Discutimos en el Bo Finn sobre la conveniencia de escribir borracho y el supuesto aumento de creatividad. Javi cree que es así, con matices, yo creo que no, con matices también. La mayoría de las veces, cuando escribimos borrachos nos sentimos tremendamente geniales, fluidos, imparables, vitales... como si nadie hubiera escrito jamás lo que nosotros contamos en ese momento. Somos etílicamente especiales y únicos y maravillosos.
Pero, por mi experiencia, diría que pocas cosas de las que se escriben cuando uno está borracho realmente son legibles al día siguiente, y no me refiero sólo a la resaca, sino a la propia comprensión del texto. Es curioso, pero casi todos los borrachos escriben igual, tienen las mismas ideas, caen en los mismos tópicos y muestran los mismos errores.
Sí es cierto, quizás, que al sentirnos más valientes, podamos contar cosas, dibujar ideas, diseñar historias que no nos atreveríamos a la luz del día y nuestra sobriedad. Es cierto, también, que esa sombra de una idea que aparece en la noche contagiosa puede ser pulida y corregida en semanas posteriores.
Aunque no estoy del todo seguro, quizás lo que se quiere contar cuando uno está borracho sea un mensaje puramente alcohólico, sin posibilidad de repetirse en otras condiciones, de entenderse en otras condiciones. Un lenguaje propio, único y a tener en cuenta.
No lo sé. Creo que aún no he escrito ni me he emborrachado lo suficiente...
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