martes, septiembre 12, 2006

Más sobre el caso Rubianes

Se entiende que Pepe Rubianes es un actor -un director, incluso, en ocasiones- y no un político. Cuando un político habla de política hay que tomárselo con mucha prudencia. Habla para los suyos, pero también para los demás. Un político, en rigor, quiere poder, y en un sistema de mayorías, necesita agradar a cuánta más gente, mejor. De ahí la demagogia. De ahí la mentira.

Un actor, en cambio, puede ser sincero, pero también puede exagerar mucho más. Un actor necesita público, desde luego, pero sólo el suficiente para poder comer y dormir a gusto. No se mueve en términos de mayorías: una sólida minoría le bastará para ver su espectáculo lleno siempre que no haya partido de fútbol a la misma hora.

El problema es cuando las exageraciones de un actor pasan a formar parte de las reivindicaciones de un partido político. El problema es cuando se confunden los guiños a una minoría, el empeño por "quedar bien" y agradar con un verdadero ideario programático. Un intento de convertir esa minoría en un afluente: "Todos somos Rubianes", portaban los Jovenes Socialistas catalanes ayer durante la Diada.

Me pregunto si sabían qué querían decir con eso. Me pregunto si lo sabía Rubianes. En el fondo, todos han visto cubiertas sus necesidades primarias: el PP ha podido atizar a Gallardón durante unos días, Gallardón ha podido ejecutar la sentencia del rencor, Rubianes ha podido victimizarse sin perder afluencia de espectadores, CCOO ha podido redimir a la víctima de su castigo y, finalmente, el PSC ha podido convertir todo ello en un eslógan político. Incluso unos encapuchados han encontrado la excusa perfecta para quemar banderas.

La obsesión de los encapuchados con las banderas empieza a ser de psiquiatra. Complejo de Cruzado, supongo.


P.D. Retomando... ¿Y cuándo un periodista habla de política?... y no me refiero solamente a deletrear las siglas de un sindicato...