viernes, noviembre 16, 2007

Federer y Nadal se juegan el número uno


Federer y Nadal, el gato y el ratón. Piolín y el gato Silvestre. El correcaminos y el zorro. Como lo quieran poner. Los dos archirrivales por excelencia desde 2005: número uno y número dos del mundo. Ambos se enfrentarán este sábado en las semifinales de la Masters Cup de Shanghai, exactamente igual que sucedió hace un año.

Esta vez, en cambio, hay una diferencia: el trono está en juego.

No se puede decir que el año de Federer haya sido malo: ha ganado tres Grand Slams, siete torneos y ha jugado once finales. No es un mal año, desde luego. Sin embargo, Nadal ha sabido mejorar ese poquito que le hace estar algo más cerca en la clasificación ATP. Ahora mismo, la diferencia entre los dos es de 995 puntos. Mañana, de entrada, se ponen en juego 200 para el ganador. Si luego éste gana la final también, se lleva otros 250.

Pongamos que gana Federer el torneo: la ventaja se eleva hasta los 1445 puntos y Nadal necesitaría un milagro en Australia: ganar el torneo y que el suizo no pasara de tercera ronda. Pero, si gana Nadal en Shanghai... la diferencia se reduce a 445 puntos... y Federer defiende título en Australia (1000 puntos) mientras Nadal sólo resta los puntos de cuartos de final (250). En ese caso, a Nadal le bastaría con quedar eliminado en la misma ronda que Federer para asegurarse el número uno del mundo.

El partido, por tanto, es mucho más importante de lo que parece. La supremacía de Federer se ha tambaleado todo el año, con algunas derrotas improbables: dos ante Nalbandián, dos ante Cañas, una ante Volandri y otra ante Fernando González. Rivales a los que venía venciendo sin dificultad en los últimos cuatro años. Una derrota, ahora, contra Nadal, le obligaría prácticamente a ganar su decimotercer Grand Slam en Australia para seguir de número uno.

¿Aguantaría tanta responsabilidad?

Yo soy de los que creo que Roger se va a tomar un respiro físico y mental en 2008, centrándose en Wimbledon y los Juegos Olímpicos. El resto le va a dar un poco igual. Es el momento de que alguien recoja el testigo, y, desde luego, nadie lo merece más que Nadal.