miércoles, marzo 18, 2009

The Kinks- Days

A mí me gustan las canciones rencorosas. Me encantan. Supongo que eso quiere decir que en el fondo soy un rencoroso, pero en la forma... En la forma soy un nostálgico melancólico incapaz de romper cordones umbilicales y con mucha dificultad para el odio masculino de barra de bar o botella de agua mineral contra el suelo hija-de-una-hiena.

Yo querría haber escrito "You oughta know", por ejemplo, pero no, creo que no será posible.

Por otro lado, y por muy melancólico que sea, y por mucho que me empeñe en recordarlo todo con cariño y entusiasmo y adolescencia, me sigue fascinando que alguien pueda darle las gracias a la persona que le ha dejado. Me fascina, en serio. Que te destrocen el corazón y la vida y aun así puedas sacar fuerzas, sonreír y decir "gracias". ¿Por qué? "por esos días".

Nuestras vidas son estanterías del techo al suelo. Eso es lo que son. Podemos llenarlas o vaciarlas o dejarlas como están. Yo tengo pánico al vacío y lo acabo dejando todo por ahí amontonado y, sí, cuando me dejan (o cuando dejo, suele ser lo segundo), me da por mirar embobado a la pared y decir "gracias". Corres un riesgo, claro: te acercas peligrosamente a Amaia Montero, esa chica a la que dejaban en todas las canciones de La Oreja de Van Gogh y ella seguía sonriendo como si nada. Inquietante, hasta que descubrí que el compositor la odiaba y todo empezó a tener sentido.

A Lidia la dejan mucho menos, donde va a parar.

Pero, bueno, el caso, que supongo que puedes escribir una canción ñoña, nostálgica, de aceptación y resignación y alegría y que sea una canción brutal, de las mejores del siglo. A mí es lo que me parece "Days". Es lo que me parece casi todo lo de los Kinks, probablemente el grupo más infravalorado de la historia, quizás junto a la Creedence Clearwater Revival -¿los más sobrevalorados? ¿Queen y Led Zeppelin? Oh, lo siento, lo siento...-.

Porque, al fin y al cabo, la pregunta acaba siendo la misma: ¿qué demonios hacemos con la melancolía?