miércoles, agosto 02, 2006

Joaquín Sabina en Sant-Feliu

Haciendo cálculos con B. nos salían diez años: un concierto en Santander con Los Rodríguez, Andrés Calamaro haciendo eses mientras cantaba (destrozaba) "Princesa". Otra vez en el escenario, viendo el perfil de la actuación y los enfados y las reconciliaciones y los técnicos corriendo de un lado a otro.

Repito lo que percibí en Salamanca: todo es mucho más calmado. Ni mejor, ni peor, más calmado.

El duque en su dominio. Un campo de fútbol de tierra con marcador de esos del Mundial ´82, donde se va cambiando el resultado con números escritos en cartulinas. Al principio, poca gente. Una prueba de sonido acelerada -consecuencia de los desmanes de El Prat-, varios bocadillos, recuerdos sentados en unas sillas junto a una mesa. La fingida distancia de Antonio García de Diego, siempre tan entrañable.

Lo que está claro es que Joaquín Sabina se ha convertido cada vez más en el nombre de un grupo. Creo que él está completamente de acuerdo en ello y le resulta un alivio. No sé si pasa lo mismo a su alrededor, desde luego no se percibe ningún nerviosismo. Son muchos años y los acordes no cambian, eso es una ventaja.

Paseos de dentro a fuera del camerino -un calor insoportable, de vestuario del equipo visitante- una visita fugaz a Joaquín, con muy buen aspecto, una sonrisa y un abrazo siempre dispuestos, al menos para mí y, por extensión, para B. Dos libros dedicados, uno para él, otro para J., creo que por una vez he conseguido estar brillante en las firmas. Alguien que firma 2000 libros no tiene por qué ser brillante, pero alguien que firma sólo 100... ¿No se le debe exigir algo de genialidad?

Mi eterna disputa con la genialidad y el talento.

Calor de Costa Brava. Un pueblo bonito, desde luego. Comida en un chiringuito-restaurante del paseo marítimo, habitación con vistas al mar. Ganas de quedarse allí para siempre. Hay veces que un concierto -veinticinco canciones, me refiero- es lo de menos. Abrazar a mi tío Pancho y oír hablar de Pete Townsend. Eso está bien, hay veces que se necesitan cosas así y todos los demás oropeles están para contarlos, pero poco más.

La voz, firme. La sonrisa, casi constante. El móvil, sin batería. Así debería ser siempre. El público acaba llenando el recinto, a 28 euros la entrada, y parecen divertirse. Hacen todo lo posible por divertirse. Ellos hacen todo lo posible por que se diviertan, es un trato justo. Trucos, muchos trucos, lo que se conocen como "tablas". Chicas premio que se hacen fotos. Anochece y alguien canta.

B. y yo sumamos 50 años, pero somos los primeros derrotados. Hay que desconfiar siempre de los jóvenes. Nos sentamos en la furgoneta y esperamos a que los músicos acaben de charlar con sus amigos. Hay algo bueno en ser escritor: tenemos muy pocos amigos. También es verdad que en ocasiones nos sentimos muy solos. Tan, tan solos que necesitamos irnos de gira.

Y dejar las habitaciones sin pagar, por supuesto.