nadal, como Federer, aparecen una vez cada 20 años.

Puede que algunos de sus fans se sientan desesperados y vean el abismo cerca. No deberían. Deberían dar las gracias a Rafa por todo lo que ha hecho hasta ahora y pararse a mirar. Aún con 22 años, ha ganado 6 Grand Slams y 15 Masters Series. Si gana el US Open será el segundo jugador junto a Andre Agassi en conseguir ganar todos los torneos del Slam en su carrera desde 1968.

Ha dominado la tierra batida durante cinco largos años con unos números impresionantes: 5 Torneos de Montecarlo, 5 Condes de Godó, 4 Abiertos de Roma, 1 Torneo de Hamburgo (y otras dos finales) y sus 4 Roland Garros. Espectacular. Con 22 años, insisto.

No sólo eso: lo ha hecho desde la humildad, el respeto, los pies en la tierra siempre, una imagen de verdadero deportista. Creo que perder un partido después de 30 invicto ante un rival al que le sale todo es algo que se puede permitir. Recuerden que cuando acabe el torneo -y probablemente durante un buen tiempo más- este chico seguirá siendo el número uno del mundo.

No hay que vivir la derrota como un drama, aunque sí es cierto que había señales: últimamente, Nadal parecía muy a disgusto, quejoso. Al menos para lo que es él. Que si el calendario estaba muy apretado, que si Madrid se jugaba a mucha altura, que si los aficionados no le reconocían sus méritos, que si la organización no le adelantaba los partidos, que si el COI hacía unos controles anti-doping exagerados... Como si todo le pareciera mal o directamente estuviera ya hasta la gorra de este ritmo frenético. Lo cual es perfectamente comprensible, después de cuatro años seguidos entre los dos primeros del mundo.

Otra cosa a revisar es su calendario, aunque en realidad el principal problema de Nadal, como le sucedía a Federer, es que es muy bueno. Si no fuera tan bueno no llegaría tan lejos y no jugaría tantos partidos. Es obvio que ha llegado a Roland Garros desfondado, más mental que físicamente. Ganar el Open de Australia fue una sorpresa inesperada, con la ilusión que conlleva pero también la responsabilidad enorme. La gente empezó a hablar del Grand Slam en un solo año. ¡Pero si eso sólo lo ha conseguido un jugador desde la II Guerra Mundial y fue hace 40 años!

Parecía que Nadal era capaz de todo y gratis. Su volumen de partidos ha sido exagerado, pero no tanto el de torneos: jugó Doha, jugó Australia, luego Rotterdam, Copa Davis, Indian Wells, Miami, Montecarlo, Barcelona, Roma, Madrid y finalmente París. Eso son 10 torneos en cinco meses. En sí, no es una barbaridad. La barbaridad es que ganara 5 de ellos y llegara a la final en otros dos. Así se acumulan los partidos.

Está claro que el calendario es el que es, y que Nadal ha demostrado poder ser el número uno del mundo sin necesidad de arrasar sobre tierra batida. En esas condiciones, uno se pregunta si quizás jugar Barcelona cada año no es un lujo excesivo. Cinco torneos en siete semanas es mucha tralla. Y lo dicho: tiene que ganar porque es invencible, ya se sabe. Mucha presión para un chico tan joven.

Nadal tenía toda la pinta de estar harto y al final tuvo un mal partido que coincidió con uno soberbio de su rival. Esas cosas pasan. En un par de días cumplirá 23 años y le quedarán otros cinco o seis al más alto nivel. No es momento de cargárselo sin más sino de apoyarle más que nunca.

Por supuesto, esta derrota, junto a la de Djokovic, plantea un interrogante sobre Federer: ¿será este su año en París? El suizo ha perdido en los cuatro últimos años siempre con Nadal. Tres finales y una semifinal. Ahora que Nadal no está, ¿qué se puede esperar de Roger? Todo el mundo sabe que Roland Garros es lo que le separa de ser considerado el más grande de la historia. Lo que más ansía en el mundo. ¿La ansiedad podrá con él o al revés, asumirá su papel de favorito y logrará el éxito?

Imposible saberlo. Su calendario no puede ser más fácil: Haas en octavos, previsiblemente Roddick en cuartos y quizá Del Potro en semifinales. Ninguno, sobre tierra batida, debería inquietarle. ¿La final? Pues apunten a Davydenko, que va como una moto, pero las dudas sobre su físico siguen ahí, aparte de que ha perdido más de una decena de veces contra Federer sin haberle ganado nunca.

Sí, puede ser su momento, pero en este Roland Garros parece imposible vaticinar nada. Mejor estar calladito e ir poco a poco. La propia derrota de Nadal demuestra hasta qué punto tiene mérito haber jugado 19 semifinales de Grand Slam seguidas y estar a dos partidos de jugar la vigésima.