lunes, noviembre 19, 2007

Federer sigue siendo el número uno


Federer se la jugaba, y como viene siendo habitual, ganó. Es un tipo sorprendente, capaz de combinar humildad y ambición de manera improbable. Como ejemplo, esta magnífica entrevista.
Tenía que ganar a Nadal y le ganó en dos sets. Tenía que confirmar su supremacía en la final y arrasó a Ferrer sin contemplaciones.

La discusión sobre si es el mejor jugador de la historia se ha convertido en una cuestión numérica. Tiene su parte de sentido, pero no debería quedar ahí. Federer ha ganado menos Grand Slams que Sampras, menos torneos totales, menos Masters, ha sido menos semanas número uno del mundo... y aún así, si mañana se rompiera la rodilla esquiando en Suiza y se retirara del tenis, para mí sería el mejor jugador que he visto nunca.

Porque Sampras era muy competitivo, pero no me lo pasaba tan bien. El deporte tiene que ser una combinación de resultados y espectáculo. Esa mezcla se personifica en Federer más que en el estadounidense. Por supuesto, Sampras era capaz de sacar "aces" mientras lloraba por su entrenador recién fallecido, pero no tenía ni de lejos la variedad de golpes que tiene el suizo. Por eso se le daba tan mal jugar en tierra batida, por ejemplo.

Ya he comentado bastantes veces que lo más comprensible sería que Federer se tomara un respiro. Tiene 26 años y medio y sus últimos cinco años han sido sensacionales: en todos ellos ha ganado siete torneos o más. Parece complicado exigirle que siga a ese ritmo. Por supuesto, estará al cien por cien en los Grand Slams, pero algo invita a pensar que bajará el ritmo el resto del año. Ya lo ha bajado en 2007, de hecho.

Como es un loco de los records, es de esperar que dé lo justo para seguir como número uno el mayor tiempo posible, hasta igualar en eso también a Sampras. Con todo, en Australia tendrá que pasar una reválida importante. Si Nadal gana el torneo -y Nadal puede ganar cualquier torneo- tendría que llegar como mínimo a semifinales para mantenerse. Y tampoco es que lo regalen.

Aunque, una vez más, el problema con Federer no es sólo la aritmética, sino, principalmente, el talento.