lunes, septiembre 29, 2008

America



Let us be lovers, we´ll marry our fortunes together, I´ve got some real estate here in my bag.

Cada viaje es un viaje a la adolescencia de dos chavales cogiendo un autobús en Pittsburgh. Es una decisión. Es una cabeza cansada en un hombro y un mirar por la ventana. Es una revista, unos cascos, una película que jugamos a doblar con nuestras voces, inventando los diálogos, es un viaje a por botellas de agua y bocadillos de tortilla, es un parar constante en estaciones desconocidas.

So I looked at the scenery, she read her magazine... and the moon rose over an open field

Cada viaje es el recuerdo de otro viaje y la promesa de un viaje que vendrá. O quizás, al contrario, cada viaje es la ilusión de que no serán necesarios más viajes, calcetines olvidados en una maleta, conversaciones de extraños, tests del Cosmopolitan con los que rellenar minutos de tedio. Ordenadores. Los viajes de ahora incluyen portátiles en los que se ven partidos de baloncesto o se juega a simuladores de personas que hacen lo que nosotros no nos atrevemos a hacer.

Kathy, I´m lost, I said, though I knew she was sleeping

Cada viaje es un sueño, un dormirse y despertarse al ritmo de los kilómetros. Una perplejidad. Todo buen viaje debe partir del convencimiento de que uno está perdido. Las palabras "viaje organizado" son contrarias. El viaje siempre es a ninguna parte, un dejarse llevar, una esperanza de que al final del arco iris habrá una olla rellena de oro, una playa enorme y un mar infinito. Viajar es darse cuenta.

I´m empty and I´m aching and I don´t know why... Counting the cars in the New Jersey turnpike... They´ve all come to look for America

Cada viaje es una búsqueda improvisada. Buscamos América. Como Paul Simon. Como Colón. Cada viaje es esta canción repetida mil veces en mis ojos y en los tuyos. Una canción sobre amor, pequeñas fortunas, chicos perdidos y vacíos. Revistas, cigarrillos, chicas que duermen y lunas que van saliendo poco a poco iluminando Villalba de Guadarrama.

Cada viaje, inevitablemente, es un viaje compartido. Igual que la vida, inevitablemente, es una vida compartida. Yo soy yo y mi circunstancia. Let us be lovers dice la canción, así, como si nada. Hagamos algo, ahora que aún estamos a tiempo. Cada viaje es un atrasar algo que nos persigue. Una escapatoria. Incluso los viajes de vuelta. ¿De qué sirve buscar, encontrar algo, si luego no puedes contárselo a nadie? ¿De qué sirven los nuevos miedos sino puedes compararlos a los viejos?

I am leaving, I am leaving... but the fighter still remains

Resumen en Neo2

Haré mi propio resumen aquí, por supuesto, cuando consiga centrarme y descansar un poco y acabar mil trabajos pendientes. De momento, les dejo con el que he hecho para Neo2.

sábado, septiembre 27, 2008

"La caja de Pandora" gana la Concha de Oro


Expectación en la sala de prensa. Quinielas varias: Rosales, ¿sí o no?, ¿Kore-Eda, quizás? ¿Se llevará algo la niña de Fesser? Un run-run que va creciendo conforme el Kursaal se llena y todo el mundo parece saberlo todo, filtraciones, rumores... Yo prefiero no saber nada. Es la primera vez que me quedo a la lectura del palmarés y estoy emocionado de alguna manera, aunque la Sección Oficial, a mí, me suela interesar más bien poco.

Sale Edurne Ormazábal y empiezan los primeros premios, los que no son directamente del Festival, sino de patrocinadores y colaboradores. Premio Sebastian 2008 para Woody Allen, premio de los Donantes de Sangre (como suena) a "El patio de mi cárcel", premio de los Escritores de Cine para "Still Walking" de Kore-Eda, premio Signis para "Frozen River", que también se lleva el de TVE. Por último, el de la crítica internacional, el famoso FIPRESCI, se lo lleva Jaime Rosales, que sonríe efusivamente mientras parte de la prensa aplaude, la otra patalea y silba y yo me temo que sea la antesala de algo más grande.

Mirtha Ibarra preside el jurado de Horizontes Latinos. Lee algo nerviosa. Tan nerviosa que, en vez de decir, "Mirtha Ibarra, de Cuba, presidenta" dice "Mirtha Ibarra, presidenta de Cuba" y todos nos partimos de risa, ella incluida. La ganadora es "Gasolina". Es el premio más cómico de toda la sesión, o uno de los más cómicos, porque esa peli la vimos unos 40 en el Principal y de los 40 nos salimos 25. Insoportable. Los jurados enloquecen, convenimos Emiliano y yo, como si se convirtieran en seres excéntricos como el guerrillero de "Bananas" que llega al poder y decide que la ropa interior habrá que llevarla por fuera.

El premio de la audencia va para "Leer después de quemar" de los Coen (es decir, para el público, la mejor película de San Sebastián es una que no se ha estrenado en San Sebastián), el del Jurado Joven, "Amorosa Soledad", desbancando in extremis y gracias a dios, a "Hunger". "The equation of love and death" se lleva el premio Nuevos Directores de Zabaltegi. Cierta indiferencia.

Llega el momento de la Sección Oficial. De entrada, Jonathan Demme está muy suelto. Muy divertido. Se toma con humor las críticas, los silbidos y los abucheos. El mejor guión: "Louise y Michel". Esperpéntico. Mejor fotografía y mejor actor para "El nido vacío", la copia de "Swimming Pool" de la que hablábamos ayer. Dos Conchas a Mejor actriz, para Melissa Leo, de "Frozen River" y "Tsilla Chelton" de "La caja de Pandora". Mejor director, Michael Winterbottom, por "Génova". Aquí, los silbidos fueron numerosos. Mención especial del jurado para "El caballo de dos patas": los silbidos se convierten en sonoros abucheos.

¿Y mejor película? Lo dicho, "La caja de Pandora". Nada de "Still Walking", nada de "Tiro en la nuca". "Camino" no existió.

La decisión se toma con cierta resignación. El nivel ha sido más bien pobre, así que en rigor cualquier cosa era posible... Comentamos entre nosotros, que tampoco lo tenemos claro. El run-run se va dispersando. Poco a poco salimos del Kursaal -la llave del casillero ya devuelta- y los chicos empiezan a arreglarlo todo para que a las 8, ni antes ni después, todo esté como estaba hace dos semanas. Es decir, vacío.

La muerte de Paul Newman


La muerte de otro es siempre una excelente oportunidad para hablar de uno mismo. La muerte, en realidad, no es más que una ausencia, y la ausencia la dejan otros pero queda en mí. Ausencia de Paul Newman, sea el mito o la persona. Podría llenar esto de datos sobre películas y años y premios. Esa sería la vieja usanza. Eso sería lo recomendable.

Pero para eso tienen Google, la Wikipedia y el IMDB. Aquí encontrarán cosas como el día, cuando era pequeño, cinco o seis años, y a la salida del Montessori -con Eloy Azorín, entonces Eloy Arenas- rumbo a un cumpleaños, el taxista se empeñaba en preguntarnos cómo se decían determinadas cosas en inglés. Por ejemplo, Paul Newman y Robert Redford.

Paul Newman y Robert Redford. Curioso. Eran los guapos por excelencia del cine, y eso que al menos Newman tenía ya 60 años. Supongo que ahora a los niños de colegios bilingües les preguntan por Brad Pitt y George Clooney, pero, ¿qué quiere decir "Clooney" en inglés? Luego, un ciclo en TVE. Uno de esos ciclos estilo el que pusieron de Truffaut, de Marlon Brando, de Cary Grant... Newman en blanco y negro y en color.

Newman con el Gordo de Minnesota. Para mí, básicamente, Paul Newman es Relámpago Eddie. No el Relámpago Eddie borracho y bravucón, sino el sobrio y profesional que no paraba de repetir: "¿Cómo voy a fallar, Gordo?... No puedo fallar... ¿Ves? No puedo fallar?" y yo hacía mucho cuando pensaba en ti, cuando quedaba contigo los viernes, algunos sábados y nos íbamos de discoteca.

Newman en color, decía. Con el bigote de Henry Gondorff, llamando Loneman, Lonnigan... al tipo aquel cabreado y cojo. Una de las mejores películas que he visto nunca. Luego, pocas noticias. Una película espantosa con los Coen, ¿se acuerdan? Eso fue en los 90. "El color del dinero", por supuesto, con las muecas continuas de Tom Cruise, una especie de cesión fallida del testigo.

Luego, las fotos. Sus fotos en un blog, demacrado, a pesar de que la bloguera -amiga de la familia- se empeñara en decir lo guapo que seguía estando y el buen aspecto que tenía. Y ahora, esto, justo en plena clausura del Festival -supongo que esta noche tendrán el detalle...-, una noticia esperada, por supuesto, pero hasta cierto punto dolorosa, porque con la gente se va una época y unos recuerdos. Se va la infancia y el taxista y te vas tú aunque quede Relámpago, y el paisaje cambia. No brutalmente, porque Paul Newman hacía tiempo que no formaba parte del paisaje, pero cambia.

Para mí, era el actor por excelencia. Yo nací en un mundo en el que Paul Newman era el actor por excelencia y ahora vivo en un mundo en el que Paul Newman no existe. Y eso no me puede dejar indiferente, claro.

viernes, septiembre 26, 2008

El Camino a Londres


Octavio dice "eres uno de nosotros", con su acento brasileño y me pasa la mano por el hombro en señal de reconocimiento al hermano pequeño (o grande, nunca se sabe). Entramos en la fiesta. Tenemos una invitación, pero nos colamos cinco: Tirma, Alain, César, Octavio y yo. Luego entran Dani Diosdado, Jesús...

Las fiestas en San Sebastián son imprevisibles. El otro día intentamos entrar en la de la peli de Rosales (Wanda Films) pero fue imposible. Sin piedad. Hoy, sin embargo, en el salón Britannia del Hotel Londres, no ponen mucho interés en quién lleva invitación y quién no. El salón está medio lleno, porque coincide con la fiesta de Loewe, la más "glamourosa" de un festival nada glamouroso, y en el fondo hasta queda bien que haya gente por ahí pululando.

Las copas son gratis. Nerea Camacho juega con sus amigas de colegio ficticio y Manuela Vellès sonríe todo el rato, sin parar. Javier Fesser, no. Un día largo para él, supongo.

Actúa Russian Red. Es una auténtica pena, porque Russian Red, un grupo de guitarra, cuerda y sintetizador, no es el más adecuado para una fiesta así. El sonido es terrible. La gente no se calla. Frente al escenario improvisado, un grupo de gente se sienta y escucha. ¿Cuántos? Diez, quizás, de entre unos 150 invitados.

Sin embargo, la cantante aguanta. Actúa. Esto era un festival, ¿no? Hace como si su voz se oyera, como si el micrófono no se acoplara, como si la gente no estuviera solapando su música con una cháchara que podrían parar 20 minutos y no pasaría nada. Mañana tocan en Madrid, me dice, apresurada, recogiendo cosas y haciéndose multitud de fotos. Es una celebridad ahora, Russian Red. Esto funciona así supongo: de repente, un día...

Tirma quiere hablar con Fesser. Todo el mundo quiere hablar con Fesser y Fesser sigue serio. Los dos Fesser, de hecho. Emiliano discute y luego deja de discutir y vuelve a ser encantador y deambulo por el salón, copa en mano, americana en el ropero, y me pongo a hablar con Manuela de su debut con Medem, de la película, de algunas similitudes, de posibles entrevistas... hasta que Juan Luis Cano se excusa conmigo -no sé si se excusa por esto o por lo de esta mañana, no sé si se excusa, de hecho- y la saca a bailar e insospechadamente Dani y yo acabamos hablando sobre una tal Belén y charlando con los padres de Nerea.

Nerea, la pobre, 12 años recién cumplidos, está agotada. Son casi las tres de la mañana y lleva unas 15 entrevistas, dice su madre. "No, 15 no. No tantas", apunta ella, que tiene que soportar todo esto con una paciencia infinita, con un punto casi cruel en el que la felicidad por la fiesta se junta con las miradas constantes, las felicitaciones, las conversaciones y los consejos frente a los que una niña sólo puede sonreir.

Nos van echando. Poco a poco. Nuria canta flamenco a las puertas del hotel y los demás vitoreamos. Torcemos hacia la izquierda. La marea está baja esta noche en la Concha y el hotel Igeldo ya no luce. Sleeping is giving in, decidimos, nosotros también, y prolongamos la madrugada, algo fría, Octavio, César, Tirma y yo, en la terraza del Bataplán, casi tocando la arena.

Colaboración en Cuadernos Hispanoamericanos


Lamento no haber podido avisar antes, pero no me había enterado: como pueden ver en este enlace, mi artículo sobre "La casa de Dostoievsky" de Jorge Edwards apareció publicado en el pasado número de Cuadernos Hispanoamericanos junto a otros nombres ilustres...

Gracias a Benjamín Prado por su confianza y su amabilidad en todo momento. Es para mí un auténtico honor compartir páginas con tanto autor de renombre.

No sé si será posible encontrar ahora la revista en algún lado, por si acaso, aquí tienen el archivo en Word.

Recuerden que este mes aparece en Neo2 mi entrevista a Ray Loriga y en Tendencias, la entrevista a Óscar Jaenada.

jueves, septiembre 25, 2008

La boda de Rachel (Anne Hathaway va en serio)


Jonathan Demme ha aprovechado su condición de presidente del Jurado de la Sección Oficial -o, al revés, el Festival ha aprovechado que...- para estrenar dos películas: un documental sobre Neil Young y una película en la que se pasan un buen rato cantando a Neil Young. El documental no lo he visto. Ni ese ni el que recoge la gira que dieron los CSNY por Estados Unidos contra Bush. Ya he dicho varias veces que estoy harto de Bush, que no voy al cine para que me hablen de Bush.

La película tiene buenos momentos, pero no parece la obra de un hombre consolidado y con tantas historias contadas detrás. Anne Hathaway está maravillosa, eso sí. Ahí tenemos a una actriz de verdad, una cosa seria. Ella salva la película en muchas ocasiones. De hecho, la historia es su historia: una chica en rehabilitación -and I say no, no, no...-que pasa el fin de semana con su familia con motivo de la boda de su hermana.

El fin de semana sirve para sacar toda la mierda de la familia: la falta de apoyo que ella siempre ha sentido, el protagonismo que la hermana siente que le han robado, el sobreproteccionismo del padre, la ausencia total de la madre... y el fantasma constante de un tercer hermano, menor, que murió en un accidente años atrás.

La película cuenta el fin de semana de la boda y, para serles sinceros, ir a una boda ya es suficientemente coñazo cuando conoces a los novios como para tener que verlo al detalle en pantalla. Hay minutos y minutos de brindis, bailes, tartas cortadas... El esquema narrativo es sorprendentemente simple: escena trivial- momento dramático- catarsis- escena trivial-momento dramático- catarsis.

Uno de esos casos en los que parece que el guionista está pensando: "venga, con lo que he contado no es suficiente, voy a darle una vuelta de tuerca: ahora, que la hermana le monte un pollo, ahora, que discuta con el padre, ahora, que la madre haga tal, ahora, que resulte que el hermano...". Una sucesión de tragedias y psicodramas.

A favor: Anne Hathaway, ya quedó dicho, y su historia con el chico de Drogadictos Anónimos (12 Step). Cierta capacidad de emocionar cuando no entra en el melodrama. En contra: la facilidad para entrar en el melodrama de manera cíclica, el abuso del sufrimiento y tener que tragarte una boda como si estuvieras ahí. Yo no pagaría por verla, pero los amantes de la lágrima fácil quizás encuentren aquí un buen motivo.

El discreto encanto de la clase media

Es complicado ser clase media fuera de clase, aunque pasen los años aquí -ya, seis- y poco a poco el círculo de amistades se vaya ampliando. Conforme avanzan los días, da la sensación de que la gente en vez de abrirse se cierra más, como que ha perdido euforia, entusiasmo y cuenta los días hacia atrás, se centra en sus cosas, sonríe mucho menos.

Uno no sabe bien qué hacer, si saludar a la gente que quiere conocer o no. Da la sensación de que la gente a la que quiere conocer no quieren ser conocidos, que están hartos de ser conocidos, saludados, fotografiados... Que están hartos de una sucesión de nombres que ni consiguen recordar ni tienen el más mínimo interés.

Por ejemplo, esta mañana, Juan Luis Cano, de Gomaespuma, un ídolo de la infancia, dándome la espalda en mitad de la conversación, tanto, que un tipo de la productora se acercó a mí interesado para seguirla, por educación. Supongo que es el cansancio. Todos tenemos derecho a estar cansados, pero, bueno, hablar del Atleti y de "Camino" tampoco requiere un esfuerzo...

Leonor Watling y Jorge Drexler hablan con David Trueba a la salida del Principal, después de ver "Nido vacío", una película argentino-española más que aceptable y que recuerda demasiado a "Swimming Pool". El caso es que el primero o el segundo día, yo me acerqué a Jorge, porque, bueno, él conoce mucho a mi tío Pancho, y a mí me gustan algunas de sus canciones y escribí un relato sobre una chica con la que iba a un concierto suyo -inspirado en un hecho real- y él sonrió efusivo, mandó abrazos y me dio su dirección para que le enviara el relato -"mándamelo, mándamelo", dijo-.

Y una semana después, los tres están ahí y uno tiene la sensación de que no sería tan grave acercarse y preguntar. Cosas típicas: qué tal la película, de entrada, cómo va el festival. Felicitar a Leonor por su embarazo... Pero no. Detesto molestar, supongo. Jorge nunca contestó el email -no lo hará- y aunque le miré cuando pasaba a su lado en busca de un posible reconocimiento, no me atreví a pararme. No tenía demasiado sentido.

Lo que quiero decir es que, a veces, esto del famoseo parece divertido, pero no lo es. Precisamente, porque es famoseo. Porque ellos son famosos y ¿tú quién eres? Clase media. Un escritor-periodista mínimamente conocido de familia medianamente ilustre. Un encanto discreto. Que sí, que luego llega Marian y es todo sonrisa y atenciones, pero estaría bien que hubiera algo más de comunicación entre los que estamos ahí por una pasión común: el cine. Que no fuera tan difícil acercarse. Que se acortaran las distancias. No nos vamos a hacer amiguitos todos ahora, desde luego, pero...

En fin, a la clase media le queda la clase media, y eso está bien. Le queda Emiliano -que es más bien clase media-alta, pero que se porta como un padre, porque, dice, "él también ha tenido que pasar por esto de pedir favores"- y le queda Marian, ya lo he dicho, y alguien más habrá, supongo. Los círculos cerrados es lo que tienen, supongo. Y yo me ahogo con mucha facilidad.

miércoles, septiembre 24, 2008

Camino


Javier Fesser es un hombre con un talento descomunal. Un hombre destinado a filmar algunas de las mejores películas europeas en los próximos años. Su dominio del lenguaje cinematográfico, unido a un genial sentido del ritmo y del humor, pueden llevarle a lo más alto. Técnicamente, ya lo está.

"Camino" es la obra que más se ha parecido a una maravilla de las que he visto en el Festival. Emiliano decía a la salida que era "una obra maestra". Eso llegará, ya digo; aquí, de momento, da en el poste.

Hay muchas cosas buenas que contar de "Camino" pero empecemos con la mala: ese cartel de "inspirado en hechos reales". Buffff... detestable comienzo. Es como si me pidiera que le creyera lo que me va a contar no ya porque resulte creíble en sí mismo sino porque le pasó a alguien alguna vez. Eso no es cine, es telefilme. De hecho, es el inicio de una trampa enorme, una trampa que sobrevuela toda la película y que probablemente la aleje de la perfección.

Veamos, "Camino" es el nombre de la niña protagonista, una feliz pre-adolescente que está conociendo sus primeros amores y que vive en un entorno ultrarreligioso, bajo la protección obsesiva de su madre. Eso podría resultar dramático y sufriente, pero no lo es. Recuerda un poco a "Mi hijo", la película francesa que ganó hace dos años. No lo es porque Fesser lo cuenta con total naturalidad: la familia es así, incluso la hija es feliz así, rezando a la Virgen, a los santos, yendo a un colegio del Opus, admirando a su hermana, "captada" por La Obra para servir en Pamplona...

Camino se enamora de Jesús, un chico que conoce en un taller de teatro al que su madre le prohibe ir. Todo esto, ya digo, sin estridencias. A lo Fesser. El propio descubrimiento de la chica, Nerea Camacho, ya es un acierto del director. ¡Qué maravilla de actuación! ¡Qué expresividad, qué recursos...! Es la protagonista de un cuento de hadas y resulta completamente creíble. Nada de niña de mirada pura, bla, bla, bla... Estamos ante una pedazo de actriz tenga la edad que tenga.

El conocimiento del chico coincide con el descubrimiento de una enfermedad: cáncer de médula. Extendido. La religión se mezcla con el fanatismo del Opus, con su afán de notoriedad y con el amor que la niña siente hacia Jesús, su Jesús. La familia se ve sumergida en una situación totalmente absurda, aún más absurda de lo normal en una familia así: la madre y todos sus asistentes del Opus se empeñan en ver el sufrimiento y la agonía de una niña de 11 años como una bendición del Señor, que la quiere tener a su lado.

Mientras, por supuesto, la familia les paga el hospital en Navarra, la hermana mayor está esclavizada en una casa-seminario y la niña pasa a convertirse en un icono de la fe, la resistencia, el sacrificio, el amor a Dios... y todas esas cosas tan cristianas que no inventó el Opus, desde luego, pero que ha sabido aprovechar muy bien.

La historia tiene dos variantes, por tanto: el fanatismo religioso que impide el verdadero sentimiento humano. Eso ya estaba en Nietzsche. El empeño en matar al hombre, en no vivir esta vida en nombre de algo más puro, más alto, más perfecto... Fesser llena la película de símbolos, comparaciones y pistas sorprendentemente eficaces. Es muy complicado no equivocarse y él no se equivoca nunca. Asombroso.

Eso, por un lado. Por el otro está ese fanatismo como medio de aprovechamiento de una familia de clase media-baja de Madrid. La utilización constante de la fe y la abnegación en provecho propio. Esta crítica al Opus Dei es mucho más efectiva que la del Código Da Vinci por ejemplo, porque esta crítica sabemos que es verdad. Todos conocemos a alguien que... Sabemos quiénes son y lo que quieren. Y no es precisamente el Santo Grial.

Pero, con todo, hay algo que no me gusta, y de este modo la crítica, igual que la película acaba como empieza: esa dedicatoria a la niña de la realidad en la que el filme "se ha basado". Eso es trampa. La historia es verosímil por sí misma. No vale decir: "es más verosímil, porque además es verdad". La verdad no interesa en la creación. Al revés, la merma. Porque una verdad dramatizada es lo más cercano a la mentira.

Así que uno sale del cine sabiendo que ha pasado en algún sitio con alguna chica y alguna familia parecido a lo que ha visto en la pantalla y no puede evitar preguntarse: ¿hasta dónde lo has maleado para que encaje? ¿qué partes son verdad y qué partes no? Porque en una ficción, todo lo que esté justificado dentro del Universo creado es verdadero y punto. Pero jugar con la realidad, jugar a "indignaos más, que esto ha pasado de verdad", me crea dudas que me llevan más allá de la pantalla. Y no me gusta que el cine salga de la pantalla, o no me gusta, al menos, que se justifique fuera de la pantalla.

Para aquellos que hayan visto la película y tengan curiosidad por saber quién es la niña les presento este enlace, no parece especialmente "neutral", pero no he encontrado nada más neutral que la Wikipedia, lo otro era esto. Los que no la han visto, háganlo. Les compensará. Les sobrarán unos 20 minutos -eso es todo lo que separa a Fesser de la genialidad y no me parece mucho- pero les compensará.

P.D. Por cierto, buscando en Internet, y para aquellos que hayan visto la peli, o les interese aun comiéndose algún spoiler, he encontrado esta crítica de alguien que es del Opus Dei y no parece muy fanático. Creo que es bueno dar puntos de vista distintos. A mí me ha interesado, desde luego, y me parece que en algunos casos -la excesiva maldad de algunos personajes y la repetición constante de esa maldad- tiene bastante razón.

La casa de mi padre


No sé si esta película de Gorka Merchán cierra el ciclo del terrorismo en este Zinemaldi, pero lo que sí sé es que, de momento, ha sido la más valiente a la hora de afrontar el tema. Porque resulta que hay buenos y malos. Y resulta que los malos son los que matan y los buenos son los que huyen y mueren y son perseguidos.

¿Maniqueísmo? Bueno, permítanme una licencia...

Merchán cuenta con un reparto maravilloso que funciona de manera irregular y cae por supuesto en el error narrativo de que los personajes sean ejemplos de conducta y pensamiento, lo que le lleva a numerosas redundancias. Comoquiera que el nacionalismo es un mundo redundante, no queda del todo mal. De hecho, el reflejo del fanatismo incluso se agradece. Porque sí, hay fanatismo. Y hay odio. Y hay amenazas, y todo lo que quieran. Y hay que atreverse a contarlo.

La historia -breve sinopsis sin demasiados spoilers- cuenta la llegada de un empresario vasco -Carmelo Gómez- a su pueblo natal, cerca de San Sebastián, un pueblo dominado por "la izquierda abertzale" en el que no es demasiado bien recibido porque en su momento se negó a pagar el impuesto revolucionario y se le considera un "traidor al pueblo vasco". Junto a él llegan su mujer -Emma Suárez- y su hija -Verónica Echegui, con un acento argentino forzadísimo, una de las pocas decepciones de la peli-.

Van a ver al hermano de Carmelo Gómez, un batasuno convencido que está agonizando en un hospital. Por supuesto, entre los dos hay peleas políticas, aunque no demasiado estridentes. El hermano abertzale está cambiando: condenó a título individual un atentado y la organización le hizo rectificar y le hicieron el vacío. Sigue pensando que su hermano es un traidor, pero también piensa que determinadas cosas no se pueden hacer (ese pensamiento es muy vasco).

Tiene miedo además por su hijo, un desaprovechado Juan José Ballesta, un "borroka" de pro: juega a la pelota vasca, lleva coletilla, va a herrikotabernas, escucha música punk en euskera, habla continuamente de "nuestro pueblo"... y quema cajeros. ¿Estereotipo? Puede, pero ¿cómo se cuenta todo esto sin estereotipos? Tiene miedo, decía, porque le ve muy metido en el mundo de la lucha callejera y no quiere que siga por ahí. Le pide a Carmelo Gómez -un poco surrealista pero bueno- que le cuide. El resto de la película es eso.

El mejor momento, sin duda, es cuando, después de un atentado, políticos y amigos se reúnen junto al ayuntamiento, guardan un minuto de silencio y después aplauden. Emma Suárez se pregunta: "¿A quién aplaudimos, al muerto o a nosotros?" En la película rezuma todo el rato el "algo habrá hecho", el abuso del odio, la utilización de los chavales -recuerden lo que decía ayer del Premio de la Juventud-, Merchán desmonta muchos de los argumentos clásicos de la izquierda abertzale sólo con exponerlos, que es un prodigio de sutileza y no cae en demasiados dogmatismos a la hora de defender la posibilidad de vivir en paz.

Vamos, que es un claro candidato a que un grupo de chavalines se le pongan enfrente de su casa con pancartas de "Fascistas, fuera de Euskal Herría". Pero llega un momento en el que te plantas y dices "no", ¿no era así? Y se agradece.

Los invitados


Tirma canturrea apasionada. Es una chica con facilidad para apasionarse. Octavio y César -genial combinación de nombres brasileño-chilenos- piden canciones y, en la taberna, un grupo de treintañeros -quizás algo más, quizás algo menos- cantan canciones con la guitarra en voz baja, sin importarles si los demás hablamos o escuchamos o marcamos el ritmo con las manos, los pies, los chasquidos de los dedos.

El repertorio va de Eric Clapton a canciones partisanas, pero sobre todo cantan en euskera, aunque con nosotros hablan en castellano con una amabilidad desbordante.

Rekalde parece estar completamente fuera del mundo y la ciudad. Es uno de esos sitios que reivindican que "otro mundo es posible" y se dedican a vivirlo. Por supuesto, hay algo de publicidad del festival, pero poca. Hay turistas, también, pero la ambientación es de bar de pueblo, de aldea, más bien. Pocas mesas y pocas sillas. Madera vieja. Olor a marihuana. Barrio viejo.

Intentamos entrar en la fiesta de "Tiro en la cabeza", pero no nos dejaron. Se ponen muy exquisitos aquí con las invitaciones, y la mayoría de las fiestas no son para actores ni actrices ni directores: son para empresarios. No hablemos ya de escritores o periodistas. Nada de nada. Las fiestas, las supuestas grandes fiestas, y no las que nos montamos resacosos en las tabernas, son aburridas y tristes, con ese punto decadente que tiene la ostentación. "Me siento pez fuera del agua", resumía Natalia Mateo el lunes en Zurriola y tenía razón.

Son fiestas sin talento ni inventiva. Fiestas industriales.

No sé si alguien ha leído mi primera crónica del Festival en Almiar. Si no lo ha hecho, que lo haga. Hay algo falso en todo esto: me refiero al glamour. En San Sebastián no hay glamour o yo no lo encuentro. Nadie parece estar pasándoselo realmente bien, sino más bien intentándolo, de esa manera concienzuda y concentrada de "venga, voy a pasármelo bien" que resulta tan forzada.

Si hay que buscar, mejor buscar en lo pequeño. Esta noche iremos a ver a Arthur y su producción, "La casa de mi padre". Recuerdo aquella fiesta que Filmax montó en el Bataplán para Koldo Serra y en la que acabamos todos a la media hora en el Be-Bop, bailando al ritmo de Borja Crespo. Reducir, de eso se trata. Crear nuestra propia lista de invitados y después quemarla.

Una coca-cola y una guitarra y una voz en euskera. Y que eso valga.

P.D. La foto está sacada de este blog: http://subversado.blogspot.com y, obviamente, no corresponde a la noche de ayer...

martes, septiembre 23, 2008

Super Cine Me (o el Día Internacional del Agua Mineral)

Caras largas esta mañana en el Kursaal. Ojeras y botellas de agua. Resaca. Ayer hubo fiesta de "El patio de mi cárcel". Fiesta elitista, de las de invitación y peleas para conseguir entrar. Emiliano, el director del festival de Medina del Campo y Victoria me consiguieron una in extremis. Yo, a cambio, les prometí mandar mi guión a su concurso.

Fiesta algo decepcionante, en cualquier caso. No ya por el sitio, inmejorable -playa de Zurriola, justo a nivel de mar- sino por un ambiente demasiado... en fin, "demasiado", ya me entienden. Incluso la adorable Natalia Mateo estaba desbordada, así que nos hicimos amiguitos.

Corren malos tiempos para los espectadores de este festival, no sólo para los periodistas resacosos. Emiliano insiste en que "Derrière moi" era insoportable, "Hunger" me irritó sobremanera, Rosales hizo que todo el mundo se saliera de su pase y "Gasolina", película guatemalteca incomprensible -en fondo y forma, había que seguir la acción por los subtítulos en inglés, imposible entenderles una palabra a esos chicos-, se llevó el honor de ser la primera peli que abandono a mitad de proyección.

Estuve pensando en ello mientras veía "Louise y Michel" por la mañana. Era la película 18. Pareciera que quiero impresionar a alguien con todo esto y no sé por qué. Nadie puede ver 18 películas en 5 días y disfrutarlas. ¿Y si no vas a disfrutar para qué vas al cine? Me recordé al protagonista de aquel documental, "Super Size Me", que comía alimentos del McDonald´s de manera ininterrumpida hasta que su vida corría peligro, todo para demostrar... ¿qué?

Por momentos, me siento igual, como si me estuvieran filmando y yo poco a poco fuera adelgazando, arrugándome, aumentando mis dolores y mi sueño, llegando al cansancio más absoluto a base de entrar y salir de cines y películas que, este año, rara vez dan la talla.

Así que aguanté cincuenta minutos de la patochada francesa -una idea muy hermanos Coen, pero que me resultó excesiva- y me fui. Y decidí que a partir de ahora no iba a batir récords sino a pasármelo bien. Así que me voy a cenar al puerto y prolongo mi estancia al domingo. El Festival para el hombre fue hecho y no el hombre para el Festival, como dijo alguien.

Mañana les cuento qué tal la de Fesser, de todas maneras...

Tiro en la cabeza


Parece que Jaime Rosales la ha montado buena con su última película, que se estrena esta noche en San Sebastián, aunque ayer hubo pase de prensa. Digo "parece" porque al final no fui sino que me quedé tomando una Coca-cola con Marian y con la entrañable y talentosa Roser Aguilar, protagonista y directora de "Lo mejor de mí", una peli humilde, sin pretensiones, llena de entusiasmo y juventud y que ha desbordado por completo las previsiones gracias a un buen montón de actuaciones impecables y a un trabajo de fotografía más que correcto.

Quizás se hace un poco corta y hay cosas que no terminan de encajarme, pero pasan cosas. Sin estridencia pero sin caer en pausas eternas. Buen cine. Interesante. Lástima de proyector desenfocado.

Pero, bueno, estábamos con Jaime Rosales y "Tiro en la cabeza", película en la que se recrea el asesinato de dos guardia civiles en Francia en diciembre de 2007. Dicen los que la han visto que es un abuso de arte: una hora y media de película en la que sólo se pronuncian dos palabras. Al parecer, la gente se fue yendo del pase de prensa hasta dejar el Principal medio vacío. ¿Cuestión estética o ética? Imposible saberlo desde fuera.

Porque la ética es otra cuestión importante en estas cosas. Hablábamos hace ya casi una semana de lo complicado que era dramatizar el Holocausto. Con el terrorismo pasa algo parecido: ¿qué punto de vista adopta el realizador? ¿Se puede intentar ser neutral entre víctima y asesino? Vale, el asesinato está ahí, pero ¿enseñarlo sin más no es una manera de trivializarlo, de desinfectarlo, de convertirlo en algo limpio, un hecho más de la vida? La gente equivocada en el lugar equivocado.

Hay una cosa que me preocupa mucho y tiene que ver con lo que comentaba ayer de "Hunger", la película en la que los terroristas son héroes y los funcionarios de prisiones reciben su justa recompensa. No es ya que se puedan filmar esa clase de películas. Yo quiero vivir en una sociedad en la que la gente puede filmar esa clase de películas aunque a mí me repugnen moralmente. Quiero vivir en una sociedad en la que esas películas incluso se exhiban en festivales. Con cadáveres calientes y todo.

Pero no sé si quiero vivir en una sociedad en la que una película así aparece como la más valorada por el jurado joven. Un 8,5 sobre 10. Me asusta profundamente que los jóvenes asuman con entusiasmo todo ese mensaje de "hay que morir (y matar) por las luchas justas", por muy atractivo que resulte eso para un adolescente o post-adolescente. La película de Steve McQueen -no confundir con...- no sólo es un panfleto pro-IRA, maniqueo, tramposo y escatológico, sino que además está muy mal contada, es un caos narrativo, con secuencias larguísimas seguidas de otras sin sentido, planos mantenidos sin explicación, una pretenciosidad y petulancia espantosas, una presentación de personajes patética...

La única razon por la que a un jurado joven le puede gustar algo así es porque les apasione el mensaje. Un tipo que se mata de hambre con tal de no ceder en sus derechos: que los paramilitares (así se les llama a los terroristas en el filme) tengan un estatus político en la cárcel. Como si "paramilitar" y "político" no fueran términos totalmente antagónicos...

En fin, me preocupa la distancia y me preocupa la pasión. Suceden cosas terribles a veces y la gente no es ya que mire a otro lado, es que parece que vitorea.

Ya sólo habla de amor


Tuve la oportunidad de leer el último libro de Ray Loriga, "Ya sólo habla de amor" este verano, para preparar la entrevista. El libro me resultó algo irregular, aunque en ello influye el hecho de que yo sea un ferviente admirador del resto de su obra, con que las decepciones y las alegrías siempre se exageran más.

Creo que ya está en los kioskos la entrevista. Mi compañera Iratxe Añorga habla de la entrevista y del libro en este enlace.

lunes, septiembre 22, 2008

John Malkovich es un hombre sensato

Dejando aparte su gusto por la moda, que no deja de ser el suyo, y no vamos a analizarlo aquí, John Malkovich ha sido el autor de una de las mejores respuestas de todo el festival. Esta es: "(Sobre las elecciones estadounidenses) No tengo nada que decir, no me dedico a eso y no me gusta hacer comentarios sobre esas cuestiones. Las personas votan, eligen al que eligen y pasa lo que pasa. Y esperemos que ninguno de los dos candidatos necesite de mis consejos, porque, si los necesitasen, no deberían ser candidatos".

Soberbio.

Hace unos años -debió de ser 2003, guerra de Irak- le dieron el Premio Donostia a Sean Penn y toda la rueda de prensa estuvo dedicada a Bush. Ya lo he dicho mil veces: si el cine y sus alrededores se preocuparan menos de Bush, el mundo sería mucho mejor. Es un personaje que no se merece tanta atención y desde luego los espectadores no merecemos tanta cantinela. Suficiente tenemos con sufrirle en los periódicos y la realidad.

A lo que iba, cuarenta minutos de rueda de prensa con un tipo al que le daban un premio a toda su carrera como actor... y su carrera como actor pasó completamente desapercibida. El cine no puede quejarse de que no llama la atención del público, cuando sus propios protagonistas -y alrededores, es decir, medios de comunicación- se empeñan en llamar la atención sobre otras cosas.

Que esto no quiere decir que un actor no pueda tener una opinión política y decirla y defenderla. Como un panadero. Pero démosle a cada cosa la importancia que tiene. Un excelente actor no tiene por qué saber más de política que un excelente barrendero. Entiendo que eso es lo que piensa John Malkovich, y estoy de acuerdo.

Los premios L´Oreal en el María Cristina

Manuela Velasco está preciosa y altísima, con un peinado recogido, vestido elegante y unos tacones espectaculares. Ha sido la entrega de los premios L´Oreal al "rostro más bonito del cine español". Normalmente daban un premio y punto, ahora lo hacen más emocionante, supongo que para que la prensa vaya: nominan a varios y luego anuncian el resultado.

Ella perdió. Ganó una Clara. O Blanca (la de la foto). Alguien que no conozco en absoluto. Bromea con que está indignada. Yo le sigo el juego: "Claro, ganar un Goya lo hace cualquiera, el sueño de toda actriz es llevarse el premio L´Oreal". Sonríe y la interrumpen. Luego intentamos quedar y la vuelven a interrumpir. Es una pequeña estrella.

Ha llegado el momento de cada festival en el que me siento desubicado, perdido, sin saber muy bien cuál es mi lugar: veo cosas espantosas como "Hunger" -una apología terrible del IRA en concreto y de cualquier terrorismo en general, no parece el mejor día para proyectar eso con cadáveres aún calientes y edificios derrumbados a apenas 200 kilómetros de aquí, pero ¿a quién le importa eso aquí? al fin y al cabo, el periódico oficial es el Gara...- y la gente aplaude en el Victoria Eugenia.

Salgo flipado de "Tony Manero" y el jurado joven la pone como la peor película de todo el Festival hasta ahora. Ay, las nuevas generaciones... En los cócteles, rechazo el vino y el champán y ni siquiera me atrevo a hablar con Javier Pereira, aunque lo quiero para mi corto con Jane.


15 películas hasta ahora. La pregunta que más se repite es: "¿qué tal el festival este año?" Pues miren, no lo sé. Igual que todos, me parece. Borja Crespo dice que es un festival más bien aburrido. Es verdad, pero él puede disfrutar de Donosti todo el año y los demás, no, y cualquier excusa es buena. Además, yo "el Festival" apenas si lo veo: veo mi propio festival, las películas que yo me programo. Por ejemplo, acabo de salir de ver "Casanova ´70" de Mastroianni. Ahora debería de ver la última de Jaime Rosales -todo el mundo hablará de ella mañana- pero tiene toda la pinta de que me quedaré tomando un café con Marián Álvarez.


Eso si no me voy a dormir directamente, que tampoco me vendría mal. El cansancio físico y el cansancio mental. Sentirse pequeñito conforme la barba crece sin orden ni concierto. Llegué malasañero y altivo y de repente vuelvo a estar un poco acobardado y huraño. Esperando que pase algo que no acaba de pasar nunca. Ni aquí ni allí.

El patio de mi cárcel



"Brubaker" ha hecho mucho daño al cine mundial. Por supuesto, la culpa de todo no es de Robert Redford, pero la sucesión de películas que se han hecho posteriormente sobre el valiente y comprometido director/alcaide/funcionario que consigue sacar lo mejor de los reclusos frente al inmisericorde sistema que los mantiene como animales sin derechos resulta un poco excesiva.

"El patio de mi cárcel" repite modelos y tópicos: las reclusas son humanas, las funcionarias -menos una- son inhumanas. La sociedad es la culpable. Las presas no son en realidad sino víctimas de enfermedades sociales: droga, maltrato, ambición... No voy a entrar en el debate de si eso es cierto o no, me limitaré a constatar que, con el tiempo, se ha convertido en un tópico y que la exageración nunca es buena.

Por supuesto, y siguiendo con lo del post anterior, hay muchísimo sufrimiento. Toneladas de sufrimiento e incomprensión e intentos baldíos por salir adelante... Ahora bien, "El patio de mi cárcel" no es una mala película. No me lo pareció y ya digo que no es mi tipo de cine favorito. Por ejemplo, esa cosa infumable llamada "Horas de luz" es mucho peor y mucho más burda.

La película de Belén Macías es mucho más fresca. Algunos diálogos son brillantes y además se centra en el mundo de las prisiones femeninas a lo bestia, sin cortarse un pelo. En ese sentido, es valiente. De acuerdo que la mayoría de las reclusas son casi benditas, pero bueno, Paul Newman y sus colegas de "La forja de un rebelde" también eran tela y aparecían como luchadores contra la represión...

La sexualidad dentro del centro penitenciario se trata con una naturalidad que es de agradecer, las peleas no parecen forzadas, las relaciones entre ellas son creíbles... Verónica Echegui está soberbia de principio a fin. Candela Peña no me gustó tanto, pero porque su personaje es TAN bueno, TAN desinteresado, TAN humano, que apenas hay contradicción ni interés. Algunas de las subtramas resultan realmente interesantes y aunque siguen sobrando explicaciones -la gran lacra del cine español-, al menos hay partes que se presentan con suficiente sutileza.

En fin, una película más de "yo contra el mundo " o "nosotras contra el mundo", con los límites y las virtudes de ese género. Bien dirigida, bien interpretada (mención necesaria a la guapísima Natalia Mateo casi irreconocible en el filme). Algo plana en ocasiones. No muy larga.

En el polo opuesto encontramos "Tony Manero", donde todo es sutileza y falta de explicación hasta un punto exasperante. Es una de las películas más lentas que he visto jamás y sin embargo no deja de ser fascinante. Por momentos, recuerda a "Las horas del día", de Jaime Rosales. La película es chilena, la represión de Pinochet aparece, pero de una manera tremendamente lateral, para espectadores inteligentes. Los personajes son fantásticos y enloquecedores. A menudo parece una obra de teatro de Beckett aquello.

No es que sea una gran película, igual que la de Macías no es una mala película, pero desde luego es diferente y turbadora. Aunque a determinadas horas -las 23,30, el tedio, el torpor...- cuesta conservar el entusiasmo.

domingo, septiembre 21, 2008

El sufrimiento universal


San Sebastián empezó dándolo todo en fiestas, presentaciones, estrellas más o menos rutilantes del cine y la televisión, vendiendo glamour por todas partes, masas de quinceañeras agolpándose a la puerta del María Cristina y poco a poco va asomando su verdadera patita por debajo de la puerta, como es lógico.

Y es que el Zinemaldia es un festival contradictorio como pocos: invita a Ben Stiller para que se lleve todos los focos con una comedia gansa -bastante bien hecha, por lo que dicen, cosa que no me extraña: yo soy fan de Ben Stiller- mientras todas las demás películas hablan de sufrimiento.

Sufrimiento universal: en todas partes se sufre, es curioso. Uno ve una película iraní y ¿qué ve? Sufrimiento y pobreza. Va a ver una de Winterbottom y ve sufrimiento y penurias familiares. Danesa ("Fear me not"): sufrimiento y pastillas antidepresivas. Se mete para ver "La belle personne", francesa, y se encuentra con un montón de talentosos adolescentes parisinos que sufren por amor, en una especie de "Al salir de clase" con una dudosa ambientación que recuerda demasiado a los años 60 y la Nouvelle Vague.

A veces, hay que abrir las ventanas y airear.

Con todo, "La belle personne" tenía sus puntos buenos. Dramática, desde luego. Con veinte minutos de más, como debe ser, pero tenía sus puntos buenos. Bien interpretada y con un manejo de la adolescencia mucho más eficaz que el que hablábamos ayer de "Acné". Una actriz guapísima y un actor que parecía más bien el protagonista de un anuncio de colonia. Francesa, por supuesto.

Pero para sufrimiento, el sufrimiento patrio. No abundan las películas españolas divertidas en este festival. "Amateurs", ya dije, estaba bien. Muertes, abandonos, soledad... pero bien. "El truco del manco", debut en el cine de "Langui", el cantante de La Excepción, es un exceso se mire por donde se mire. Es imposible que todo vaya mal todo el rato. Recuerda, salvando las distancias, a esos dramas neorrealistas italianos de barrio bajo en el que el protagonista y sus amigos luchan por salir adelante y caen una y otra vez en los viejos vicios, las viejas trampas.

Drogas, discapacidad, mercadeo, robos, palizas, amores imposibles, relaciones familiares truculentas y muchos gritos. Puede, simplemente, que yo me esté haciendo mayor, pero me resultaba imposible creerme nada de lo que veía. El exceso de tristeza, como el exceso de alegría, provoca desconfianza. Incluso el impactante mensaje de superación de un hombre al que sólo meterse en la bañera ya le toma diez minutos y un dolor increíble queda un poco diluído entre tanto dolor genérico, sin límite.

Y ahora, "El patio de mi cárcel", que, yo creo que, comedia lo que se dice comedia, no va a ser...

Bataplán


Así se llama el diablo en euskera. Vamos, no lo sé seguro, pero debe de ser algo parecido. Bataplán es una mezcla entre demonio e infierno, tentación y lugar de condena eterna. Lugar donde se pasan las horas que deberían ser de sueño.

En el Bataplán, o camino del Bataplán, uno se encuentra a Lluis Segura buscando producción para su primer largo, se toma una copa al lado de Michael Winterbottom, se pasa de la terraza de arriba a la pista de abajo y de Madonna en mil versiones a una especie de chunda-chunda sin principios ni finales definidos.

En el Bataplán hablamos Maite, Ceci y yo de música mientras la marea sigue bajando, como casi todas las madrugadas de septiembre. En el Bataplán nos peleamos con el encargado, que de repente nos quiere cobrar 15 euros por la entrada -con UNA copa- cuando estamos acreditados, bajo la excusa de que "el festival y la discoteca son cosas distintas". Es verdad, claro. Pero luego llega el miércoles, ¿y quién llena el garito? En fin, empresarios...

Al Bataplán no llegan Dani Diosdado, ni Arthur, ni Anne, ni Jesús, ni Eva, perdidos en el combate del Dickens. Las noches se prolongan hasta un punto absurdo, igual que en Madrid, con la esperanza de que pase algo mágico, sin poder definir qué es "mágico" para nosotros. Un milagro. Nuestras vidas se han convertido en la espera insatisfecha de un milagro.

El Bataplán. Ahí comenzaron algunas cosas hace dos años. Por ejemplo, Mar Muro, que sale para irse al hotel porque nosotros no queremos pagar la entrada. Aunque, al final, el mal vence una vez más, y acabamos pagando, claro.

sábado, septiembre 20, 2008

Inés Thiebaut

No sólo de cine vive el hombre...

...aunque también de cine, claro
.

Quemar después de leer


Es curioso, porque tuve que hacer la crítica de esta película para la WWE Magazine de este mes -tuve que traducirla, quiero decir- y según iba poniendo en español la sinopsis, me di cuenta de que no me estaba enterando de nada. Así que, recursos obligatorios de todo traductor, me puse a buscar por Internet otras sinopsis, en diversos idiomas, pero todo fue en vano: no había manera de enterarse de qué iba la nueva peli de los Coen.

Bien, la sensación después de verla en cine es exactamente la misma: indefinible. No lo digo como un defecto. La peli pretende ser indefinible y absurda. Una comedia absolutamente disparatada con cruces inverosímiles que le dan precisamente ese punto de irrealidad. Todo esto con Brad Pitt -sobreactuado-, George Clooney -muy guapo-, John Malkovich -con la misma mirada del vizconde Valmont- y Frances McDormand -también sobreactuada, es decir, magnífica, porque la sobreactuación era parte imprescindible para esta película.

Creo que es la primera vez que cierran las puertas del Principal para que no entre nadie y eso que hoy, a la misma hora, era el pase de prensa con entrevista posterior de "Vaya guerra más perra" o algo así, de Ben Stiller. A mí me gusta Ben Stiller, la verdad. Y ver a Robert Downey Jr. haciendo de negro tiene que ser divertido, pero me pareció que los Coen me iban a dar un poquito más. Vayan a saber, tampoco salí entusiasmado.

Llega el fin de semana y los cines se llenan hasta arriba: esta mañana, el Kursaal abarrotado para ver "Frozen river", que tampoco es que sea la última de Tarantino, pongamos. Mucha, mucha gente, aunque yo me escapé a ver "Acné", una película uruguaya que lo tiene todo para ser buena y acaba siendo más bien tediosa.

Eso sí, le devuelve a uno a los momentos clave de la infancia: los granos y sus medicaciones -¡ah, pasar del Roacotán al Alprazolam, eso es un signo de madurez y lo demás son tonterías!-, la espera del primer beso, los encuentros con la chica que te gusta cuando vais los dos andando al colegio -en mi caso, ella se bajaba en la misma parada, era una chica increíblemente preciosa- y por supuesto los primeros bailes, con las manos de ella sobre tus hombros y los tuyos en su cintura (¿o era al revés?)

Tanta adolescencia en una sola película y que se desperdicie tan vilmente. Una pena. Winterbottom estrena en quince minutos. La incertidumbre de si será sardina o sirena. "24 hour party people" o "9 songs". Se fue el Duque y la ciudad vive un larguísimo domingo.

viernes, septiembre 19, 2008

El orfanato


De entrada, cualquiera que decida comprarse una casa así merece que le pasen esas cosas. Parece mentira que la gente ni haya leído a Poe ni haya visto a Hitchcock ni a Corman. "El orfanato" es sencilla pero brutalmente efectiva: sucesos paranormales, banda sonora que anuncia sorpresas y niños malignos. No hay nada como un buen niño maligno. A todos nos recuerda ese gordo abusón que nos tenía aterrorizados en el patio del colegio.

Pesadillas recurrentes.

Por lo demás, hay determinados fallos de guión, habituales en el género: la trama empieza media hora más tarde de lo que debería y no hay explicación seria para ello. De hecho, sería muy sencillo esquivarlo y si puedo ver a Bayona estos días por aquí, juro que intentaré hacerle la pregunta sobre por qué Belén Rueda no entiende el juego desde el momento en que aparece una muñequita en la cama de Simón, porque desde luego los espectadores lo entendíamos perfectamente.

Funciona, desde luego. Nos tapábamos las caras y gritábamos de espanto para luego sonreír. Puede que alguien se queje de que no es muy innovadora. No lo es. Oscuridad, ruidos, pisadas, puertas que se abren y se cierran, una mansión en medio del bosque. Pero, bueno, puedes hacer el parque de atracciones más vanguardista de la historia que los niños acabarán queriendo montarse en la montaña rusa.

Y la montaña rusa no engaña: sabes cuándo estás subiendo, sabes cuándo estás bajando. Te da lo que espera.

Desde hace tiempo, intuía el parecido con "Frágiles", de Jaume Balagueró. No podía imaginar que fuera tanto y que nadie lo haya mencionado claramente. Por supuesto, insisto, todas las películas de terror tienen un aire de familia, pero esto es casi una adaptación literal. ¿Por qué la de Balagueró pasó un poco sin pena ni gloria en España y la de Bayona arrasó en los Goya y fue la más taquillera del año? Ni idea. Las dos son buenas, pero "Frágiles" es mejor.

Quizás sea eso.

Es de noche y no me apetece ver "La Zona". Me preparo para cenar algo y quizás salir, sin saber muy bien adónde. Hay tantas opciones que muy bien podrían acabar en ninguna.

El niño con el pijama de rayas


Determinados enfoques me aburren. Véase el maniqueísmo habitual de la Guerra Civil y, por supuesto, de la II Guerra Mundial y especialmente el Holocausto. Hay que ser muy prudente cuando uno se acerca al tema del Holocausto, porque no es algo que se novele con facilidad desde fuera. No es algo que un niño descubre inocentemente como un juego. Es de esas cosas que se pueden señalar pero difícilmente describir.

No sé cómo lo hace John Boyne en su libro porque nunca he mostrado demasiado interés en leerlo, pero desde luego la adaptación cinematográfica es pésima: niño de padre nazi viaja con su familia a casa desde la que se controla campo de concentración donde niño judío pasa todo tipo de atrocidades que no llegan a ser reveladas nunca, sólo intuídas.

Los malos, los nazis, son todos especialmente malos y tienen que ser malos todo el rato, en cada escena. Los buenos son siempre buenos y tienen la mirada limpia -la abuela de la criatura y la criatura, sencillamente insoportable-. En medio quedan dos personajes ambiguos: el de la hermana y el de la madre, que se convierte a la verdad demasiado tarde. Ahora bien, cuando se convierte lo hace a lo bestia como era de esperar: lloros, rabia, pataleta... ¡Quién iba a pensar que hacían eso con los judíos en Alemania! ¡Cómo iba a enterarse la mujer de un comandante del Führer!

El final, increíble. Facilón. Melodramático. Me temo que la novela iba a la fibra sensible del lector y la película se ha quedado sólo con eso. La gente ha aplaudido. La gente es muy rara.

Bardem se va, Woody Allen también. Vienen Almodóvar y María José Moreno. Empieza el fin de semana y las salas se van llenando. Poco a poco. Las fans de Miguel Ángel Silvestre me llamaron "tío bueno" y empezaron a silbarme cuando salí por la puerta del María Cristina. A esa masa sin ansiolíticos les vale cualquier excusa, que diría Hache.

Gala de presentación y otras cosas


Miguel Ángel Silvestre pasa rodeado de guardaespaldas por el salón del María Cristina e inmediatamente se forma un revuelo enorme, con algún chillido espontáneo, y la turba le persigue mientras él se esfuerza por sonreír y repartir algún saludo. Yo le conocí cuando hacía cortos con David Pinillos y aún no era el Duque y creo que perdí la última oportunidad de mi vida de charlar con él tranquilamente.

Cóctel de bienvenida de la organización para invitados -sí, las que chillaban, perseguían y acosaban eran acreditadas, no enloquecidas fans, las enloquecidas fans casi se lo comen cuando salió del Victoria Eugenia bajo la lluvia-. Cóctel de bienvenida, decía, con vino y chorizo gratis y cierta incomodidad por no conocer a nadie. Claro que, como le decía a Irene esta tarde, nunca conoces a nadie hasta que le conoces, así que al menos intentarlo.

Pido dos copas, entro y salgo a la terraza, paseo por el hall, me pongo las gafas y me las quito y acabo hablando francés con la actriz de "Amateurs", una peli que me ha encantado por sorpresa. De esas veces que entras en el cine sin esperar nada y acabas encantado. Yo quería entrevistarla -Emilie de Preissac se llama, pero ella no se presenta nunca, se limita a presentarme a sus amigos, cambiando de idioma continuamente- y ella me da su email y me propone incluso hacer la entrevista ahí, pero yo estoy cansado -cuatro películas, hoy- y le digo "c´est temps du plaisir, pas du travail!" y salgo del apuro.

Le digo que me voy. "Tu t´en vas? Pour quoi?" contesta ella, que es muy joven. "Je dois voir z´autres films demain", contesto yo y me despido.

Es lo curioso de los festivales. La realidad se convierte en ficción y de repente es realidad otra vez. Quiero decir, que ahí está Blanca, carne y hueso, sin ningún parecido con la desvalida niñita de Marsella que viene a Madrid buscando un padre y acaba encontrando algo parecido a un abuelo. Los diálogos de "Amateurs" son brutales, muy buenos. Uno se siente tentado a pensar que es debido a que los actores -excepto Emilie- no son profesionales. Pero generalmente, los actores no profesionales son la gente menos espontánea y natural del mundo delante de una cámara... así que mérito del director, Gabriel Velázquez.

La última película del día, la que quedó entre el pepito de ternera -aquí, mi vida es como la de un ciclista en una etapa de montaña: me encuentro comiendo un bocadillo de tortilla camino de la de Woody Allen, un croissant camino del Kursaal, un plátano y una botella de agua, así sueltos, camino del Teatro Principal... cualquier cosa para evitar la pájara pero sin sentarse a descansar un momento- y las avalanchas sobre Miguel Ángel Silvestre, fue "El olvido", película-documental muy del estilo de Heddy Honnigman, esa chica que no se sabe si es holandesa, belga, española... pero que ya demostró buen gusto con "Forever" hace dos años. Entonces fueron los cementerios parisinos, hoy son los chicos de la calle peruanos.

Te hubiera encantado.

El primer día de festival me deja con la sensación de siempre: es imposible hacerlo todo, aunque se intente. Es imposible ver todas las películas, escribir todas las críticas, ver a Javier Bardem, hacer petardeo social, comer, cenar... Imposible. Pero se intenta, claro. Mientras queden fuerzas...

jueves, septiembre 18, 2008

Vicky Cristina Barcelona

El problema (o la bendición) del cine es que te tiene que llevar a sitios que no conozcas, sensaciones que no recuerdes, momentos que no has vivido. Con "Vicky Cristina Barcelona", la última película de Woody Allen es imposible no tener ciertos prejuicios, porque la ciudad, el país, su cultura están ahí y aquí, es decir, en mí, en mi cabeza y mis ojos y es muy complicado no comparar y dejarse llevar sin más.

Porque hay un abismo entre la Barcelona (o el Oviedo) que yo conozco y el que aparece en pantalla. Ahí todo el mundo es guapo, bohemio, brilante... Recuerda a aquello de Lorenzo Lamas en "La Hora Chanante": ¿que no podrán ser menos latinos estos chicos? Pues no. Latinos y europeos y por tanto aventureros y pasionales y espontáneos y además con unas casas descomunales y el Parc Güell todo el rato y Gaudí y Miró, e incluso guitarras flamencas todo el rato -Paco de Lucía y Albéniz, manual para principiantes-.

El problema para nosotros es que no somos principiantes, claro. Ese es el problema: que la película te lleva a un sitio que conoces pero que te han cambiado. Eso no es exactamente lo deseable. No es el trato. Estás todo el rato pensando en lo que falta y lo que sobra, por lo menos hasta que te acostumbras y entonces, ya sí, te haces a la idea de que estás en el universo Allen de las cocktail-parties y los actores gesticulando con los brazos como locos.

La película: buena. Extraña en lo que tiene de relato. En ocasiones, una excusa para tres soberbias interpretaciones -dejo aparte a Scarlett Johansson, que se empeña en hacer siempre de Scarlett Johansson-, pero mucho mejor que lo último que ha hecho Allen, que rozaba el desastre.

Básicamente, es una elección entre tipos de mujeres y tipos de hombres. Tres mujeres y dos hombres, de hecho: Vicky es cerebral y práctica, Cristina es pasional y aventurera, aunque infanil, María Elena probablemente fuera pasional y aventurera en su momento, pero ahora directamente es una suicida autodestructiva (por cierto, y abundando en los tópicos, ¿por qué todos los españoles tienen dos nombres? ¿Alguien conoce a alguien que se haga llamar por sus amigos Maria Elena?.

Entre los hombres, Bardem es sensual, atractivo, bohemio, creativo, seductor, misterioso, imprevisible, pero a la vez calmado. Doug es un ejecutivo de bolsa, lleno de proyectos financieros y gran jugador de tenis y golf. Un estereotipo demasiado plano, quizás.

Ese es otro de los problemas de Allen: los estereotipos. Una cosa es presentar tipos de hombre o de mujer y otra cosa es no insertar matices. En ese sentido, el personaje verdaderamente fascinante de la historia es el de Vicky (Rebecca Hall), que se come a Scarlett por todos lados. Diría que es mi tipo de mujer si no fuera por mi habitual devoción real (y estética, me temo) por las chicas pasionales y aventureras, incluso suicidas y autodestructivas.

Capítulo aparte merecen las interpretaciones -especialmente cuando hablan en español- de Penélope Cruz y Javier Bardem. Probablemente estemos hablando de los dos mejores actores de la historia del cine español. Espectaculares, ambos, sin matices, especialmente Penélope Cruz, una actriz claramente subestimada por sus coqueteos con Hollywood. Probablemente, parte de ese desparpajo sea mérito de Allen, pero uno se muere de ganas de verlos juntos de nuevo con un director de escenas menos rígidas.

Por cierto, un spoiler para todos aquellos que oyeran que Woody Allen tuvo que enseñar a Bardem a hacer las escenas de cama: no hay escenas de cama. Un buen par de morreos, eso sí, y punto.

Y para los amantes de lo bizarro, el impagable momento en el que, en una película de Woody Allen, con la clásica musiquilla y los títulos de crédito en blanco sobre negro, aparece "Executive Producer: Jaume Roures". Lo dicho: la realidad está en todos lados. Tengan cuidado ahí dentro.

miércoles, septiembre 17, 2008

Antonio Banderas en "The Other Man"


Antonio Banderas ha sido un actor irregular a lo largo de su carrera. Buena culpa de ello está su decisión de hacer algunas películas realmente horrorosas, especialmente en Holllywood. Apenas se le recuerdan buenos papeles, más allá de los que hiciera en los 80 con Almodóvar y otros grandes cineastas españoles de esa década. A partir de entonces, bueno... habrá quien le guste Spy Kids, supongo. A Robert Rodríguez, por ejemplo.

Ahora bien, Banderas es al cine español lo que Pau Gasol al baloncesto: el hombre que rompió barreras, logró premios, demostró que se podía triunfar allí viniendo de aquí. Para la industria española, Banderas lo es casi todo. Un líder. Y eso que aún no tiene ni 50 años. Además, es un tipo mediático, con una paciencia infinita para soportar a la prensa y no dejar de sonreír nunca. No le puede caer mal a nadie.

Cuenta la leyenda que, cuando Antonio Banderas era todavía José Antonio Banderas -finales de los 70, recién llegado a Madrid- mi madre se encargaba de despertarle para que fuera a castings. No piensen mal. Mi madre se limitaba a llamarle por teléfono aprovechando que ella era la única del grupo de amigos que andaba despierta a esas horas.

Para más detalles, consulten la biografía de Gloria Varona cuando salga publicada.

En cualquier caso, Banderas es, junto a Woody Allen y Javier Bardem la gran atracción del día en San Sebastián. Más que Woody Allen y Javier Bardem, de hecho. El Festival ha decidido abrir las sesiones con "The other man", protagonizada por Liam Neeson y Banderas, una película entretenida pero con unos bajones realmente difíciles de admitir.

De entrada, Neeson está espantoso. Toda la película en el mismo registro. Probablemente, la culpa no sea suya sino del personaje. Banderas hace de hispano-inglés residente en Roma. Una especie de pícaro. Lo borda, salvo por su manía de pronunciar determinadas frases de una manera tremendamente anti-natural, como si deletreara en vez de hablar. Supongo que sa-ben-de-lo-que-les-ha-blo-, ¿verdad? y con esa mirada intensa que no se quita desde el Zorro.

Hay que salvar eso y hay que salvar determinadas incongruencias de guión que desesperan a veces. Si uno tiene la suficiente paciencia, la película no está mal: triángulo amoroso. Una mujer y dos hombres. Una narración acertadamente caótica. Los celos. Lo de los celos es un tema interesante, siempre. Un tipo que quiere matar al amante de su mujer y casi acaba dándose cuenta de que él era el amante de su mujer. O no.

El caso es que Neeson descubre -de una manera harto inverosímil, pero en fin había que seguir con la película, venga- que su mujer se la pegaba con Banderas. Viéndoles a los dos en pantalla, parece lógico. Muerto de rabia y celos, rastrea e-mails, direcciones IP y acaba encontrando la dirección del amante. Va con la intención de matarlo y acaban jugando al ajedrez. No me gustan las películas en las que salen partidas de ajedrez porque estoy todo el rato fijándome en las fichas y no en los comentarios y además estoy harto de que siempre las conversaciones acaben con una media sonrisa irónica, autosuficiente y las palabras "jaque mate".

Pero que dos hombres que aman a una misma mujer, hasta el punto de que uno de ellos está dispuesto a matar al otro sin que el otro lo sepa -sin que el otro sepa siquiera que está jugando con el marido de su amante- se pongan a jugar al ajedrez, obviamente aporta tensión y muy mal hay que hacerlo para no aprovecharla.

Luego, la película se rompe. Se rompe con un flash-back, como suele pasar. Una vez que has conseguido reunir a protagonista y antagonista en torno a un tablero en un bar opresivo, no te vayas de ahí. Al espectador no le importa nada más. Sigue con ellos y a ver qué pasa. Si se matan o se van de copas juntos. Pero si se van de copas juntos, por favor, que no recuerden lo felices que eran con ella. Que se busquen a otra. Así avanza la vida: te dejan y te vas con otra. Una lección a aprender. Mentalidad Tiger Woods (sí, este es un chiste privado).

No ha sido mal comienzo, créanme. Los he visto peores. En una hora me voy a ver la nueva de Woody Allen. Les cuento entonces.

Primer encuentro: Nacho Vigalondo


Lo que puede llevar a cierto equívoco, porque Nacho está en Austin, Texas, flipando, completamente entusiasmado porque en el Festival Fantástico de ahí van a echar TODA su obra y cuando digo toda me refiero a toda, incluida la Batbola y esta cosa que yo no había visto nunca, pero que, efectivamente, está en YouTube.

Sencillamente genial la definición de "one-man karaoke assault squad" que él asegura que no es suya y probablemente tampoco de Cobeaga.

Hablamos por el Facebook, pero es Nacho en estado puro, casi se lo puede uno imaginar gesticulando mientras escribe. Aquí van a echar "Los cronocrímenes" en el Día del Cine Vasco. Ya saben que Vigalondo es de Cabezón de la Sal, pero hijo adoptivo de Euskadi. Tanto que yo creo que le dejarían jugar en el Athletic si se diera el caso.

Por lo demás, acreditación recogida sin problemas. Programa y un par de cosillas absurdas. Mañana, la famosa bolsa y el "Quién y dónde", que es lo esencial para un periodista. San Sebastián sigue tal y como lo dejé, con el mismo sol y el mismo calor pegajoso y la misma capacidad asombrosa de hacer tortillas de patatas deliciosas en cualquier bar. Lucía Jiménez se abrazaba a Diego Galán y sonreía. Los operarios colocaban la alfombra fucsia. Yo me entusiasmaba ante la idea de pasar 10 días aquí, tanto, que tuve que calmarme en una terraza mientras una avispa me espiaba o yo la espiaba a ella.

El camino

En el tren. Ventajas de tener un módem Vodafone. Recién pasado Villalba de Guadarrama, estación que fue anunciada por el altavoz como "Donostia-San Sebastián", con la sensación común en todo el vagón de "joder, qué corto se me ha hecho". Quedan por delante, si no me equivoco, Segovia, Ávila, Medina del Campo, Valladolid, Aranda de Duero, Burgos, Miranda de Ebro, Vitoria, Alsasua, Zumárraga y al menos un par de estaciones más de las que no me acuerdo (también es probable que me haya inventado alguna de las anteriores).

Hasta hace relativamente poco, no estaba claro que fuera a estar aquí en este momento. Los semáforos no hacían más que ponerse en rojo. Sin embargo, llegué, pagué y me senté en un asiento dentro de un vagón semi-vacío. Nada que ver con el verano, ni en población ni en precio.

Voy con antelación porque no quiero problemas. Quiero recoger mi acreditación, mis papeles, mi bolsa, mi llave del casillero... y poder ir a la inauguración de mañana a las 11 en el Kursaal. Puede que incluso me pase por el Monte Igeldo y vaya buscándome de vagón en vagón del funicular.

San Sebastián, una vez más. La extraña sensación de que voy buscando algo que no es exactamente cine o, todo lo contrario, que es cine en estado puro, pero no necesariamente una programación de festival. No sé si me explico. La chica que se balanceaba en el parque del Ayuntamiento, entre la niebla, con su abrigo, sonriendo mientras detrás de mí estallaban las olas. ¿Eso qué es?

Buscamos estrellas en la oscuridad y la mayoría de las veces sólo encontramos pingüinos.

En el libro del viaje -la otra vez no hacía falta libro, la otra vez ahora mismo lo es todo- viene una frase de Hemingway: "El primer borrador de todo es una mierda". Hemingway es uno de esos tipos que te hacen sentir bien de la manera más insospechada. Probablemente no sepa que llevo cuatro años intentando plagiarle uno de sus relatos.

martes, septiembre 16, 2008

Festival de Cine de San Sebastián 2008: una previa


Acosado por el prestigio hollywoodiense de otros grandes festivales internacionales, como Venecia, Cannes o Roma, e incluso por la alegría y entusiasmo de festivales nacionales claramente emergentes, como el de Málaga, el Festival de cine de San Sebastián llega a su 56ª edición basándose en sus activos de siempre: mucho cine latinoamericano, una programación de calidad, y pocas estrellas rutilantes, apenas Meryl Streep y Antonio Banderas, que recogerán los Premios Donostia, más las visitas esporádicas de Ben Stiller, Woody Allen, Javier Bardem...

Y es que año tras año, nos encontramos en San Sebastián con la misma dicotomía: cine comercial-cine de autor. Es una dicotomía que se da fuera de San Sebastián, por supuesto, pero que tiene, económicamente y en términos de prestigio, unas consecuencias complicadas para el festival.

El Zinemaldia apuesta por cine comprometido, bien hecho, que refleje la realidad. Apuesta por nuevos realizadores y por proyectos concienzudos. No suele dejar demasiado terreno a la frivolidad ni al humor. No suele aceptar superproducciones ni convierte el Kursaal en un remedo de Sunset Boulevard.

Es un festival austero, seco, recio, sincero, vasco.

El problema que eso tiene es que su popularidad va bajando a marchas forzadas. Hace un par de años el gran reclamo para la prensa y el público mayoritarios fue ni más ni menos que David Hasselhoff. El año pasado lo fue un Richard Gere, claramente venido a menos. En alguna ocasión, las películas galardonadas ni siquiera llegan a distribuirse en España.

¿Qué buscar en San Sebastián?

Pero, por supuesto, sigue habiendo motivos para ir a San Sebastián a ver buen cine. De entrada, siempre hay motivos para ir a San Sebastián, en cualquier momento del año. Además, este año, aparte de la Sección Oficial y la tradicionalmente irregular Zabaltegi, el Festival ha organizado una maravillosa retrospectiva de Mario Monicelli, un maestro del cine italiano de los 50, 60 y 70. Los ciclos se completarán con los habituales Horizontes Latinos, Made in Spain más una retrospectiva de Terence Davies –“La Biblia de Neón”- y lo mejor del cine japonés más negro, con autores como Murakawa o Fukasaku.

Entre las películas a seguir este año están “Génova”, la nueva de Michael Winterbottom –un clásico de este festival-, ”La boda de Rachel, último trabajo de Jonathan Demme –director de “El silencio de los corderos” y presidente del Jurado de esta edición-, “Tiro en la cabeza”, de Jaime Rosales, “Camino”, de Javier Fesser, la adaptación al cine del best-seller, “El niño con el pijama de rayas” y, para los amantes de la comedia disparatada e irónica, “Tropic Thunder, una guerra muy perra”, de Ben Stiller, que probablemente se pasee por San Sebastián para animar un poco el cotarro.

Eso no es todo: la inauguración servirá de “pre-estreno” en España de “Vicky Cristina Barcelona”, película con la que, esperemos, Woody Allen se redime de aquel engendro que era “El sueño de Casandra”. El director neoyorquino por excelencia pasará por la alfombra roja, acompañado de Javier Bardem. También rescatada de otro gran festival, en este caso el de Venecia, se proyectará “Quemar después de leer”, de los hermanos Coen, con Brad Pitt, John Malkovich y George Clooney como protagonistas.

No es de esperar que ninguno de ellos se pase a posar por la playa de Zurriola, pero ¿quién sabe? En San Sebastián, a veces, también hay finales felices.

P.D. Artículo escrito para la revista Almiar (www.margencero.com)