miércoles, octubre 31, 2007

Vetusta Morla en Los Guilles de La Noche en Vivo


Pincho de tortilla y Coca-cola en un bar de Cea Bermúdez. No sé por qué, el que queda enfrente de Galileo está cerrado y dentro del local hay una curiosa mezcla de modernos, alternativos, periodistas y abuelos tomando un cafelito de tarde-noche.

Víctor llega un poco después que yo. No se encuentra bien y se le nota. Viene sudando. Cruzamos preguntas y respuestas sobre mi tío, mi madre, mi libro, su cadena de radio, sus entrevistas, su blog... y vamos hacia la sala: una mirada de reconocimiento, un saludo y en seguida los dos estamos dentro, con consumición gratis incluida. Este chico lo hace todo fácil.

Una vez dentro, cierto estupor. La extraña sensación de estar pero no estar. Conocer pero no conocer. Recordar caras pero no saber de qué y el convencimiento de que ellos desde luego no recuerdan la mía. Ernesto, Raúl y Joaquín en una mesa con los de Caiga Quien Caiga. Javier Krahe que se sienta justo detrás de nosotros, Ariel Rot se cruza en las escaleras... los nombres están ahí, pero las personas... Petardeo, mucho petardeo.

Así que decidimos atender a la gala. Somos muy pocos. Han quitado las mesas de delante del escenario, pero en realidad los que estamos ahí escuchando somos unas decenas. De fondo se escucha todo el rato un murmullo constante, casi convertido en griterío, Joaquín y Ernesto elevan la voz, pero apenas se les oye, el principio es un poco caótico, desordenado, nadie parece enterarse de qué es lo que tiene que hacer...

Toca Rebeca Jiménez. No me gusta. Voy a pedir una copa con Víctor y al rato volvemos para escuchar a Vetusta Morla. Una auténtica revelación. Estos chicos llevan nueve años en salas y era la primera vez que les oía: una mezcla entre Radiohead y Maga con actitud Liam Gallagher. Un sonido brutal. Víctor y yo nos miramos y no nos lo creemos. "Increíbles", coincidimos. Guille, el guitarrista, tocó en su día con Emite Poqito. Casualidades.

El interés decrece. Los fotógrafos ya no piden poses de grupo. Pablo Carbonell deambula con una Laiker en mano, Siniestro Total se lleva un premio, aún no sé por qué, Radio 3 copa presentaciones y galardones. Todo muy previsible. De vez en cuando, alguien recuerda a Guille Martín y todos aplaudimos. Luego vuelve el murmullo.

A Xoel López el murmullo le toca los cojones. No lo dice exactamente así, porque no puede, claro, pero se queda cerca, muy, muy cerca. A los que estamos escuchando nos da las gracias. Toca tres canciones, como los demás, y se va.

Son los últimos premios, alguien grita "Gañáaaaan" y Ernesto le reprende: "Se dice Marciaaal ahora". Sonríen, siguen con sus bromas privadas y sus historias. Sin ellos, la gala sería insoportable directamente. Cuando por fin dan el último premio y se despiden, los técnicos preparan el concierto de Pereza.

Es una espera algo larga, encienden las luces y ponen los Eurythmics. Unas chicas nos miran desde la izquierda, pero Víctor está atento al móvil porque quiere irse pronto a casa. Yo no quiero irme pronto, pero cuando él se va me quedo solo. El concierto de Pereza está bien. Que piense que son unos follarines no quiere decir que no me encante su música. Todo lo contrario: me encanta.

Cuando tocan "Animales", miro, pero se han ido.

Deambulo durante una media hora. La barra está demasiado llena como para pedir otra copa y por las mesas no hay nadie conocido. Me coloco en la salida, donde está la escalera que lleva al camerino. Deben de estar todos allí. Me gustaría saludar a Ernesto y a Joaquín y felicitarles por el programa, pero no tiene sentido esperar eternamente. Hablo con Clara, la cantante de Los Peces, pero no me reconoce.

Hace demasiado tiempo de todo, creo.

Espero cinco minutos más, just in case. He hecho del "just in case" una forma de vida y en ocasiones funciona. Esta vez, no. Cinco minutos después, mi situación es la misma. He ojeado todos los folletos de la mesa de entrada y sé que Vetusta Morla toca en el Café La Palma los días 22, 23 y 24 de noviembre. Es decir, el día de mi presentación y el fin de semana que quiero pasar en Barcelona...

Al salir, hay un par de chicos que paran a la gente. Conmigo ni siquiera lo intentan. Demasiado anónimo, quizás. Llevo un jersey marrón del que asoma una camiseta azul marino. Para mitigar el frío, esta noche me he puesto una chaqueta algo indie que compré hace muchos años. Ir del metro a Galileo se hace cuesta arriba, pero de Galileo al metro es una cuesta abajo empujado por el viento.