jueves, marzo 01, 2007

El último rey de Escocia

La historia del Presidente Idi Amin Dada merece contarse. De eso no cabe duda. Gana mucho cuando el que la cuenta es el propio Amin, véase el maravilloso documental de Schroeder que echaron en San Sebastián este año, pero para el caso Forest Whitaker nos puede valer también.

"El último rey de Escocia" a veces se pierde en historias menores. Empieza el relato por un joven médico escocés que termina su licenciatura y se va a Uganda en labor humanitaria. Busca aventuras y sexo fácil y eso es exactamente lo que encuentra. En el camino, se cruza con el golpista Amin, quien le acaba acogiendo en su círculo más estrecho por su condición de escocés y médico.

El significado del título de la película -una hábil manera de llamar la atención más allá de Uganda- no se acaba de esclarecer demasiado, con lo que queda como un truco sin más. Amin tiene buenas relaciones con los escoceses porque trabajó con ellos en el ejército británico y porque se opone a Inglaterra. Un poco cogido por los pelos, en realidad Amin consiguió oponerse a todo el globo en apenas cinco años.

Era "impredecible" como bien le califican -eufemísticamente- en la película.

Cuando "El último rey de Escocia" se centra en la figura del presidente y evita subtramas, la película gana. De hecho, es una gran película sobre el horror y la esquizofrenia llevada al poder. Es una película sobre el África más dura sin apenas filtro colonialista endulcorante, tipo "buen salvaje".

La lástima -o la ventaja, vaya a saber- es que la proyección en el Renoir Princesa se suspendió justo en la escena final, de manera que nos invitaron a cualquier otra sesión de cualquier otra película, pero nos quedamos sin saber si... Así que, si me conocen, han visto la película y saben cómo termina, no duden en mandarme un email.