martes, febrero 17, 2009

Literatura y competencia


Leo "El Secreto" con algo de espanto: una mezcla delirante de telepredicador americano con espiritualidad barata y mucha cita engañosa. Poca diferencia con cualquier religión: donde decía Dios, diga usted Universo, sea eso lo que sea. Amo o esclavo.

Pero hay cosas buenas y que tienen que ver con este momento. La idea de que uno puede conseguir lo que se propone y que sólo hay que pedirlo y desearlo de verdad para conseguirlo. Quizás yo no sepa lo que quiero y no sepa pedirlo, o lo pida con fuerzas demasiado tibias y digo "No es posible" y el Universo dice "Tus deseos son órdenes" (sí, esto son citas literales). Quizá sea eso: que en el fondo pienso que no es posible y mis dos grandes ambiciones -ser escritor y ser mujeriego- se pierden en el Cosmos.

También, el Cosmos, qué exigente.

Pero luego uno escucha a un emergente joven escritor decir cosas como "Donde pongo el ojo..." para referirse a un premio y pienso que puede tener razón, o al menos en parte. Porque desde luego esa es la actitud y quizás el Universo escuche o no, pero alguien que dice "Voy a ganar este premio" sin duda está más cerca de ganar ese premio que yo, que ni siquiera me presento.

Lo cual nos lleva al tema principal: la literatura y la competencia, o la competitividad, si quieren. "La Crisis" ya está acabada y pasando por editores. Bueno, aún no. Aún estamos en la fase de los emails preguntando y avisando y pidiendo direcciones. La acogida está siendo formidable, la verdad, como para pensar que alguien puede interesarse. Pero reconozco que me irrita algo de todo esto, aunque sea imprescindible, desde luego. Me irrita lo de ir con mi libro por las editoriales como si fuera con un ramo de rosas y unas gafas de neón azul por los bares de Malasaña.

Por eso no me presento a los premios. Ahora. Antes, sí. Generalmente, perdía. Competir es horroroso, pero perder... eso es aún peor, claro. Me gustaría pensar que me vale con escribir y escribir bien y punto y no preocuparme por publicaciones ni historias. Pero no es cierto, claro. Por eso voy con mis gafas y  mis rosas y espero que alguien me haga caso, sea por convencimiento o por pena y tire para adelante.

Aunque a veces pienso en autoeditarme y ya está y tranquilo y mi libro en la estantería y no montarme en esta montaña rusa de inseguridades. Ser escritor y tener miedo a mostrarse. Contradictorio. Como todo.