jueves, junio 19, 2008

Angustia de jueves por la mañana

El día antes del examen de las Oposiciones todo se vuelve insoportable. Desde el despertar al desayuno que no quieres tomar al agarrarte a la barra de la ducha como si fueras un anciano: mareado, aturdido, sudando, el corazón agitado a todo meter, el mundo borroso que queda ahí fuera. El miedo. Pese a los años, el miedo. ¿Y si esta vez...?

El día antes del examen de las Oposiciones, salgo con mi programación didáctica recién terminada a una papelería que queda justo entre mi casa y el intercambiador de Avenida de América. Me recibe la dueña, como siempre. Una edad indeterminada entre los 50-60 años. Es una papelería vieja y vacía, siempre vacía, con las fotos de los hijos y presumiblemente los nietos, con tarjetas de invitación de "cumpleaños para niños", con su calendario de Lauren Films, un montón de material escolar repartido por los estantes, un aroma a papel viejo y un papelito que certifica que el establecimiento colabora en el sorteo de la Cruz Roja.

Con cinco euros, exactamente.

Me invade una tristeza profunda e insoportable que me lleva casi al borde de las lágrimas. La mujer, pacientemente, taladra las hojas y coloca una espiral para encuadernarlas. Nadie llega. Nunca hay nadie en esa tienda, sólo la mujer y los recuerdos de cuando también yo era pequeño. La decadencia de las librerías y papelerías "de viejos". Compárenlo con la luminosidad, el estrés y los precios descomunales de los Workcenters, apoderándose poco a poco de la ciudad.

Veo en la mujer uno de los personajes de mis relatos. Uno de los personajes de los relatos de Carver y Cheever. La veo viuda, quizás, con alguna relación con sus hijos, con problemas para pagar los gastos del negocio que ya no es negocio, con una cierta nostalgia resignada. Veo tanta tristeza por todos lados que, ya digo, se me hace insoportable, así que salgo de ahí -"Standing in the way of control" y "El Gallo" en el iPod de manera consecutiva- y pienso en el vídeo de Pereza en el que los dos vomitan de agotamiento después de tanto correr, y me parece una excelente metáfora de todo.