martes, marzo 24, 2009

Luis María Ansón y los Killers


Sí, han leído bien. Entre las mil críticas publicadas ayer y hoy del concierto de The Killers -al que, al parecer, fue todo Madrid, enterito- destaca la de Luis María Ansón en la primera página de "El Mundo". ¡Primera página! Ansón, periodista rancio donde los haya y director del ABC más conservador antes de fundar "La Razón" ni más ni menos, resulta que es fan de los chicos de Brandon Flowers. No sólo habla del concierto como si hubiera estado ahí -a veces uno se siente tentado de pensar que efectivamente estuvo ahí- sino que repasa toda su discografía, menciona las canciones más importantes... y por supuesto hace un elogio de la bandera española que según él "desplegaron" en el concierto (simplemente la pusieron en la pantalla de atrás, en Barcelona hicieron lo mismo con la catalana, eso probablemente él no lo sepa o no lo quiera saber).

En cualquier caso, me ha hecho gracia. Obviamente, Ansón no es mi periodista favorito. No está entre los cinco primeros. Y así podría ir bajando... pero verle firmar una crítica de un concierto de The Killers que empezaba diciendo que José María Aznar estaba entre el público me ha parecido suficientemente surrealista como para mencionarlo aquí.

Y por fin he encontrado el enlace en elmundo.es. Es este. Por su interés (friki) lo reproduzco aquí:


ESTABA TODO Madrid, desde Aznar, el político, a Guti, el futbolista; desde Hugo Silva, el televisivo aspirante a actor, a Mónica Cruz, la actriz excelente; desde pepepijos de vario pelaje a destacados progres caviar socialistas; desde señores antiguos de corbata hasta adolescentes ombligueras, lolitas de vaqueros ceñidos como la piel, jovencitas minifalderas, «al aire el muslo bello y flojo el cinturón». La juventud era una llamarada encendida en el Palacio de los Deportes. Los nuevos ídolos -Dave Keuning, Ronnie Vannucci, Mark Stoerner y, sobre todo, Brandon Flowers- se trajeron la luz de California, de la vieja California hispana, desplegaron una gran bandera española y gimieron a un ritmo enloquecido, mientras las espectadoras sobre los hombros de sus parejas se entregaban al orgasmo de la música eterna de la negritud. Durante horas, ellas y ellos danzaban el pop con frenesí en la noche serena con llama que consume y no da pena. No lo sabían, pero la caballería, como en el verso de San Juan, a vista de las aguas descendía. Y Aminadab, cabreado, no aparecía por ninguna parte.

Me acordé de hace cuarenta años, más de cuarenta años, cuando escuché por vez primera a los Rolling Stones en Londres. Kennedy caía asesinado por Oswald sobre el regazo de Jacqueline a la que cubrió de rosas rojas. Juan XXIII moría dulcemente sobre la paz en la tierra. Rolf Hochhuth escandalizaba con El Vicario.Bartok estrenaba El castillo del duque Barba Azul. Igor Stravinski, al que entrevisté en Madrid, El diluvio universal, Franco fusiló a Grimau, riéndose del Papa que pidió su indulto. Claro que para el dictador español, Pablo VI era un rojo que hacía de Papa.A Mandela le condenaban a cadena perpetua. Le Corbusier escalaba las puertas del cielo y Mao ponía en marcha la Revolución Cultural.Yo vivía días de amor y rosas, luna de miel en la guerra de Vietnam, y luego largo exilio en Hong Kong por el pecado de haber escrito un artículo, La Monarquía de todos, que encrespó al dictador.

Their Satanic Majesties Request eran el rayo que no cesa y se enfrentaron a los Beatles. Rollin' Stones Blues fue la canción de Muddy Waters que inspiró el nombre de los balas perdidas.Se impuso el machismo electrizante de los Stones, el rock'n' roll de grueso calibre, al fondo el blues, lejos aún los sonidos brit pop, con Mick Jagger descoyuntado, Keith Richard entre guitarras, todavía Chuck Berry en su aliento, y un Brian Jones que se estremecía con la psicodelia y terminaría muerto en su piscina. Volaban ya los pájaros de Hitchcock. Martin Luther King luchaba contra el racismo. Leíamos Rayuela. La muerte de Nehru ensombrecía a la india y Ngo Dinh Diem, al que entrevisté en Saigón en junio del 63, caía asesinado unos meses más tarde y abría la guerra de Vietnam.

Y ahora, cuatro largas décadas después, los Killers, que están desbancando a U2, prorrogan el fenómeno social de los Stones y los Beatles. Hot Fuss, Sam's Town, Sawdust y Day and Age son los álbumes del fulgor que no cesa. Por eso el mundo madrileño in se instaló en pleno en el Palacio de los Deportes. Un bosque de manos alzadas acompañaron las canciones de los Killers y se hicieron paroxismo al final cuando el grupo rugió con Read my mind, con When you were young. La juventud electrizada lo desbordó todo mientras los señores antiguos, los carrozas disfrazados de chaqueta, e incluso de corbata, los muy cutres, contemplábamos atónitos el esplendor del incendio.