miércoles, marzo 26, 2008

Libertad, 8

Lichis se queda casi en la puerta, algo alejado de la barra, en medio de la corriente que va buscando la salida, y despide uno a uno a los que han venido al concierto de Luis Ramiro. Son las doce y pico de la noche. Yo llegué a eso de las once y media y Luis tocaba "Perfecta". Me perdí a mi tío y me perdí a Lichis cantando "Terribles ochenta" con música de Bob Dylan.

El caso es que se queda ahí, en medio, con una sonrisa en la boca y sigue despidiendo a la gente, dándoles dos besos a todos, a los chicos y a las chicas. Mucha gente pensará que Lichis está loco, o pasado, o burlándose de ellos, pero no, cualquiera que lo conozca sabe que no, sabe que Lichis tiene la necesidad de besar a cada uno de los que ha disfrutado de su música. Dipsomanía de cariño. "Querer a la gente es la hostia", dice en un momento dado, cuando se le ha acabado el trabajo y vuelve a la cerveza.

Nos hemos juntado un grupo curioso e improbable: Lichis, Kika, Pablo Ager, las chicas de Central Musical -una de ellas con nombre de canción de Nacho Vegas- y un par de chicos a los que no me han presentado, pero que Lichis dice adorar.

Miren, voy a ser sincero, y espero no molestar a nadie con esto, porque no creo que haya que molestarse: por la noche de Madrid pululamos bohemios y artistas de distinto rango. Escritores, músicos, pintores, fotógrafos... lo que ustedes quieran. Con más talento y con menos. Con más valor y con menos. Los hay que ligan mucho, los hay que ligan poco, los hay que no ligan, o ni siquiera quieren ligar, sólo pertenecer.

Hay gente brutal, buenísima, de ponerte los pelos de punta. Mucho talento, de verdad, pero mucho. A veces, tú lo reconoces en ellos. A veces, ellos lo reconocen en ti.

Pues bien, estamos todos nosotros, que sin duda somos necesarios, pero a la vez somos contingente, y luego está Lichis, y considero cada noche pasada con Lichis como un regalo que nos hace a todos, especialmente cuando te besa y te abraza y te dice lo mucho que te quiere y habla de Neruda y de follar y de tener 32 años -aunque él vaya a cumplir 38- y se emociona como un niño pequeño cuando escucha a Juan Antonio Canta por el hilo musical y me empieza a hablar de Pabellón Psiquiátrico y no para de decir: "Pregúntale a tu tío, pregúntale a tu tío".

Creo que hay gente con talento y luego están los genios. En cada generación salen muy pocos, no necesariamente malditos. Nosotros tenemos la suerte de convivir con uno de ellos y por eso cada día con él es Nochevieja -"cada noche es la última, cada mañana, la primera"- y todos lo celebramos o deberíamos celebrarlo, porque una cosa es que él no se dé cuenta y no quiera reconocerlo y otra cosa es que los demás estemos ciegos ante la evidencia.

Por eso, cuando al final me voy con Kika y Blanca, me quedo un poco triste, porque sé que me tengo que ir a casa, que es martes, joder, y son ya las dos y pico. No se puede abusar. Pero también sé que lo dejo ahí, con Pablo y David, además, y me quedo con ganas de volver, pero en vez de sentir pena siento alegría porque sé que tarde o temprano, nos juntaremos de nuevo.

Y brindaremos por la tristeza.

(La foto está sacada de aquí)