viernes, octubre 31, 2008

I´m going to Graceland (Memphis, Tennesee)

Uno que intenta vivir su vida como si fuera una canción de La Cabra Mecánica y llega ese momento fatídico en el que no es más que una canción de Luis Fonsi. A veces, incluso, cuando te empeñas, de Paul Simon (sí, otra vez, el otoño y Paul Simon son estados de ánimo indisolubles): she comes back to tell me she´s gone... as if I didn´t know that, as if I didn´t know my own bed.

(E incluso un poquito más tarde, siguiendo Graceland todo recto, And I may be obliged to defend
every love, every ending. Or maybe there's no obligations now)

Dani Flaco en el Lady Pepa´s


Yo había oído hablar de los espaguetti del Lady Pepa´s, claro que sí. Oía hablar de ello cuando salía del Honky entre semana y las niñas se montaban en extraños coches, o cuando Hache, emocionada, hacía recuento de la noche anterior por email.

Pero nunca había estado.

Y, ¿qué quieren que les diga? Es un sitio interesante, un buen sitio para acabar la noche, si no fuera por un exceso de borrachos algo molesto. El dueño está controlando todo el rato, la entrada por supuesto es ilegal y su ubicación vamos a mantenerla en el anonimato por si algún concejal de distrito está leyendo este blog (Dani Flaco tiene fans en todos lados, ya se sabe). Lo único cierto es que está a cuatro minutos andando de mi casa.

Así que, nada, ahí estamos: Conchita, con un bocadillo de queso; Dani, con un bocadillo de salchichón; yo, con un bocadillo de chorizo. Una buena muestra de que la esperanza de besos ha desaparecido, ya a las cuatro de la mañana pasadas. Lucas y Gonzalo no toman nada. Jorge Marazu e Iván se vienen a nuestra mesa cuando sus chicas -ellas son así- se van muy disgustadas por el precio de las Coca-colas y la exigencia de consumir. Ya verán cuando lleguen al Toni 2...

Ha sido una noche extraña y de compromisos: por ejemplo, una posible actuación con Lichis, por ejemplo, una versión de "Antihéroe" en el 13, el próximo domingo 9, junto a Pablo Ager, en su concierto gratuito. Por ejemplo, la adhesión inmediata de Marazu a un posible grupo que responda al nombre de Repite Mojito y en el que yo cantaría, compondría las letras y tocaría la pandereta cuando alguno de mis compañeros quisiera su dosis de protagonismo.

Incluso, en un momento dado, Conchita y yo acordamos que cuando uno de los dos llegue a tocar en Las Ventas, invitará al otro como telonero. Y creo recordar que llegamos a darnos la mano.

Todo esto en el Búho Real, un concierto improbable de Dani Flaco. Improbable porque, por fin, lo ha conseguido, y eso es algo maravilloso. Porque ir a un concierto que te gusta y en el que hay cierto nivel de petardeo siempre es divertido, pero cuando encima el concierto lo da uno de tus mejores amigos, un tipo que ha cantado en la presentación de tu libro, que te ha apadrinado en Barcelona en múltiples aspectos y con el que has compartido conciertos delante de 15-20 personas... pues entonces la satisfacción es doble.

De entrada, en la puerta, Lichis y Vicky charlan con Quique González. Al pasar por taquilla, resulta que Conchita está tocando "Apaga y vámonos" y, poco a poco, resulta que nos conocemos todos: Pablo Ager, Odisea, César Valencia... Incluso César G. Miranda, músico de Pereza, que se atreve a tocar un par de temas. Aquello parece Flaco y amigos, bromeamos Pablo y yo, y justo entonces, Dani le saca para que cante él, y él se emociona, porque no se lo esperaba -incluso habían venido a quedar que esa noche no- y canta "Cosas que no se me dan bien" y Flaco -que es su anfitrión, es su productor, es su amigo...- le acompaña en el estribillo y un señor me pide que me quite de la columna "porque no veo" y yo, que paso de la euforia a la violencia de una manera preocupante, me encaro pero al final me aparto porque no soy un hombre de acción.

Lo que no quiere decir que no me quede con las ganas de decirle: "Caballero, esto es un bar, a veces la gente se pone en su trayectoria visual. Si no le gusta, haga como el resto: muévase".

Dieciséis canciones más tres bises, más un cuarto bis cuando Darío está ya a punto de poner la música. "Inés, Inesita, Inés", por primera vez en unos dos años. Flaco está eufórico, Lichis se va, agotado, Conchita y yo hablamos del disco de Luis Ramiro -permítanme prudencia, no puedo contar todo lo que veo, ese es el trato, pero ya sabrán algo, ya... cuando él lo cuente primero- y acabamos sentados todos en una mesa, con una chica encantadora que habla y escucha y que, por estas cosas que tienen los jueves noche, resulta que estuvo nominada al Goya en 2007, se llama Lantana, y participó en la película "Azuloscurocasinegro" de Dani Sánchez-Arévalo.

Así que hablamos de "Profilaxis", "Física II", "Traumalogía"... y me siento tremendamente cómodo, enseñándole a todo el mundo mi librito ahí, todavía en la estantería de detrás en la barra, algo escondido, pero visible, y eso, que las horas pasan, que Lucas llega, que Pablo se va, también agotado, que Conchita dice que se va pero que no se va -a quién no le ha pasado eso- y que al final decidimos seguir al gran gurú Marazu y sus mujeres -chicas, niñas casi, peques- prometidas al lugar prohibido, y que, contra todo pronóstico, porque nadie sabe ir, acabamos llegando.

miércoles, octubre 29, 2008

Vetusta Morla en la Riviera


A la tercera canción -cuando termina la tercera canción, quiero decir- la gente empieza a aplaudir frenéticamente, enloquecida y surgen los gritos de "oeoeoeoé" habituales en los finales de concierto.

Sólo que no es el final del concierto, insisto.

Es la tercera canción.

La recepción escalofriante cuando el grupo sale de entre algo que parece niebla y suenan los acordes de "Autocrítica", una especie de "There, there" español, con la batería marcando el ritmo a las guitarras y la voz de Pucho desgarrándose en tonos imposibles. Lateral de la primera fila. Un tipo de seguridad pide a unas chicas que no hagan fotos con el móvil y que no graben vídeos. Después lo da por imposible y las chicas siguen cantando y grabando.

Y voy a pensar... que todo va bien.

Siguen con "Rey Sol", una canción que me deja algo frío, pero después viene "Un día en el mundo" y la gente, literalmente, enloquece, y a Pucho casi ni se le oye y supongo que todos recordamos el vídeo en el que alguien les graba hacia atrás y ellos van desde la casa del cantante hasta la FNAC cantando y tocando por la calle. Disfrazar, seducir, ponerme guapo para ti. Entonces es cuando llega la primera ovación, la mencionada al principio de este post. La que nos deja a todos co la carne de gallina porque yo, que he ido a mil conciertos, y muchos de ellos han sido en La Riviera, no recuerdo una muestra de entusiasmo tan devastadora tan pronto.

Demasiado tiempo sin tocar en Madrid.

Ellos están sobrepasados. Por completo. Se miran y sonríen y deciden pasárselo bien, como siempre. Tocan una nueva (o quizás una vieja, tan vieja que no la conozco, casi nadie la conoce) y siguen repasando el disco: "Copenhague" -dejarse llevar suena demasiado bien- "La Marea", "La cuadratura del círculo" -otra vez, la gente enloquece, botes, saltos, gritos, puños cerrados: Saber que no os puedo aniquilar, no es suficiente para firmar la paz..., "Sálvese quien pueda" (hay tanto idiota ahí fuera), "Valiente"...

Se van pero vuelven. Falsa alarma. Se suponía que iban a tocar cuarenta minutos pero ya llevan una hora. Alguien se debió de dar cuenta de que la gente había ido a verles a ellos y no a La Habitación Roja. Acaban con "Saharabbey Road", como siempre, mientras van presentando a la gente. Las chicas vuelven a cantar "la-lalalalalalá-lalalalaláaa" y los chicos cantamos "lolololololo-lolololololo-ló" hasta que se van, definitivamente, exhaustos, sudorosos y nosotros nos miramos, algo incrédulos, los seis, y ponemos cara de "Qué conciertazo".

Esa cara reservada a momentos muy especiales y que, por eso mismo, no conviene ir regalando.

(Foto: http://i71.photobucket.com/albums/i157/kapixulo1/vetusta3.jpg)

lunes, octubre 27, 2008

Fiebre en las gradas


No es cierto que a los intelectuales no les guste el fútbol. Puede que no a todos les guste, pero aun así hay suficientes intelectuales y escritores en general a los que les gusta el fútbol como para que el género deportivo tuviera mayor representación en las librerías. No hay libros buenos sobre fútbol, eso está claro, y "Fiebre en las gradas", que, de hecho, hace hincapié en ello, es un buen ejemplo.

Sorprende que este fuera el primer libro de Nick Hornby después de que, como él mismo reconoce, fuera rechazado mil veces por mil editoriales -lo habitual-, porque realmente no aporta nada más que cierto oportunismo: fue escrito justo después del doblete del Arsenal de 1990-91, con lo que se supone que en aquel momento el Arsenal sería un buen filón de ventas e interés en Inglaterra, y si no un buen filón, al menos un cebo suficiente.

Sí es de agradecer que Nick Hornby no pretenda en ningún momento escribir un libro mejor. Es decir, él se propone mostrar una pasión, sin explicarla demasiado, y cómo esa pasión afecta en su vida. Intenta crear una complicidad con el lector a base de honestidades brutales aunque repetitivas, pero al menos no hace lírica ni literatura barata. El libro es una especie de autobiografía futbolera sin especial trama: lo que yo opino sobre...

Empieza con la gran primera decepción del autor en 1968, final de la Copa de Inglaterra ante el Swindon Town y acaba con el triunfo glorioso del doblete de 1991. Ahora bien, no hay una progresión narrativa, que nadie se equivoque. No es una historia que pretenda ir de derrota en derrota hasta la victoria final. Si Hornby se deleita en algo es precisamente en las derrotas y por tanto el libro es más bien cíclico y por lo mismo, aburrido. En el campo, el Arsenal mezcla temporadas excitantes con temporadas mediocres, fichajes millonarios con medianías provenientes del filial. En su vida, Hornby mezcla novias y trabajos y fracasos literarios.

Esa misma circularidad, en ocasiones, agota.

Yo creo que "Fiebre en las gradas" no pretende ser mucho más que un libro de encargo. Le dijeron a Hornby que escribiera sobre el Arsenal y lo hizo con cierto desapego, como si en realidad su pasión fuera tan inexplicable, que mejor no transmitirla, mejor presentarse como un caso perdido y punto. Entiéndanlo ustedes. Háganse una idea.

Como aficionado al fútbol, me disgusta que los resultados de los partidos se conozcan antes de leer las crónicas. Soy así. El resultado del partido me interesa incluso cuando el libro lleva 17 años publicado. Sin la incertidumbre del resultado me cuesta leer. Pero, volvemos al principio: el libro no está escrito para aficionados españoles, sino para seguidores del Arsenal en un momento glorioso. Ellos sí entienden. Ellos saben los resultados.

No veo interés alguno para alguien que no sea aficionado al deporte. Las reflexiones que se hacen son en general muy locales -los hinchas del Millwall son mejores que los del Chelsea y cosas así- y no aportan nada demasiado nuevo sobre el deporte en cuestión y su vivencia. En efecto, los futboleros estamos locos. Tan locos que no sabemos cómo explicar lo locos que estamos. Mucho menos escribirlo.

Festival Acróbatas: VI. Despedida y cierre

En recepción están ya Pancho y Alejandra con Rubén y Vanessa. Ellos van en coche y yo cojo un taxi. Desayunamos y recordamos. Ayer estuvimos un par de horas tomando copas en la terraza mientras crecía el frío: Dani, Rubén, Vanessa, Aroa, Bea, Lara, Marian y yo. Recordamos viejos tiempos, porque todos tenemos viejos tiempos a estas alturas y en muchos casos esos tiempos se entremezclan.

Me hace gracia cuando la gente habla de mi blog con respeto. Supongo que sí, que hay que tenerle algo de respeto, porque cualquiera que habla -o escribe- puede meter la pata. Pero no, en general, aquí se cuenta lo que se puede contar, y lo que no se puede contar, se vive, y punto.

Así que, eso, los ocho alrededor de una mesa -Dani y yo llevábamos las mismas zapatillas, completamente, Pullandbearmente identiformes- y las horas pasando, en ese momento en que las horas no pasan hacia adelante sino hacia atrás, cuánto tiempo queda para llegar a este momento, el de las ojeras y el sueño y la mochila en mano y la leche y el descafeinado. Bea y Aroa se despiden. El taxista calla durante unos veinte minutos. De repente, me doy cuenta de que estoy en Barcelona.

Vemos a Marian, vemos a Pedro Guerra, leo a Coetzee de manera compulsiva mientras mi compañero de asiento dormita o algo así -el AVE es caro pero espectacular-, Pancho y yo coincidimos en la cafetería y arreglamos el mundo en un ratillo que resulta ser una hora casi, pero cuando vuelvo todo sigue igual: el señor dormita, Coetzee espera, Madrid se anuncia insospechada, de repente, con sus carteles azules anunciando autovías...

Festival Acróbatas: V.Un momento mágico


En el camerino hay una tortilla deliciosa, con la patata quemadita dentro, crujiente, así que no puedo evitar coger un trozo y luego otro y luego otro... y Dani me mira con cara de "tío, córtate", pero yo sigo con mis viajes de ida y vuelta y me parece que estoy de mal humor, en general, y confundo a Héctor con Álvaro -confundo los nombres, no las personas- y saludo de manera algo esquiva en general, mitad "no quiero molestar", mitad "no me molestéis", y decidimos sentarnos al fondo del auditorio, aunque hay asientos de sobra libres delante.

El espectáculo está montado de distinta manera: el sábado cada uno iba por su cuenta. Salía Chaouen, entraba Paco, salía Paco, entraba Lara, salía Lara, nadie encontraba a Chaouen así que volvía Lara y luego Paco y luego ya Chaouen y... Hoy no. Hoy, los cuatro, Pancho, Quique, Luis y Sonia están continuamente sobre el escenario. Pancho hace un poco de maestro de ceremonias, porque está acostumbrado y se le da muy bien, y las intervenciones se van sucediendo de una manera armónica, sencilla, cálida...

Quique canta las canciones de Pancho, Pancho las de Quique. Los dos disfrutan. Luis García Montero parece que va a abrumar pero no abruma porque Sonia se revuelve y está a su altura y a Luis se le ve en la cara: "Está a mi altura", piensa, y eso es una bendición para cualquiera, porque se puede relajar, ceder testigo, acomodarse en el sofá mientras Sonia sigue creciendo y él sonríe y da paso a Quique igual que Sonia -"diez, nueve, ocho..."- da paso a que Pancho cante el principio de "Space Oddity" y la gente aplaude e incluso se pone de pie cuando el espectáculo acaba la primera de las tres veces que acaba y el mal humor se me pasa -esto no es una licencia poética: el mal humor se me pasa- y de repente siento ganas de llorar cuando escucho "Peces de ciudad" y me dan ganas de abrazarles a todos, cosa que hago, para sorpresa de Quique González, que, lógicamente, sigue sin saber quién soy: abrazo a Sonia, abrazo a Luis, abrazo a Pancho, abrazo a Quique... porque han sido dos horas de la hostia, de una calidad inmensa, de un ambiente mágico, y no tengo palabras para definir aquello: los escalofríos, la piel de gallina...

Yo no entiendo que el auditorio no estuviera lleno, rebosante, con gente quedándose fuera, incluso montando gresca y aporreando puertas. Rubén y Vanessa han ofrecido un regalo inmenso y los que lo hemos aceptado sólo podemos agradecérselo, pero da esa sensación de que ellos merecen más. Montar este festival, apostar por esta gente, cuidar cada detalle al extremo. Todas las facilidades, todo el entusiasmo... No sé, es complicado encontrar algo así en el mundo de la música, lo digo en serio. Es complicado encontrar un entusiasmo tan desinteresado en la calidad de la música (y la literatura, claro) como la de estos chicos.

Así que, bueno, nos vamos a cenar algo con Lara, Aroa y Bea -Lara, al final, repitió, la hicieron volver a leer, Lara es otro regalo de los dioses y todo el mundo lo acepta así, de la manera más natural, a nosotros nos basta con verla destrozar las pizzas- y hablamos de Rob Lowe y Kirk Cameron y personajes del Príncipe de Bel Air y decidimos irnos al hotel "a tomarnos la última".

domingo, octubre 26, 2008

Festival Acróbatas: IV.La resaca

Agua por la mañana y a la hora de comer. Agua debajo del montículo y más allá de la arena. Playas de Castelldefels, paseo marítimo. Dorada a la plancha algo seca. Esta mañana, la gente se despedía con un ánimo inconcebible. Paco estuvo a punto de quedarse una noche más. Café, zumo y dos croissants por cinco euros -eso sí, el zumo no era natural-. Rubén y Vanessa con dos cafés en la barra, yo hojeo El País.

Es una hora más, pero la cosa no está mucho mejor que otras veces. Carlos trae mala cara, igual que Paco, es normal. Al final, ayer se quedaron un buen rato -Paco menos rato, se fue a dormir antes- cantando canciones con la guitarra y bebiendo cervezas del minibar (más cosas sobre el minibar: sorprendentemente no contiene bebidas alcohólicas, que yo recuerde incluso en mi viaje fin de curso de 8ºEGB teníamos bebidas alcohólicas, aunque apenas las utilizáramos).

Cambiamos viajes: al final, Quique González se va a Santander y yo me quedo su billete del AVE. Me evito otro angustioso despegue y un madrugón que, en este momento, se hace indeseable.

Llega Sonia, llega Pancho. Pido un taxi en recepción y tiro para el paseo marítimo. Lo dicho. La Chica Sensata y Aroa han empezado a comer y hablan sin parar de una noche que no sucedió nunca. Yo soñé con alguien que no recuerdo, pero imagino. A nuestro lado, un niño con la camiseta suplente del Barcelona tira un trozo de solomillo al suelo. Discutimos sobre la utilidad de un acordeón.

Dani Flaco llama y yo le digo "En cinco minutos, te llamo" y es justo lo que el contador del cyber del hotel va marcando hacia atrás, como si quisiera recordarme algo.

En dos horas: Sonia San Román, Luis García Montero, Quique González y Pancho Varona.

Festival Acróbatas: III. El Café Sol

... Y Aroa pregunta qué quiero hacer con "esto" y "esto" es escribir y yo le digo que ya disfruto escribiendo y que eso es importante y que supongo... pero a la vez estoy pendiente del Murcia-Cádiz y de los distintos grupos que se forman y sus respectivas conversaciones y Lara se enfada con nosotros por hablar de temas tan serios -literatura deportiva, en ese momento, y las razones por las que no había una buena literatura deportiva en España, que no la hay- y pide algo más de frivolidad, y yo me veo capaz de ser perfectamente frívolo, pero me pasa al revés que a ella: que me paso el día hablando de chorradas y apenas tengo oportunidad de hablar de libros, y...

Rubén y Vanessa se van, agotados. Marian se queda. Carlos está en una mesa, al fondo. La gente se acerca y se aleja de él con un respeto infinito. Me enamoré de una chica a la que le gustaba mucho Chaouen. Eso fue hace muchos años y ella cree que en realidad no me enamoré sino que jugué con ella, y desde luego, aquello sigue siendo opinable, pero el caso es que yo no me acerco a Chaouen porque no le conozco y me parece algo descortés, porque Carlos no es Paco, no tiene ese punto amistoso, de buen rollo, de pasemos la noche juntos, joder, y disfrutémosla, que en parte es un poco también Lara, si se piensa, por qué no.

Y nos vamos quedando cada vez menos, lo típico. Partidos comprometidos y defensas centrales, muchos defensas centrales. Gente que llama y gente que va al baño. El bar se llena y se vacía y cuando llegan las 3 -que son las 4- o las 4 -que son las 3- pues nadie se quiere ir, lógico, y los chicos cogen las guitarras, nosotros llamamos a dos taxis y la fiesta sigue en la habitación 200algo, no me pidan más detalles, porque yo, cansado, borracho, me quedo aquí, en Internet, y después a dormir y por la mañana, le preguntes a quien le preguntes, no hay manera de enterarse del resultado.

Festival Acróbatas: II. Vestida de domingo

Al principio estoy con Marian en primera fila. Luego cambio a mi localidad en segunda fila, un poco en el lateral, mientras Carlos Chaouen habla de las virtudes del agua y canta cuatro canciones y sale Lara a recitar y yo pienso en cuánta gente se estará enamorando en ese preciso momento de ella y entonces aprovecho un hueco al lado de la Chica Sensata y de Aroa y me siento con ellas y tras Lara canta Paco Cifuentes y tras Paco Cifuentes recita Lara y cuando cada uno no está haciendo lo suyo, se sienta en un sofá que han puesto, muy mono, rojo, creo recordar, y se lanzan piropos.

Luego Carlos se pierde -no es culpa suya, y por lo que comentan, tiene razón- y le buscan y le encuentran y canta un montón de canciones realmente preciosas -es la primera vez que le escucho- y yo decido irme más hacia atrás, a las localidades vacías del fondo, no por excentricidad, sino por comodidad y porque resulta que, ahí, con todo el mundo delante, observando, los pies en la butaca de enfrente... la sensación de que el concierto es para mí es mucho mayor y gratificante y Rubén pasa y me hace una carantoña y Paco canta cierra con "Vestida de domingo", que es una canción formidable y Vanessa está flotando de alegría y en el camerino no sólo hay JB con Coca Cola, sino un chorizo riquísimo y unos restos de tortilla.


Lara me enseña sus dos libros -Lara, de repente, tiene dos libros y yo me muero de envidia, but then again, es Lara...- y reconozco algunos de los relatos del taller igual que ella reconocerá los míos cuando yo publique mis dos libros -porque tarde o temprano, one way or another...- y me acuerdo de que esta tarde la recepcionista -el hotel tiene camas enormes y una ducha extraña pero no tiene chocolate en el minibar- me preguntó quién era esa Lara y si escribía. Una pregunta que me recordó por el tono a "¿Quién es ese Atta y por qué lleva una katana?", y yo le dije "es escritora y yo también", como si fuera lo mismo, y todos esos pensamientos, ya el JB más avanzado nos llevan a...

sábado, octubre 25, 2008

Festival Acróbatas: I. En el centro comercial


El hotel es importante, claro que sí. Uno no se va de viaje sin que le importe el hotel. Yo, desde luego, no me voy de viaje sin que me importe el hotel. Lo que pasa es que hay un pequeño problema, que descubro en el aeropuerto -ni siquiera en el aeropuerto, en el avión-: no tengo la dirección ni el nombre del sitio, así que, presa de un cierto pánico que solapa el pánico habitual al vuelo (los motores chirrían o eso parece, el despegue se retrasa sin saber por qué, el murmullo crece, la chica de atrás dice: "A mí que no me toquen los cojones, que voy y me bajo", como si eso fuera tan fácil), envío mensajes a Aroa, a Lara y a Rubén, esperando indicaciones que llegan en el momento preciso, es decir, cuando aterrizo y voy a coger el taxi.

Por cierto, el taxi: Casteldefells está cerca del Prat, y se tarda poco, pero el precio es muy caro. Se me olvidaba dónde estaba. 20 euros por llegar aquí se me antoja mucho, es casi lo mismo que te cobran de la T4 a Madrid.

El caso es que el taxista va a su ritmo lento, y yo hablo con Dani Flaco, intento hablar con Aroa, hojeo el libro de Coetzee que me he traído, con el cinturón puesto, y voy calculando el dinero que tengo en mi bolsillo -exactamente eso: un billete de 20 euros-, con algo de preocupación porque efectivamente, y tal y como me temía, el hotel está en mitad de ningún sitio.

19,90.

En la recepción -tengo una mochila azul en el hombro derecho y una cazadora que no parece que vaya a necesitar colgada de la mano izquierda- están Rubén, Vanessa, Paco Cifuentes, Lara y Marian. Casualidades. Ellos se registran y van a lo suyo: Paco y Lara, a preparar cosas para esta noche -él canta, ella recita, Felipe Benítez Reyes al final no va a poder venir por un pequeño accidente doméstico que le ha imposibilitado el viaje, me comentan, y yo lo lamento infinito, porque realmente quería ver a Felipe, ese tipo encantador-, Rubén, Vanessa y Marian hacia la puerta de salida.

Y ahí me quedo yo. Un poco como me quedo en los conciertos de Galileo. Solo en una recepción enorme y dando datos y mostrando con orgullo mi nuevo DNI -cualquiera que conociera el viejo, tiene que entenderme- y subiendo cinco plantas de ascensor hasta llegar a una habitación enorme, con una cama enorme que dice "ojalá estuvieras aquí" -o quizás no lo dice y sólo soy yo el que lo piensa-, una televisión de plasma y un calor impropio.

Y sí, pienso en llamar al Servicio de Habitaciones, porque parece que mi estado de ánimo actual y las vistas -dan a un parking lleno de coches y a un polígono industrial con centro comercial al fondo, la M de McDonald´s elevándose sobre los edificios, silueteada frente a las montañas- piden Servicio de Habitaciones, pero los precios lo impiden, y acabo allí, en el paraíso prometido de la M y me pierdo entre niños y adolescentes de una ciudad en la que fui feliz al menos dos veces, hace más de dos años, y espero, confío, en que no me guarde rencor por tenerla tan abandonada.

Ella sabe que no ha sido culpa mía.

O eso espero.

En cuatro horas: Lara, Paco y Carlos Chaouen.

dEUS en Joy Eslava


Hay grupos que envejecen y uno envejece con ellos. Mi primera noticia de dEUS vino en Reading, verano de 1994. Mi hermano me grabó "Worst Case Scenario" en cinta y yo lo escuchaba en mis viajes de ida y vuelta a Santander. En 1995, nombré "Suds and soda" mejor canción del año, aunque en realidad saliera como single en 1993, si no me equivoco.

Les vi en 1997 en una sala cerca de O´Donnell, creo recordar. Al poco, les vi en la Sala El Sol. Me enamoré de "In a bar, under the sea" y le dí gracias por las rosas, por las rosas, por las rosas. En 1999, compré en Toulouse, adelantándome, el tercer disco, "The Ideal Crash", por entonces no me gustó.

Y como, de repente, mi vida cambió por completo, dEUS desapareció. Yo soy así. "I love you, but enough is enough... for no real reason". Creo que se separaron un tiempo, luego sacaron un nuevo disco y en 2005 -noviembre, quizás diciembre, creo que sale en mi libro- me planté yo solo en Copérnico para encontrarme con Mariam, Jose, Elena... viejos compañeros de los años 90 que aún seguían ahí y con los que disfruté un gran concierto. Quizás no memorable, pero de los que merecen la pena.

Lo de hoy ha sido distinto. Tengo una buena noticia y una mala que darles: por lo que se ve, dEUS sigue cautivando a la gente joven con sus nuevos discos. Había muchísima gente rondando los 25 años hoy en Joy Eslava. Sin embargo, los viejos ya casi no estamos. De entrada, tuve que volver a ir solo y esta vez no me encontré a nadie. Como buen aficionado veterano, sus nuevas canciones no me gustan. En general, su nuevo estilo no me gusta: demasiado guitarrero de una manera artificiosa. Está bien hacer canciones en las que se intensifica el ritmo gradualmente hasta llegar el clímax -"Roses", "Instant Street"- pero no se puede intentar hacer con TODAS las canciones.

Había poca gente, en general. Menos que el día de Vetusta Morla, desde luego, y fue todo muy apresurado. Empezaron cinco minutos antes de las diez -hora programada- y acabaron a las 23,30 justitas.

Eso sí, hubo "Suds and soda", hubo "Theme from Turnpike", "Fell off the floor, man", "Roses", "Instant Street", "Little Arithmetics" y de los tres bises, dos fueron "Morticiachair" y "Serpentine", con la que acabaron el concierto.

No sé, supongo que es el problema de vivir en la adolescencia -ver más abajo-, que cuesta mucho aceptar que la gente cambia y resulta que la mitad de las canciones ni las conoces ni eres capaz de advertir la melodía -de eso hablaba Nick Hornby en su libro, probable resumen el lunes o el martes- entre tanto guitarreo sin sentido. Pero, siguen siendo dEUS, y al menos podré decir "yo fui...". Y ya saben que eso me encanta. Vivo para ello, de hecho.

viernes, octubre 24, 2008

One of us, one of us...


Nos vamos a mitad de "Banquet", lo cual, probablemente, sea un error, pero qué le vamos a hacer. Marcharse de un sitio es un acto mecánico que tiene sus tiempos y que es complicado parar. Como cuando mandas un mensaje al móvil equivocado e intentas darle hacia atrás. No hay manera. Cogemos las cosas de nuestra esquina, nos asomamos a la barra, le hago un gesto a Koldo, otro a Borja -casualidades: nos encontramos en el metro de Tribunal- y justo en ese momento empieza lo de "A heart of stone, a smoking gun..." y estos nos miran con cara de "¿os vais a ir justo ahora que hemos puesto Bloc Party?" y nosotros, por supuesto, lo pensamos, pero ya tenemos la puerta abierta y ¿qué podemos hacer? ¿Quedarnos ahí en la puerta, esperar a que acabe la canción y luego rearrancar el mecanismo e irnos?

No, imposible.

Así que cerramos la puerta del Tupperware, tarareamos "So underrated, so negated" y subimos a la esquina con La Palma. La Chica Portada se va para casa y yo me voy para la calle Pez, a la despedida de Dani Pacios. De repente, el tiempo se contrae y volvemos a 1991, 92, 93, 94, 95... Entro en un universo que vuelve a ser el hogar adolescente de entonces: los nombres con dos apellidos. Recitamos listas de BUP y COU: Tatiana Carral Mandía, Bruno Espinar Pérez, Vicente Salazar Gómez, Aitana Peire Moráis, Laura Gutiérrez de la Iglesia, Isabel Galán García, Juan Ramón López-Baisson (López López), Sara Aznar, Sara Aranda, María Calvo Margallo, Master Felino, Fernando Aporta, Luis Giménez Benavides, Jaime Montes, Dani Orozco, Iván Yarnoz. Rubén Delgado pone las copas, de hecho, y recordamos cuando espiábamos a las chicas en los campamentos como si no hubieran pasado 14 años.

No tuvimos mili, pero tuvimos San Martín de Valdeiglesias y somos capaces de reproducir cada detalle.

Supongo que estamos mayores. No lo sé. Hay mucha gente a la que me cuesta reconocer. No a Javi Lamata (Bayo), desde luego, porque hace nada estábamos jugando en el mismo equipo y hace menos estábamos jugando en distintos equipos, pero jugando. Pero sí a Daniel (Díez de Grado), por ejemplo, y entonces nos ponemos a hablar de Atenas, del Viaje Fin de Curso, de Satyros, de si no sé quién se lió con no sé quién y es exactamente como si estuvieras ahí, porque al fin y al cabo, ¿qué es mi vida sentimental ahora mismo? Una adolescencia constante. ¿Dónde trabajo? En una Escuela y hablando de Hulk Hogan. ¿Dónde vivo? ¡Enfrente de "El Clan", a pocos metros del Pepe´s! Todo esto, para esto...

Así que, bueno, aquello ni siquiera es nostalgia, sino una cierta constatación de que las cosas nos han ido moderadamente bien. La famosa "generación del 77", y, sí, Dani se va, pero se va para bien, y los demás estamos con nuestras cosas. Acercándonos: yo publico libros, Javi tiene un programa de radio, Tochas se dedica a la informática, Dani va a abrir su propio negocio... Y si se piensa, claro, han pasado muchos años, pero tampoco tantos. En realidad, hemos tardado relativamente poco en volver al principio.

jueves, octubre 23, 2008

El problema Sarkozy-Bush-Zapatero

A mí me parece indignante que España no esté en las reuniones mundiales que se van a celebrar para abordar la crisis financiera mundial. Me parece indignante como español y me parece indignante porque estoy convencido de que todo esto es una cuestión personal: a la gran mayoría de líderes occidentales Zapatero les cae mal, pero eso no puede ser motivo para apartar a todo un país de una discusión de este tipo. Odio que la política se convierta en una cuestión de atractivos personales.

Tampoco me parece bien la complacencia de la oposición, aunque les reconozco una cosa: el ya famoso "ya lo dije yo". En efecto, la política exterior de Zapatero ha sido un desastre. Su elección de aliados, patética. Su empeño en llevarse mal con determinados líderes -"Blair es un gilipollas", dijo Bono, Bush es un asesino, repiten cada tres por cuatro y a Merkel, el propio presidente la llamó "perdedora", por no hablar de las continuas críticas a Berlusconi y Sarkozy por sus políticas internas, como si el Gobierno de España se hubiera convertido en un periódico que se permite opinar sobre cada noticia del mundo desde fuera, todo lo contrario a lo que, nos guste o no, es la diplomacia- es absurdo y parte del propio convencimiento del presidente de que la verdad no puede ofender y que la verdad, la razón la tiene sólo él.

Así que, como Zapatero cae mal, le dan la patada en el culo de España y el PP lo celebra. No debería. Aquí no estamos ante una cuestión gubernamental sino nacional: es decisivo que España esté en la reunión de Bush, quiera Bush o no, le invite Sarkozy -presidente de turno de la UE- o no. Y los partidos políticos en esto tendrían que hacer un frente común y dejar a los periódicos -y, ¿por qué no? a los blogueros, jejeje- la crítica, sea a Sarkozy, a Bush, a Blair, a Putin, a Berlusconi, a Merkel... o al propio Zapatero.

Diario de una ninfómana


Como toda la sabiduría está en las series de dibujos animados para adultos, recuerdo aquel mítico comentario de Beavis and Butthead acerca de un vídeo que no les gustaba: "Se dieron cuenta de que la canción era una mierda y pusieron un montón de tías en bolas".

Me da la sensación de que la campaña de publicidad de "Diario de una ninfómana" va por ahí: se han dado cuenta de que su película es una mierda y recurren a los tópicos: "basado en el best-seller...", "historia real" y se aprovecha de una controvertida y poco aclarada decisión de la EMT de "censurar" su cartel.

No voy a entrar en la decisión de los autobuses madrileños de no aceptar la campaña basada en el cartel que verán arriba porque me faltan datos. Según la productora y distribuidora fue un caso de censura. Según la EMT fue un error. Yo, honestamente, no veo por qué la EMT iba a prohibir lo que Metro está poniendo en cada estación. Pero como me faltan datos me callo...

El caso es que la vuelta de tuerca de la agencia de publicidad me asquea: han decidido rajar la parte del cartel en la que la chica se acerca al pubis, como insinuando que es parte de una nueva maniobra de censura: "No te quedes con las ganas de ver el cartel entero", dicen, para que todos nos pongamos de su lado y pensemos: "Qué hijos de puta estos de Metro que...". Pues miren, no. Una película tiene que ser algo más que un cartel y sí, estas cosas sirven para que hablemos de ella, pero no creo que sirvan para que vayamos a verla.

Muchas veces los publicistas confunden el éxito de una campaña: consideran que llegar a mucha gente es lo importante, cuando lo realmente importante es que esa gente consuma el producto. Este producto tiene una pinta de rancio, artificial y barato que no puede con ella. Y los trucos estos me parecen de lo peor, y supongo que tenía que decirlo.

miércoles, octubre 22, 2008

II Aniversario de Central Musical


Llego tarde, entro solo, nadie me pone ninguna pega. Miro con ojos de miope la barra por si reconozco a alguien. Le mando un mensaje a Kika, otro a Irene, otro a Blanca, otro a mi tío... pero nadie parece estar ahí, así que decido colocarme donde el otro día: las escaleras del lado derecho del escenario según lo miras, justo al lado del cuarto de baño. Marwan toca "Mi paracaídas", que es una de las mejores canciones que he oído nunca y que dice aquello de "¿Y quién será Penélope cuando este tonto se vaya de viaje?", que me parece brutal, y pienso en Penélope, algo febril, y me acerco de nuevo a la barra, pido una Coca-Cola, rapiño algunas palomitas, pienso en sentarme en una mesa que hay libre, pero decido que mejor de pie aunque cansado.

Sale Montoto y luego Manzanero. Correctos. Maru se sienta justo en las escaleras que están a mi lado y nos saludamos. No he conocido mucha gente más amable y encantadora que Marwan. Es un tipo de una simpatía devastadora. Me pregunta, me contesta. A él le encanta Manzanero, yo le cuento que el anuncio de su disco sigue en Atocha, que lo veo, en ocasiones, cuando vuelvo de Parla o voy a Parla (el universo se ha concentrado, de repente, en unos 30 kilómetros, para luego volver a expandirse, en algún momento, noviembre, quizás, o contraerse algo más. El universo, en definitiva, es caprichoso), y él se alegra mucho y sale Luis Ramiro y los dos cantamos "Romper" voz en grito.

(Una chica en clase me ha preguntado si estoy enamorado, me he sentido ridículamente adolescente y no sé si he acabado mintiendo).

Luego toca "Relocos y recuerdos" y Marwan se despide con un beso, un abrazo, una mirada comprensiva, un "descansa" y se va a recoger a Luis para irse a Libertad. Yo mismo pienso en irme a casa y meterme en la cama bajo un edredón y con el radiador al lado, cuidándome un poco, pero después de Luis sale Miguel Dantart y yo tengo curiosidad y él hace una versión curiosa de "Pasa la vida" y al rato acaba pasando por las escaleras y me cuenta que su vida está cambiando y que esa canción significa mucho para él ahora mismo y que tenía que cantarla, y en el escenario están David Negrín y César Valencia -Perro Flaco- y su música me gusta, me engancha, aunque me suene demasiado argentina y David no sea argentino sino canario...

Alguien tenía que poner el rock.

Sale Georgina y manda callar. Dedica su concierto a sus ex-compañeros de Central Musical y cuando empieza a tocar su primera canción, de repente, todo Galileo es silencio. Así como suena. Lo que era un hervidero de conversaciones y risas se convierte en una iglesia y ella canta bajito -el sonido está demasiado bajo, en mi opinión- y, por supuesto, las voces van volviendo poco a poco, pero por un momento... Y creo que eso lo dice todo sobre ella.

No puedo marcharme, pero tengo que marcharme. El siguiente es Paco Cifuentes. Pienso que, al fin y al cabo, a Paco voy a verle el sábado en Gavá, así que puedo aprovechar... Llevo mi libro de Nick Hornby bajo el brazo y soy un tipo definitivamente solitario, y me voy despidiendo de gente a la que conozco pero que no conozco y a la salida, César Valencia me habla del Astrolabi, yo me acuerdo de ti, nos reímos, le explico, me repite: "descansa" y me voy para casa a seguir el mencionado ritual del edredón.

Salam Alecum

Simón tenía una casa en La Latina, justo encima de la Cervecería Tere, frente al Viajero y el Bonano, a pocos metros del Delic. Los fines de semana se oía durante horas a un acordeonista tocar la misma canción. Nos encerrábamos en su habitación y jugábamos al ordenador toda la tarde. A veces, el Madrid fichaba a Ronaldo.

Dejábamos la SER puesta. Era verano. Toni Garrido tenía un programa que venía a ser como "La Ventana" pero en fin de semana y algo friki. Cada día ponía esta canción y nosotros nos mirábamos, flipando, encantados, e intentábamos buscarla por Internet -Napster, Kazaa, Emule...- hasta que de repente una mañana en el blog de Víctor Alfaro...


lunes, octubre 20, 2008

Recuperar archivos de Word guardados en Windows Mail de Windows Vista

No sé cómo poner un titular mejor. Quiero hablar de lo siguiente: cuando abres un archivo de Word directamente desde un email y en vez de "guardar como" le das a "guardar" y luego cierras y no hay manera humana de encontrar ese archivo en ningún lado y te pasas tres horas despertando informáticos y rastreando Internet -amén de reiniciar varias veces el propio ordenador- todo para descubrir que lo que hay que hacer es:

- Abrir otro archivo adjunto y darle otra vez a "Guardar".
- Abrir "Propiedades" y copiar la ruta del archivo, que suele ser Temporary Internet Files/ContentIE5 o algo así.
- Una vez ahí, explorar esa carpeta, que, al menos a mí, en mi Windows Vista, no aparece cuando exploras -y, sí, le di a "ver archivos y carpetas ocultos".
- Y ponerse a buscar como loco entre cientos de archivos temporales hasta que encuentras el que buscas.

Como la vida misma. Espero que esto le ayude a alguien, porque me niego a pensar que soy el único al que le ha pasado.

La mala educación


Yo creo en el fútbol como terapia. Creo en el fútbol como elemento socializador, de pertenencia. Creo en el fútbol como una tribu de la que uno forma parte con mayor o menor distancia. Creo en la falta de medida que puede provocar tanto la euforia como el desencanto. Creo en la droga, por lo tanto.

Creo en el odio amistoso, incluso. Es decir, creo en el pique. En la actuación. En algo parecido a lo de Pepiño Blanco: "Odio tanto al Madrid que no le puedo ni ver". A mí me pasa lo mismo. Creo en la burla cuando se gana y acepto la burla cuando se pierde. De Atocha a Parla estoy leyendo "Fiebre en las gradas" de Nick Hornby.

Creo en el absurdo, en definitiva, precisamente porque es absurdo. Y moderadamente inofensivo. Alguien puede pensar lo contrario, pero si supiera lo que representa el fútbol y comparara los efectos de esa representación con los posibles efectos de lo representado ahí sabría calcular los daños. Creo en el "anti-...", de hecho, creo que si hay que ser "anti-algo" en la vida, mejor serlo en el fútbol.

Y, sin embargo, me molestan las mismas cosas de siempre: los insultos, la rabia, la ausencia de diversión -si no es divertido, no me interesa, supongo que eso me convierte en un hedonista-. Celebrar los goles como una venganza. Eso me jode. Que sean siempre los mismos además. Vivir en Madrid y ser del Madrid es un ejercicio estoico. Yo no sé cómo hay gente que lo consigue. Supongo que es posible: miras a los otros y sientes un poco de vergüenza ajena y propia y luego te alegras y punto.

En diez minutos creo que me llamaron ladrón, cabrón , hijo de puta y no sé cuántas más. Cuando era más joven, me tiraban bolas de acero desde el piso de arriba. Yo no digo que eso no pase en Barcelona. Digo que vivo en Madrid y que a mí me pasa eso. Y que desde luego, entiendo perfectamente que la gente se haga del Atleti manque pierda. Porque para ganar hay que ser una persona muy educada y no todo el mundo está preparado.

Pablo Ager, quizás. David, supongo.

Aquí y ahora


El libro está en las manos de Lara y luego pasa por las de otros cinco chicos y chicas, alguna de ellas insultantemente joven, mientras yo sudo y me mareo ligeramente y me da miedo quitarme el jersey, o más que miedo, me da vergüenza: todo el mundo ahí recitando y yo peleándome con la ropa, de pie, en lo que era la primera fila hasta que un montón de gente empezó a sentarse delante. Me da vergüenza y no me lo quito y me aso de calor y está el Bremen en su casi totalidad y miro con insistencia la puerta que da a una sala pequeña en la que me gustaría perderme y mientras se descorchan botellas de vino y para cuando me quiero dar cuenta estoy en la calle.

Le digo a Aroa: "De mayor, quiero ser un escritor arrogante, he tomado esa decisión" y a Aroa le parece bien y de alguna manera extraña me siento incómodo, como si el "mundillo literario", incluso este pequeño mundillo literario de amigos, me recordara todo el rato lo que quiero ser y no soy -excepto, quizás, arrogante- y compro el libro, intento meterlo en el bolso de Aroa, luego pienso que mejor no, que mejor me lo llevo y ahí lo tengo, en mi mano, balanceándolo por la calle Fuencarral mientras tarareo algo -¿Great DJ?- y acabo llegando a la Gran Vía y saludo a Álida.

El libro está en el bolso de Álida. La Chica Portada llega tarde pero a tiempo para el concierto de L-Kan y Estéreo Total. Aunque hubiera llegado 45 minutos más tarde hubiera llegado a tiempo igual, porque es uno de esos conciertos que se programan a una hora y empiezan cuando les sale de las narices, porque es el Ocho y Medio, son indies, y a ellos vas a venirles con chorradas... Cuando uno mola, pues mola. Y punto.

El sitio me parece pequeño, muy pequeño. Mi primera vez allí. Nos colocamos junto a una columna con visión de perfil. Queremos que toque Stereo Total pero toca L-Kan. Todo es ochentero: la estética, la música, las letras, incluso la iluminación... En los peores momentos, me parece que estuviera en una película y que esa película fuera "El Calentito". Me hago mayor. Yo viví algo que debieron de ser los 80 hace demasiados años. Unos 25 o por ahí. Todo esto me pilla un poco... no sé... arrogante, quizás. Hay rimas buenas, divertidas. Los disfraces... en fin, tengo dudas. Creo que la gente tiene derecho a divertirse, pero cuando eres un grupo de música y te empeñas en distraer la atención respecto a tu propia música a base de pelucas e historias... creo que eso lo dice todo.

Poco sentido del espectáculo.

A las 12 me tengo que ir. El libro entra en el VIPS -mirada recelosa del vigilante- y luego entra en el McDonald´s y luego anda la calle San Bernardo hasta San Vicente Ferrer y entra en el Naranja y se queda en la barra mientras pido una Coca-Cola con mi hermano y mis primos y espero a que estas chicas lleguen, aunque el que llega es Fer Heads, y luego -ya sí- ellas, y le damos los regalos a Álida y la Chica Portada se pone a hojear el libro y lo acaba guardando ella, sobre sus rodillas, y estamos cansados -I´m sick and tired of always being sick and tired- y hablamos de Londres y los Killers, ya los cuatro solos y de los muchos meses que hace que no estamos los cuatro solos -aunque yo no los recuerdo, para mí el tiempo es sólo una sucesión de nombres y de colores que se suceden pero sin distancias, como si ya estuviera muriéndome y en vez del pasado, veo todos los pasados y los presentes e incluso el futuro me pilla siempre vestido y arreglado, e incluso con colonia- y a Álida no le quieren poner una caña porque cierran y el libro se va hacia arriba, por San Vicente, baja a La Palma, Dos de Mayo, calle Ruiz, Colonial.

En la puerta nos recibe Rafa y luego, dentro, encontramos a Jaime. "Mira, ha venido a hablar de su libro", bromean, cuando me ven con los poemas bajo el brazo, sin saber que no todos los libros son míos, por muy arrogante que intente ser, igual que no todos los recitales son mis recitales ni todas las ventas son mis ventas -le intenté explicar a Recaredo, creo que él entendió- y sorteo esos inconvenientes sentado en la mesa con la Chica Portada y Jaime y un chico que juega al baloncesto, y acabamos cogiendo un taxi -yo veo cómo lo cogen y me voy andando a casa- y sorteando cadáveres -o eso parecen- por la calle Churruca.

A partir del segundo piso, las piernas duelen.

viernes, octubre 17, 2008

Todos en 112


Sólo que, cuando pregunto por segunda vez, la dueña me dice que la inquilina de arriba ya no tiene contrato, que sólo la han dejado ir esa mañana "para que recogiera sus cosas" y, por tanto, legalmente, la propietaria única de ese piso vuelve a ser ella y puedo entrar tranquilamente con las llaves sin necesidad de orden judicial ni historias, así que, bueno, cojo las llaves, subo, me dispongo a abrir, pero la cerradura no cede, y como la chica estaba loca de atar, pienso que igual ha forzado la puerta, o vete a saber qué cabronada ha dejado suelta por ahí -¿un montón de ratas sueltas?, ¿un ejército de cucarachas en un cubo colgado del quicio de alguna puerta?- y decido volver a llamar al 112.

Me coge la misma chica y me vuelve a explicar, gritando casi, indignada, cansada, como si ella no tuviera otra cosa mejor que hacer que solucionar una emergencia en el teléfono de emergencias, que vaya a la comisaría y ponga una denuncia, que sin orden judicial no se puede entrar en ningún piso. Yo le explico que tengo la autorización de la propietaria, que, de hecho, tengo la llave que me ha dado la propietaria, pero que necesito que venga la policía o los bomberos o quién sea, para abrir, porque yo no lo consigo.

Suspira. Me repite: "¿No le he dado ya el teléfono de la comisaría? Por favor, llame a la comisaría". Así que le cuelgo en mitad de una frase, compruebo que el techo del cuarto de baño sigue goteando y la mancha de humedad vuelve a cubrir parte de la pared del dormitorio y llamo a la comisaría, donde un chico bastante amable me dice que ellos no pueden hacer nada, porque no controlan las patrullas y están hasta arriba, pero que eso me lo pueden arreglar los de la Policía Municipal o en el 112.

Le explico que la Policía Municipal me ha dicho que llame al 112 y que el 112 me ha dicho que le llame a él, y él, después de pensarlo un rato dice: "Pues entonces llama a la Policía Nacional, al 091".

Por supuesto, la Policía Nacional me deriva a la Municipal y... pero, a base de insistir, consigo que el tipo me escuche al menos. Le digo: "Miren, esto es una emergencia. El piso de arriba se está inundando y no puedo entrar a cerrar el grifo y tengo el cuarto de baño lleno de agua y no consigo que nadie venga a solucionar esto". Se calla. Suspira también. Dice: "¿Pero hay riesgo de derrumbamiento?" y entonces yo contesto: "Pues eso no lo sé porque no conozco el edificio, pero desde luego no me gustaría esperar a comprobarlo" y entonces, resignado, dice que, bueno, que van para allá, que les espere.

Cuando llegan, el techo vuelve a estar empapado y el suelo lleno de cubos para que caiga el agua. Los trozos de pintura van cayendo sobre el lavabo y el retrete. No es algo tan surrealista como lo de la semana pasada -entonces, en idénticas circunstancias, uno de los policías me preguntó si me gustaba el pressing catch y acabamos hablando de la WWE Magazine y los eventos de Valencia y Torrevieja...- pero sí hay ciertos momentos cómicos. De entrada, descubrimos que, si la llave no gira, no es por ningún plan malvado, sino porque es otra llave, de otro piso. Luego, cuando entramos, la casa está llena de comida y bebida tirada por todos lados, bolsas vacías y llenas sobre los sofás y la mesa, pero al menos no hay ropa y aunque los tipos flipan -porque flipan- yo estoy más o menos tranquilo, porque no es lo mismo verlo a la luz del día y sin ropa tirada por el suelo que a las doce de la noche y el suelo totalmente empapado.

Cortan el grifo y se van. Hablo con la dueña. Le digo que por favor cambie la cerradura y ella me da las gracias desde su trabajo y me pide mil disculpas. "No importa", digo. Y sigo traduciendo, porque quiero acabar pronto esta mañana, que mi madre acaba de salir del hospital, vamos a comer juntos y luego tengo unos 50 alumnos esperándome en Parla.

Mil cretinos


El primer día que llegué a la Escuela de Letras me preguntaron qué escritores me gustaban y yo cité a tres. Luego concretaron y preguntaron por escritores que escribieran relatos. Entonces yo cité otros dos y un tercero, que era Quim Monzó. Por entonces acababa de leer tardíamente "El porqué de las cosas", poco después la recopilación "Ochenta y seis cuentos" y estaba profundamente fascinado por su capacidad de introducir lo insólito dentro de una narrativa simple, cotidiana, aparentemente anodina.

El profesor me miró con cara de desprecio y preguntó al siguiente.

Entonces, joven influenciable, pensé que la culpa era mía y que Monzó tampoco era para tanto. Un par de declaraciones suyas en los periódicos y la lectura de una recopilación de artículos bastante infumable me reafirmaron en ello. Pero, igual que quien se empeña en mandar de vez en cuando un mensaje a una ex novia que hace tiempo que le olvidó, cuando encontré "Mil cretinos" en la maravillosa librería de relatos "Tres rosas amarillas" no sólo me lo compré sino que incluso me lo acabé leyendo.

Me volvió a parecer prodigioso. Me volvió a enganchar desde la primera frase sin ningún artificio, sin ninguna trama aventuresca y delirante, sin retorcer la lengua para impresionarme y sin frases maravillosas que recordar durante meses. De hecho, a mí lo que me pasa con Monzó es que disfruto enormemente leyéndolo pero no recuerdo luego ninguno de sus relatos. Y no lo digo como algo malo.

Es cierto que la fórmula Monzó de enumeración constante, como si te estuviera hablando por teléfono, en plan "cuéntame", "bueno, pues mira, estaba el otro día..." es repetitiva, pero por alguna razón desconocida -talento, seguramente- no cansa ni aburre. Por supuesto, sus relatos son desiguales. Los hay fantásticos y los hay demasiado anodinos. Es lo que tiene la cotidianeidad, que a veces no da para tanto. El relato que comienza la colección, "El Señor Beneset" es prodigioso y da tono de tristeza y resignación al resto del libro.

David Ruiz, excelente crítico pese a su dudoso gusto futbolístico, comentaba ayer que no había leído muchos libros más tristes que este. Es cierto. El libro es horrorosamente triste. Sádicamente triste. Extravagantemente triste, en ocasiones. En los peores relatos, uno se siente tentado a decir que innecesariamente o inútilmente triste. Los personajes pasan por la vida como balas, sin saber muy bien dónde demonios van a acabar parando.

Aunque, en rigor, el libro está compuesto por 19 relatos, conviene aclarar que los primeros siete aparecen completos y los otros 12 son casi esbozos o ideas sueltas -ni siquiera microrrelatos, aunque también, a veces- que, no se sabe por qué, Monzó ha decidido publicar, quizás, para que el libro le saliera a la editorial más gordito.

En definitiva, igual que decía de Beigbeder que sus lectores podían verse defraudados por la repetición de la fórmula, en este caso, los lectores de Monzó pueden aventurarse tranquilos en esta colección, sabedores de que disfrutarán como siempre. Eso sí, absténganse los detractores. Para pasar malos ratos ya está el Atleti.

miércoles, octubre 15, 2008

Sexykiller: morirás por ella


Nada me gustaría más que hablar bien de una película en la que participan Macarena Gómez y David Pinillos. Nada me gustaría más que hablar bien de algo, por dios, que estoy de lo más vinagre últimamente... pero no, no va a ser posible. Tendremos que esperar al próximo concierto de Vetusta Morla (y espera que no vengan los de La Habitación Roja y se lo carguen todo...).

"Sexykiller" es mala de narices. No me vale lo del "cine de género" porque yo soy un gran defensor del cine de género y aun así hay películas buenas y malas nos pongamos como nos pongamos. "Acción mutante", por ejemplo, es una excelente película de género -que influye sin duda en todas las posteriores, también en esta- porque hay un buen ritmo narrativo, una historia alocada pero coherente dentro de su universo y los pocos tópicos que hay se perdonan.

Macarena Gómez, la protagonista, me dijo en junio que se lo había pasado genial haciendo esta película. No lo dudo. Ella está impecable, desde luego, y conociéndola un poco, es un papel que seguro que la ha tenido que hacer disfrutar mucho. Pero el público... el público ya pide otra cosa a estas alturas. Parece que durante toda la película hay un abismo entre lo bien que se lo pasan los actores y la sensación que causa en el público -es un decir, ayer éramos 8 en la sala y eso que era la Gran Vía-.

Como si fuera una broma privada que nadie acaba de entender del todo. Me da la sensación de que el "making of" tiene que ser mucho más divertido.

Asesinatos en serie, mucha sangre, un humor algo zafio, alguna escena de sexo light y zombis. Poco más. El guión es un caos y aunque Macarena esté genial, su personaje no avanza. Sabes lo que va a hacer desde el primer al último minuto. ¿Es eso de género? No. Eso es pobreza narrativa. Tampoco ayuda que en un plano parezca que tiene 23 años y en el siguiente 38. No tengo ni idea de cómo lo hacen.

Me parece que hay un error con respecto a la Serie B: está bien ver pelis de Serie B, está bien que te influyan, está bien parodiarlas si eres Tarantino... pero regodearte en imitar una peli de Serie B sin más, como gamberrada, me deja dudas. A ver si ahora vamos a poner en los altares lo que antes despreciábamos sin más. Tan grave sería una cosa como la otra.

Socorro, perdón



Frederic Beigbeder tiene todo para gustarme (habla de sexo, chicas, juergas, perdedores, modelos... estética, en definitiva) y a veces lo consigue. No siempre. No con "Socorro, perdón", desde luego. El problema que tengo con él es la insistencia. Por supuesto, en ocasiones es brillante y tiene algunas frases realmente geniales, pero debería darse cuenta de que nadie -casi nadie, él no, desde luego- puede ser brillante todo el rato. El empeño de Beigbeder en deslumbrar con cada oración, con cada metáfora, con cada ingeniosa reflexión sobre la vida real que se esconde tras la "vida real" acaba no ya molestándome sino aburriéndome.

Como decían en "Cuando Harry encontró a Sally", todo el mundo cree tener buen gusto y sentido del humor, pero es imposible que todo el mundo lo tenga. No todo el rato, desde luego.

"Socorro, perdón" pretende ser un retrato de la Rusia post-comunista, asolada por un capitalismo voraz que no hace sino reproducir las viejas relaciones de poder. La idea -acertada- de que Stalin sustituyó a los zares y los magnates del petróleo han sustituido a Stalin, pero las relaciones de poder siguen siendo las mismas es muy buena, pero la quinta vez que te la explica, sientes una brutal falta de confianza, y, lo siento, llámenme egoísta, pero yo necesito que el escritor confíe en mí. Vale, lo he pillado, no insistas.

En este caso, los señores -dueños de petroleras, afines a Putin, marcas multinacionales- abusan sin reparo de sus esclavos, o, en este caso, esclavas -aspirantes a modelos, básicamente-, con un punto de exageración constante que hace que se pierda un poco el mensaje a base de repetirlo. El protagonista, Octave Parango, es un perdedor dentro de un mundo de ganadores, incapaz de disfrutar del mundo de los ganadores, porque es un mundo feo. Octave, igual que su alter ego, Beigbeder, es un esteta, y un moralista, y su única manera de disfrutar es arrasando la belleza y arrasando la moral. En cuanto se pone a pensar, la caga. El problema es que piensa todo el rato y eso le acaba arruinando la vida.

La estructura de la novela es dudosa. Yo diría que está mal construida, con un final precipitado -que, obviamente, no revelaré- y unos episodios intermedios en forma de declaraciones que apenas si aportan perspectivas al relato sino que se limitan a insistir sobre lo que ya se cuenta en primera persona. Creo, sinceramente, que Beigbeder no es un gran escritor, aunque sin duda es un gran publicista, y de vez en cuando da con el eslógan perfecto, la frase demoledora.

¿Se puede construir toda una novela sobre frases aisladas y demoledoras? Lo ha hecho en el pasado y "Socorro, perdón" no es un libro ilegible ni aburrido. Parte de unas cuantas ideas brillantes -la situación de Rusia, el mundo de las modeluquis y famosillas...- y ya digo que en ocasiones encuentras frases de las de parar de leer y volver a empezar. La pena es que, con todo eso: una buena historia, imaginación y talento, Beigbeder no haya conseguido dar una verdadera cohesión a la obra.

Dejando aparte su manía de "ponerse estupendo" todo el rato, pero, bueno a Risto Mejide y a Beigbeder hay que quererles como son o no quererles en absoluto.

En definitiva, una obra interesante, sin el ingenio de "El amor dura tres años" o la recomendable "13,99" (creo que ya van por ahí), y sin la solidez del primer Bret Easton Elllis para manejarse literariamente en fantasías de drogas y sexo, pero interesante para primerizos. Yo creo que a los lectores habituales de Beigbeder, la obra les sonará un poco a "más de lo mismo", pero conozco al menos un caso en el que no ha sido así, con lo que, bueno, lo digo siempre, quizás me esté equivocando, me equivoco con frecuencia...

martes, octubre 14, 2008

El final de La Primera Entrevista

Tengo una semana horrorosa, en múltiples sentidos, pero quería dedicarle un rato al auto-bombo (venga si La Sexta lo hace en todos sus programas, ¿por qué no voy a poder hacerlo yo en uno de mis posts?) y hablar un poco de lo que ha significado "La Primera Entrevista" para mí.

De entrada, creo que es el mejor trabajo que he hecho nunca y espero que haya transmitido algo del talento y la inquietud de esa gente a los demás. Es cierto que el proyecto era difuso y la elección de entrevistados, caprichosa. Pero era eso: un capricho. No un ejercicio literario. No un reportaje periodístico de tremenda importancia... Un capricho.

El capricho empezó en febrero con Laura Cuello. Creo que ya he dicho varias veces que aquella entrevista es lo más bonito que he escrito nunca. Espero que además fuera interesante, porque no siempre sucede. Seguí con Luis Ramiro, y quizás eso fue trampa, porque en Madrid, al menos, mucha gente conoce a Luis y desde luego no era "su primera entrevista", pero ¿qué quieren? uno nace tramposo y no hay manera de cambiarlo... La entrevista con Vega fue muy emotiva. Por diversas razones. La recuerdo con un cariño especial porque fue un momento especial y porque refleja a la perfección un instante de su vida que no es demasiado frecuente y ella lo sabe y creo que está bien que después de dedicarle un libro a sus extravagancias le dedicara al menos una entrevista a su "normalidad", sea eso lo que sea.

La entrevista con Pablo Ager coincidió con la presentación de su maqueta. Veníamos de Barcelona de grabar y aunque allí nos pasamos el día haciendo el idiota, en el Colonial estábamos los dos serios y profesionales, como debe ser. Creo que Pablo es un gran ejemplo de la gente que intenta abrirse camino y va buscando maneras sin rendirse. Reconozco que cuando entrevisté a David Testal se me erizaban los pelos de los brazos. David es un tío con el que puedes estar de acuerdo o no, pero es un gran conversador. Uno podría quedarse ahí hablando con él durante horas. Creo que lo que yo hice no era lo que él pretendía y desde luego no era lo que él hubiera hecho, pero ahí quedó y supongo que algo de la magia de esa charla -David habla, pero sobre todo escucha a la perfección- quedó ahí.

Lara... En fin, Lara. ¿Qué decir de ella? Recuerdo que era el día antes de mi cumpleaños o algo así y que contestaba con la vehemencia deliciosa con la que lo hace todo. Yo cambiaba de colirios y ella se reía de mí, con ese punto protector que creo que siempre tiene conmigo y que me encanta. Su manera de sonreír y mirarme como diciendo: "Eres un desastre". A Julia -Emite Poqito- la llevé al Gino´s y luego a mi casa. Ella se puso en la silla del ordenador y yo me senté en el suelo. Creo que teníamos prisa, no recuerdo bien. Aprendí un montón de cosas de ella, hasta entonces Julia había sido un poco la típica conocida desconocida, no sé si me entienden. Compartes cosas pero en realidad no sabes nada.

La entrevista a Ajito fue tortuosa y duró varios días. Los dos teníamos agendas demasiado ocupadas. Era principios de verano, creo, o puede que finales de primavera. Hacía calor y hablábamos en las terrazas. Creo que es una entrevista triste, pero bonita y desde luego cuenta lo que hay y es que a mí el mundo de los actores y las actrices, contra lo que se suele pensar, me resulta algo melancólico. A Jane -María Riveiro- la entrevisté en febrero, aunque su entrevista saliera en verano. Fue un poco caótico, todo, porque Jane es ordenadamente caótica o caóticamente ordenada, como quieran. Te lo explica todo con detenimiento, pero no es fácil entender nada. Otras veces es al revés, te lo explica todo sin ningún concierto pero queda bien claro...

A Carmen la pillé a finales de verano. En el Triskel. Ella estaba muy contenta y fue lo brutalmente sincera que es siempre. Creo que la entrevista reflejaba lo que cualquiera que la conoce puede pensar: "No sé exactamente qué hace esta tía, pero seguro que lo hace a la perfección". Así será su vida. Lo de Inés fue precioso. Un par de horas de charla en casa de mi madre, descubriendo cosas de mi mejor amiga que en realidad no sabía, porque Inés es así: escucha todo el rato pero casi no habla de ella, y yo sabía que llevaba cinco años en Estados Unidos -me había dado cuenta- pero no sabía exactamente qué hacía allí.

Por último, Víctor. Víctor va a ser la leche. Y aunque parezca que no, lo sabe. Es complicado, además, entrevistar a un entrevistador. Mucho más a un entrevistador amigo. Creo que podría haberse guardado determinada información y le agradezco que no lo hiciera.

Si merecía la pena entrevistarles a todos ellos es porque yo ya imaginaba que iban a ser sinceros. Si ellos aceptaron las entrevistas supongo que es porque ya imaginaban que yo iba a saber manejar esa sinceridad de la manera más inofensiva posible.

Un retrato de una parte de una generación. Sin más. Puede que pase a la historia o no. Lo más probable es que no. Pero, bueno, son mis amigos y soy yo y qué más puede pedir un nostálgico empedernido...

lunes, octubre 13, 2008

"Interiores", con Irene Serrano


El teatro Lagrada tiene ese punto alternativo, tan de Embajadores o Lavapiés, justo enfrente de La Cuarta Pared, donde la gente se apila para entrar... Tiene un libro de visitas o algo así para que la gente firme, tiene una sala pequeña y justo al lado el camerino y los cuartos de baño. Espacio optimizado. Tiene un montón de fotos expuestas, que a mí me gustan pero a Álida le parecen "obvias" y quizás algún día me vuelva a pasar y compre aquella del tipo que mira desde un banco en blanco y negro -el encanto del blanco y negro en los tiempos de la HD- aunque sólo sea para tapar las manchas de humedad de mi dormitorio.

"Interiores", una obra de Juana Escabias, de la que sólo sé que aparece Irene Serrano. Yo tengo pensado ganarme la vida de mayor escribiendo sobre lo que hacen mis amigos, así que es bueno que vaya empezando ahora que soy aún una joven promesa. La obra narra los problemas entre padres e hijos y utiliza fórmulas bastante inteligentes para hacerlo, pero abruma al espectador con una prisa innecesaria.

La primera parte, la relación entre una madre abandonada por su marido y su hija de 11 años -"somos novias"- que acaba abandonando a su vez a la madre veinte años después y se dedica a chatear e incomunicarse con su hija adolescente, tiene un tono en ocasiones demasiado dramático y sólo el personaje de Lara Rija presenta una verdadera continuidad. Las dos Carlas -abuela y nieta- quedan un poco como rebanadas de un sandwich: el sabor sólo se intuye.

Ahora bien, las actuaciones de Irene y de Lara son magníficas, y eso es lo que permite que esa parte tenga sentido. Ambas están creíbles como madres y como hijas y el intercambio de roles resulta totalmente creíble.

Teniendo en cuenta que, básicamente, es una obra sobre el intercambio de roles, eso es un éxito.

La segunda parte habla de la relación de un padre con su hijo -supuestamente casado a su vez con la nieta Carla de la primera historia, aunque en realidad eso debería dar igual y de hecho apenas se incide en ello- y tiene un punto más humorístico. Como un gag de 30 minutos. Es algo raro: los actores están espectaculares y hay partes realmente prodigiosas, pero luego la historia se lía y, sorprendentemente, no acaba, como si la autora no quisiera contar nada más o tuviera demasiado prisa en contar ya lo que necesitaba sacar de dentro (a mí me pasa a menudo), de manera que, una vez expuesto lo que quería exponer, no se preocupa en redondear.

Una exageración incluso para un amante de los finales abiertos.

En definitiva, unas cuantas intuiciones soberbias, más aún tratándose del tema paterno-filial, que está muy trillado (la madre chatea por Internet, la hija habla por el móvil, la abuela sueña con un funcionario, el hijo vive obsesionado con romper reglas que nadie le ha puesto, enfrentándose, por convención, con las convenciones...) y una actuación propia de profesionales, porque eso que se llama "teatro amateur" no existe. Hay profesionales más o menos en paro, eso es todo. La pena: el tono apresurado, como de querer contar demasiadas cosas en poco tiempo y no poder desarrollar ninguna. Te lo cuento y ya está.

Una exageración incluso para un minimalista.

Pero lo que cuentan está bien y merece la pena, y salir de una obra con ganas de más siempre será mejor que mirar el reloj a los cuarenta minutos, ¿no? Este jueves, viernes, sábado y domingo tienen la oportunidad de comprobarlo.

Luis Ramiro en un sofá


Hacía tiempo que no iba a un concierto yo solo. Hay un punto de disfrute egoísta en no compartir las cosas. Cena precaria, mesa no reservada, saludos a Álex y David, ni una sola cara conocida en la sala... La sensación, de nuevo, de que no estás en un concierto por quedar bien sino porque te apetece, que no es un compromiso con un amigo sino un reconocimiento al talento.

Luis Ramiro ha montado el concierto con Andrés y Mario en plan íntimo: sofás, decoración de IKEA, un cartel de "Se vende", una televisión sintonizada en el AV... Parece ser que ha habido cancelaciones -juega España a la misma hora- pero las mesas de abajo están llenas y las de arriba, casi. Me siento y me pido una copa, acompañada con los clásicos panchitos y galletitas. Escucho "KO Boy" y "Te quiero, te odio" y un montón de canciones que me recuerdan a otra época, porque al fin y al cabo, las canciones de Luis han formado parte de muchos meses de una manera muy intensa y supongo que necesitaba recordarlo.

Luego prefiero ponerme de pie, colocarme en las escaleras. A un lado. David pasa y hablamos de Ray Loriga y del disco que están grabando con Pancho, Antonio y Jose... Todo son buenas noticias. Sale Marwan y el público aplaude a rabiar. Luis se reclina en uno de los sofás, recomienda el nuevo disco de Andrés, que presenta el martes en el propio Galileo y yo lo veo todo de perfil, como se deben ver las cosas, siguiendo el ritmo con los pies, cantando las canciones a plena voz porque nadie me oye, sonriendo a las chicas que salen del cuarto de baño (los conciertos de Luis tienen eso: hay muchas chicas), pensando que estaré bien, aunque olvidarte me cueste la vida y el reloj, dejando claro que sólo espero que no seas feliz con él (no te atrevas a llamarme cruel, no te atrevas a llamarme otra vez) y recordando, finalmente, otros Tiovivos en los que yo salía a pegar botes con la Chica Portada o con la Chica Sensata.

Nostálgico.

Como si por un momento, todos, absolutamente todos, y no sólo Luis, estuviéramos en casa.

La última primera entrevista

... Y como soy un desastre y no sé ni dónde tengo la cabeza ni qué hacer con ella, pues se me había olvidado poner aquí que ya acabé la sección "La primera entrevista" con la publicación de la que le hice a Víctor Alfaro y que creo que es de lo más bonito que he hecho nunca, tanto en lo personal como en lo profesional, y que ahí queda eso.

sábado, octubre 11, 2008

La muerte de Jorg Haider


Me extraña el poco tratamiento que está teniendo en la prensa la muerte del demonio. Como todos sabemos, el demonio habita entre nosotros, sólo que va cambiando de cara y de nombre y además tiene la torpe manía de llamar constantemente la atención.

No hace tanto que Haider ocupaba todas las portadas. Era un tipo con cuernos y rabo. Su partido, de extrema derecha, iba a gobernar con el equivalente del Partido Popular austriaco. Por supuesto, aquello sirvió para pegarle unos buenos palos al Partido Popular español, entonces presidido por Aznar, y para llenar las calles de bienintencionados manifestantes alertando contra la llegada de un nuevo genocida, un nuevo Hitler.

Como suele ser habitual en Europa, todas estas protestas sociales se convirtieron en política. Europa es una empresa desastrosa, encargada sólo del marketing. Así que sancionaron al Partido Popular austriaco, incluso sancionaron a Austria y con el paso del tiempo, Haider fue desapareciendo de la política y de los medios y de las calles y resultó que, bueno, sí, era un exaltado, pero tampoco era para tanto.

Hasta llegar a esto: el tipo se muere y como si nada... Curiosamente, la noticia es la segunda más leída en el formato digital de "El Mundo", lo que quiere decir que a la gente sí le interesa. No puedes decirle a alguien que llega el IV Reich y luego comentarle de pasada: "Por cierto, que al final se ha matado". Hay una curiosidad y una trama que seguir.

Las ideas de Haider eran básicas y simplonas, pero efectivas. Un populista. Creía en la política de empleo de la Alemania nazi, lo cual, por supuesto, lo colocaba mucho más cerca de la izquierda radical que de los temidos neoliberales. Su recelo hacia los inmigrantes provocó inmediatos gritos de "racista, fascista", pero eso pasa en todos los partidos populares, no hay por qué alarmarse. No era más que un reflejo de l´esprit du temps. Haider sostuvo al gobierno en Austria en 1999-2000 (año en que la UE "recomendó vivamente" que desapareciera) y Le Pen llegó a la segunda vuelta de las Presidenciales en Francia en 2002.

Tiempos duros.

Por supuesto, ninguno de los dos tenía la menor idea de qué hacer con la inmigración. No creo que nadie en Europa tenga la menor idea de qué hacer con gente a la que se empeña en considerar como un rebaño, o, más bien, como ganado. Las masas odian a las masas y estos políticos se sirvieron de ese odio. Desde hace años, Europa vive bajo el temor de convertirse en minoría, de manera que no sabe muy bien qué hacer: ¿dejamos entrar a todos? ¿no dejamos entrar a ninguno? ¿quiénes son más peligrosos? ¿nos unimos a ellos o los combatimos? ¿si los combatimos, exactamente qué combatimos?

Por supuesto, la respuesta más fácil es "no dejamos entrar a ninguno". Lo de fuera asusta. Haider no era un nazi. Puede que fuera un iluminado y desde luego un populista, un proteccionista, un nacionalista... pues no sé, como muchos tipos que ocupan el poder en Comunidades Autónomas españolas bajo el paraguas de "la izquierda", ese ente mágico e inasible. Ahora, Haider se mata y el periódico no le da importancia alguna.

Yo creo que hace bien porque el problema persiste. Sin él y con él. La lástima es que no se hubiera dado cuenta antes.

El odio vende, pero el pánico, casi tanto o más.

jueves, octubre 09, 2008

El bronx de Fuencarral


Y ahora que estás lejos, sé que soy algo más viejo...

Subo por la Calle Montera a las 23,30 de la noche de un martes. Falso, subo por la calle del Carmen y luego me meto hacia Montera pasando delante del Elástico y empiezo a tararear "Roxanne" de manera no muy evidente, y las putas me dicen "amor mío" y los policías siguen parados y a veces da la sensación de que llueve porque nadie sale de los portales, como si no quisieran mojarse, como si me hicieran un pasillo, y hay chicas muy feas y otras chicas realmente hermosas, con ese aire triste de posible documental televisivo, de promesa del este.

Cerca del McDonald´s dos tipos se reparten el dinero de algo. Montera es una calle para andar despacio, para dejarse tentar, para ver a los viejecillos en un sitio al que llaman Casino y no es más que el clásico Salón de Juegos con máquinas tragaperras, la copa apoyada en un soporte y el montón de monedas en la mano. Si las cosas van bien -las cosas, algún día, tendrán que ir bien- cuando salgan encontrarán compañía. Si las cosas van mal, volverán solos a casa.

Quizás por eso las putas rodean el salón de juego y la policía vigila a las putas y es todo una especie de escondite inglés en el que la gente avanza pero sin que se les pueda ver avanzar, milímetro a milímetro y una pareja delante de mí se acerca a una de las chicas y le dicen "¿qué tal?" y pienso que estaría bien quedarse ahí y escuchar todo lo que se dicen, el proceso de negociación, la compra, el paseo (o el taxi) hasta la casa de la pareja (¿o será al revés, la pareja se meterá en alguna de las muchas cochambrosas pensiones de la calle Montera o de la Gran Vía?, quizás el encanto sea precisamente ese), pero tengo que seguir adelante, cantando cada vez más alto, hasta que llego al estribillo y no sé con qué parte quedarme: si con el "Roxaaaaane" o el "Put on the red light", la voz principal o el coro de fondo, así que canto los dos a la vez, uno detrás de otro, a toda velocidad, mientras empiezo a pensar en otra canción, cualquier otra canción, "Hearts and Bones", por ejemplo.

¿Les he hablado de "Hearts and bones" alguna vez? Debería haberlo hecho. Es la historia de una pareja que no se quiere. Para los demás, las historias de parejas que se quieren no son interesantes. Uno espera querer y que le quieran y cuanto más mejor, un trauma infantil, que dice Beigbeder, pero si no le quieren a uno, por lo menos que no les quieran a los demás. "Hearts and bones" es la historia de un matrimonio que se va apagando poco a poco. Un matrimonio joven. Se supone que joven. Un matrimonio que decide pasar la luna de miel en Nuevo México y fantasean con conducir toda la noche y acabar en México (bueno, ella fantasea, él no muestra el menor interés).

Y pienso que ese soy yo: un corazón con huesos y entonces empiezo a tararear lo de She said why don´t you love me for who I am, where I am?... Because that´s not the way the world does baby, this is how I love you baby, this is how I love you baby, que es completamente verdad, porque supongo que sería maravilloso no ya que te quisieran como eres -¿cómo voy a pedir a nadie que me quiera como soy si no sé quién soy, no sé quién fui, a veces pienso...?- sino poder querer a los demás como son y dejar de crear fantasmas.

Pero no, las cosas no son así. La gente no quiere así. Es todo un proceso muy kantiano en el que hay intuiciones, sí, pero sobre todo hay categorías, y paso por delante del Desigual, un poquito antes de llegar al Mercado, clausura programada para enero, y sigo pensando en la canción, intentando recordar la letra, que dice algo un poco ñoño -es Paul Simon, ¿qué querían?- sobre "the arc of a love affair" o algo así y creo que la pareja se separa pero como que intentan volver, pero no pueden, o quizás estoy yo proyectando mi pasado sobre la canción, un conflicto de memorias, y todo acaba con esa frase: You take two bodies and you twirl them into one. Their hearts and their bones. And they won´t come undone, una frase que no entiendo, porque lo normal es que cuando unes dos cuerpos en uno, tarde o temprano se separen, se desaten, pero igual me parece bonita e igual me gusta y están cerrando el Patatín Company donde hace 14 años celebré el cumpleaños de alguien -o quizás fueran cinco y ese alguien fueras tú-, y la calle está llena de gente e incluso reparten pases y descuentos para entrar en los sitios.

Hace un poco de frío. Solo un poco. Hasta hace un rato, tenía un derrame en el ojo derecho. Me pasa a menudo, pero siempre me asusto. Todo el valor se fue con las cornadas que me dieron. Dejo de tararear y busco las llaves, como si llegar a casa exigiera cierta seriedad. Uno no paga 670 euros al mes para andarse con frivolidades. Es mi casa y pido respeto. Me pido respeto. Siguen las obras de restauración del Museo de Historia. Esta mañana he cruzado el parque y me he recordado meando en las paredes.

Subo tres pisos y miro mi planta algo marchita. Mis nuevas amantes ni se acercan a lo que me dabas. Vuelvo a las preocupaciones de antes: números. Puntos, rebotes y asistencias. Preparo un poco la clase de mañana. Estoy intentando evangelizar Parla con ritmos brit pop. Es una de las pocas cosas que me quedan por hacer.

Un día le conté a alguien mi último año y me dijo "has vivido tres vidas en un mes" y yo contesté "creo que estoy harto de mí" y a ese alguien le pareció fantástico, supongo que porque sabía que no era verdad. De lo contrario, se hubiera preocupado.

De lo contrario, yo no lo habría dicho.

Busco en Google, por buscar, y lo primero que aparece es Miróbriga y pienso que lo mejor es irse a la cama con un pañuelo en la garganta.

martes, octubre 07, 2008

Entre el cielo y el suelo


Mecano. A veces olvidamos las razones de los éxitos de masas. Incluso olvidamos los éxitos de masas. Mecano. ¿Qué treintañero-cuarentañero no recuerda lo que significaba Mecano? ¿Lo que fue el grupo en los 80? ¿Quién no tiene "Entre el cielo y el suelo" o "Descanso Dominical"? ¿Quién no se quedó totalmente defraudado cuando se compró "Aidalai"?

Mecano era un grupo inocente y ñoño. Como nosotros. Como eran los 80, al fin y al cabo, una oleada de optimismo. Era el grupo por excelencia de una democracia en pañales.

Era además un buen grupo. Quiero decir, no era la Oreja de Van Gogh, aunque las composiciones de los hermanos Cano rozaran a menudo lo cursi, y la voz de Ana Torroja... en fin, qué voy a contarles. Me gustan los grupos que hacen bien lo que saben hacer. Por ejemplo, "Entre el cielo y el suelo". La gente se queda con "No es serio este cementerio" o "Cruz de navajas" (no se puede sacar más de menos) o la insoportable "Hijo de la luna". A mí me encanta la historia de amor de Nacho Cano, capítulo a capítulo, empezando precisamente por el final, ¿o es el principio, el motor de la acción?. Ay qué pesado, qué pesado, siempre pensando en el pasado.

Me gusta el sexo facilón y entrañable de "Las cosas pares", la melancolía de "50 palabras, 60 palabras o 100", me gusta el adolescentísimo coqueteo de "Las curvas de esa chica", la ñoñería agradable de "Te busqué" o el punto desesperado de "No tienes nada que perder" y no tienes nada que ganar. Si uno se fija, hicieron un musical con eso. Un musical con Cara B, de acuerdo, porque hay algo de Cara B en cada ñoñería de Mecano. En los 80, en general. Pero un musical de adolescentes que se enamoran, y si triunfó de esa manera no fue por el reflejo de las drogas o por la Movida o por todo ese rollo: era porque los adolescentes se enamoraban y luego se dejaban y en medio cantaban y esa fórmula ha funcionado siempre, y funcionaba en 1987 y desde luego funciona hoy.

La mayoría de los expertos consideran ese disco como la prueba de madurez de José María Cano como compositor. Yo lo consideré así durante mucho tiempo. Luego me cansé de la madurez y pensé que era mejor volver a ser ñoño y adolescente y volver a Nacho Cano y "las curvas de esa chica" y su increíble facilidad para utilizar topicazos pero en el sitio adecuado siempre.

Y decidí quedarme con "Me cuesta tanto olvidarte" y olvidar el "somier taciturno que usar por turnos", "el rancio abolengo", " ese "a quien su hijo inmola" tan rematadamente poco pop, y enamorarme y desenamorarme como un veinteañero ochentero cada vez que oigo las demás canciones, acabando con aquello de Todas las flores que le pude comprar, todas las noches sin final... creo que perdí la razón, que sí, de acuerdo, es un universal, e incluso un tópico, pero funciona.

Y a veces hace falta que las cosas funcionen, sin más. Fíjense con quién juguetea Ana Torroja en la portada...

Terrorismo doméstico

Esta noticia, y luego esta. Me cuesta pensar que hay gente de mi edad haciendo esas cosas. Supongo que forma parte del Adolescente que todos tenemos dentro y la sensación de que vamos inventando la historia y los viejos problemas no nos afectan. Santurce y Alzira. Y muchos otros sitios, claro.

Hace tiempo, en un artículo para un periódico digital, abogaba por el uso de "terrorismo doméstico" para referirnos al maltrato sistemático hacia una mujer, un niño, un anciano... Me gusta mucho más que "violencia de género" o "violencia machista", porque "violencia", en mi opinión, para los casos que se tratan en los informativos, se queda corto, y porque "género" o "machista" acota demasiado el campo de acción de estos animales. Los hay que golpean a su mujer, los hay que golpean a su hijo. El asunto es la relación de poder, más que el género. Por supuesto, hay mujeres que encajan perfectamente en el grupo agresor, eso también desmonta la anterior terminología.

Pero "terrorismo doméstico" me gusta. Primero, porque el terrorismo consiste precisamente en una gradación de la violencia, en saber aplicarla. En ocasiones, en una no-violencia. Se basa en el chantaje, simplemente. Una mujer puede ser maltratada, igual que un niño, igual que una abuela, sin necesidad de recibir un solo golpe en su vida, simplemente interiorizando la amenaza de que ese golpe va a llegar en cualquier momento. Luego, la aplicación del término "doméstico" me parece muy relevante: casi todas estas agresiones se producen dentro de las relaciones familiares en un contexto tremendamente privado, de manera que, de puertas afuera, la mayoría de los amigos, demás familiares, etc. no tienen ni idea de lo que está pasando.

Es una cosa entre dos. Cazador y presa.

El problema del maltrato o del terrorismo doméstico, si me lo aceptan, es mucho más grande de lo que se quiere frivolizar. Porque parece que sólo importa cuando hay muertos. Sucede igual que con el otro gran terrorismo: sus bombas sólo cuentan si matan a alguien; si le destrozan la vida, da un poco igual. Podríamos contar el número de mujeres -de hombres, de niños, de abuelas...- cuyas vidas quedan destrozadas sin que lleguen a ser portada de periódico ni de telediario. Mucho más del que uno podría imaginar.

La tentación de pensar que, al fin y al cabo, el amor es eso: pasión, celos, posesión, disputa, caza... está ahí pero sus consecuencias son terribles. Prácticamente, en toda relación, de cualquier tipo, alguien lleva la iniciativa -y no tiene por qué ser un hombre- y alguien lo acepta o lo rechaza. La aceptación del rechazo es la clave. Igual, en toda sociedad, hay quien quiere imponerse por las bravas y quien quiere convivir sin más y acepta, o traga. Igual que creo que aceptar que la voluntad de imponerse socialmente es un universal no justifica la persecución de los disidentes, también creo que aceptar que en las relaciones hay siempre una cierta violencia, no justifica la amenaza, el acoso, el chantaje... incluso sin puñetazos ni patadas de por medio.

En definitiva, el verdadero drama de nuestra sociedad se esconde tras los 016 de turno. No lo busquen en los periódicos ni en el programa de Ana Rosa. Eso es la punta del iceberg y una forma más de buscar el espectáculo -véase la mujer aquella que va paseándose por programas de Telecinco para defender a su marido maltratador y atacar al profesor que intentó defenderla, ahora en coma a cambio de un dinero obsceno-. ¿Qué podemos hacer los demás? No lo sé. Y no es que no lo haya pensado, es que no lo sé.

Creo que el hecho de que esto nos parezca insólito, injusto, cruel y que nos hierva la sangre ya es una señal de que algo hemos avanzado. Que, al menos, nosotros, no miramos a otro lado.

lunes, octubre 06, 2008

Festival de Sitges


Todo apunta a que me equivoco de festival continuamente: Sitges es una de mis ciudades favoritas, tiene un hotel Meliá maravilloso y este año estrenan "Sexy Killer", con Macarena Gómez de protagonista. Está lleno de frikis de las pelis de género y seguro que sus fiestas son mucho más divertidas e interesantes y no tienen porteros empeñados en pedir pases VIP.

La diferencia entre un festival en el que gana "REC" y otro festival en el que gana una producción turco-francesa es abismal.

Recordatorio para el año que viene: acreditado o no, pasarse al menos el fin de semana.

Arcadi Espada y Woody Allen

Arcadi está realmente indignado con la última película de Woody Allen. Dice en su columna de los sábados que es la peor película del cineasta. Es más, dice que, aunque no haya visto todas las demás, es la peor. Y que aunque no volviera a ver ninguna más, es imposible que hiciera alguna peor.

Yo no puedo estar de acuerdo. "Vicky Cristina Barcelona" no es peor que "El sueño de Casandra". Es lo que tiene haber visto (casi) todas. En lo que respecta a Barcelona, es un anuncio, de acuerdo, y la publicidad consiste precisamente en eso: en vender cosas que no existen. Por supuesto, la Barcelona de Allen no es la Barcelona de Espada ni es mi Barcelona. Es más que probable que la Barcelona de Allen ni siquiera sea la de Allen, sino el barrunto de un sueño romántico marino y latino.

También es cierto que hay paletismo. Por supuesto que lo hay. El paletismo del nuevo rico que paga al mejor pintor del siglo para que le haga un cuadro a su familia. Y por supuesto que hay algo extraño en que Allen se preste a ser pintor de cámara. Por lo demás, es propio de nuestro tiempo, y no sólo entre los catalanes, el deseo de pasar a la historia en cada acto. El Ayuntamiento, MediaPro y la Generalitat eligen esta película y este retrato de algo que no existe. Lo único que les importa es que sea bonito. Que les permita seguir mirándose como Narcisos en el río.

¿Nacionalismo? Puede. No sé. No me parece. Publicidad romántica, simplemente. La gran mayoría de la gente pensará que, efectivamente, así, esa Barcelona que no existe ha pasado a la Historia. Y sentirán envidia. Y querrán venir a ver ese sueño imposible. Y cuando lleguen aquí y se den cuenta de que todo eso no existe, no podrán ser más felices. Lo que se disfruta pillando a alguien en una mentira. Y así vendrán cada año y disfrutarán incluso de los orines en el Barrio de Gràcia.

Y en eso consiste la publicidad, lo siento.

miércoles, octubre 01, 2008

La vida del funcionario interino

Me levanto sudando, con la garganta cerrada y dolorida, inicio de fiebre, un lento incorporarse con cierto mareo, una vuelta demasiado súbita a la realidad. Me ducho, compruebo los papeles, desayuno en el bar de abajo -descafeinado, croissant a la plancha y zumo de naranja- empiezo a beber agua por si así se va el sudor del pelo y la cara. Paracetamol. Lizipaína. Los sospechosos habituales.

Cojo el metro en Tribunal y voy en la 10 hasta Puerta del Sur, allí compro otro billete y cojo el Metrosur hasta Casa del Reloj, en Leganés. Unos 45 minutos, en total. Me pierdo un poco: claramente, el mapa estaba mal y la distancia se me hace eterna. Una pareja me dice que pregunte en el Ayuntamiento, una chica me dice que pase los institutos. Al cabo de 10 minutos llego y está lleno de gente. Uno de esos momentos en los que no tienes ni idea de qué tienes que hacer, algo así como Astérix en "Las doce pruebas". Un cartel pone Control, otro Información, otro Registro... la gente lleva mucha documentación de un lado para otro y al final me explican que me tienen que llamar ellos.

Me llaman. A la media hora, más o menos.

Entramos dos chicos a la ventanilla. Tenemos que repartirnos destinos pero él elige primero. La funcionaria propone: una vacante en Valdemoro o una sustitución por enfermedad en Parla. Él lo piensa pero elige Valdemoro. Me faltan papeles, como era de esperar. No parece importarles, están acostumbradas, se conoce. "Mándalos por fax", dicen, con cierto desinterés y tengo que rellenar varios papeles jurando (o prometiendo) cosas de todo tipo y después llamo a la EOI de Parla -como me dijo Marina- para comprobar que todo va bien y que me puedo acercar a que me firmen los papeles, me den información, me asignen cursos...

Vuelvo a Casa del Reloj y de ahí a Leganés Central. Cojo el Cercanías hasta Villaverde Alto (o Bajo) y ahí hago trasbordo hasta Parla. Sigo unas instrucciones algo difusas y me vuelvo a perder. Llevo dos botellas de agua encima y por lo menos no me parece que tenga fiebre. Conforme me he ido acercando al monstruo se me ha ido quitando el miedo.

Me recibe la directora. Encantadora. Nos explicamos. Firma. La jefa de estudios me enseña la Escuela y hablamos de la conveniencia de empezar con las clases mañana, porque hoy es demasiado precipitado. Y tanto. No conozco absolutamente nada, ni de normas, ni de material, ni de objetivos, ni de libros... Subo al departamento de inglés y me explican. Veo varios libros con material audiovisual de lo más variado. Mis cursos son Avanzado 1 y 2 e Intermedio 1. Me pierdo por completo, pero intento no aparentarlo.

De hecho, yo soy el único profesor de Avanzado de toda la Escuela y es el primer año que se implanta, como bien sabrán los alumnos.

Pregunto cuánto va a durar la sustitución. No saben. Si todo va bien, dos semanas. Si no, un mes. No creen que se vaya a complicar más. ¿Los viernes hay que ir? Sí, todos. O son lectivos o son de reunión, pero hay que ir. Las jornadas no son de cuatro horas sino de cinco. Se respira cierto ambiente de seriedad que me gusta, porque si soy yo el que tengo que tirar de este carro, muy lejos no vamos a llegar...

Recojo documentación varia y voy con las manos cargadas al Cercanías, dirección Colmenar Viejo. Me bajo en Atocha. Cojo el metro hasta Tribunal y decido que de momento vamos a empezar a mi manera -aquel mítico CD que me grabó Fer Heads- y luego ya veremos...